Iba yo a la inauguración de una exposición de fotografías de un amigo…
… cuando, al llegar al número 36 de la calle Sant Eusebi -esa era la dirección de la exposición-, me encontré con un local que tenía muy poca iluminación. Se vislumbraba la luz tenue de alguna lámpara. ¿Una exposición con esta iluminación? ¿Habrá una sala interior? Sin tiempo a reaccionar, mi amigo el fotógrafo, empujándome, me hizo atravesar el umbral. El umbral de un sueño. Sueño no soñado y ni tan siquiera ensoñado.
En un decorado digno de una película de David Lynch, sufrí (disfruté, après-coup) el primer ‘shock’ de la noche: “todos” los Amigos de Xoroi me estaban esperando y aplaudiendo. Después supe que sonaba como música de fondo el tema de Indiana Jones, ya que en aquel momento apenas entreveía a un numeroso grupo aplaudiendo(me). No puedo recordar cómo reaccioné. Ahora pienso en esos rostros de sorpresa que uitilicé para hacer el cartel de los 30 años de Xoroi. El rostro de un niño (de un bebé) y el de una mujer en una imagen publicitaria de los años 50 expresando asombro. No podía sospechar que estas expresiones se convertirían en mi autorretrato.
Y después, cuando ya no sabía si era a mí, al fotógrafo o al barman a quien se rendía homenaje, aunque todo el mundo me felicitaba y se felicitaba por haber sabido guardar el secreto de la fiesta, llegó la lectura por parte de Mercè Collell del discurso escrito por el creador del foro de los Amigos de Xoroi: Manuel Pombo. Un magnífico homenaje al oficio de librero. Sin darme ni un pequeño respiro, Julieta me entregó una copia de la portada de La Vanguardia del día 11 de Diciembre de 1980 informando de la apertura de una librería especializada llamada Xoroi y regentada por un joven librero. Y ya sin compasión me hicieron entrega de otro regalo: un viaje a Viena, a la casa museo de Freud, para dos personas. Todo ello acompañado de una excelente banda sonora (gracias, Juan José).
Creo recordar que apenas pude balbucear alguna tontería.
A la fiesta acudí con mi compañera, Marga, que pasó tantos o más nervios que yo. Y aunque sólo los que la conocen lo saben, ella es la auténtica creadora de la Xoroi. A ella mi homenaje particular.
Me ha costado escribir estas líneas. Desde el domingo lo he estado intentando. Puede ser que ahora empiece a aterrizar. Sin temor a que se me considere cursi, os puedo asegurar que lo que viví el sábado lo guardaré para siempre en mi memoria (“si me lo permite ese médico alemán cuyo nombre no recuerdo”) y en mi corazón. Cómo dice el título de la canción (y de una peli) esas son “cosas que hacen que la vida valga la pena”.
Un homenaje dice más de los que lo rinden que del que lo recibe.
Creo que merece la pena destacar lo que habéis conseguido: el colectivo de psicoanalistas, de líneas y escuelas diversas, se ha puesto de acuerdo para reunirse y festejar… no importa qué. Y, dado que resulta bastante insólito, creo que quizá deberíamos aprovecharlo… (se admiten propuestas).
Acabo con la palabra que he pronunciado más veces en estos días: GRACIAS. Un gracias abierto, sincero, con ganas.
Salvador Foraster