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Resonancias del superyo


PARA ISABEL

He adherido a la plataforma contra la medicalización infantil. Todo un tema que se inscribe en otro, más amplio, que es el exceso de medicalización. También para los adultos. Se “inventan” enfermedades a partir de mediciones que establece la industria farmacéutica -avalada a veces por la OMS- no sólo en los casos que son de nuestra experiencia. También para el parto -transformado en “enfermedad”- basado en protocolos que apuntan hacia la cesárea, en tanto inhiben los procesos con los que la naturaleza facilitaría un parto natural. También en la medicina defensiva que se practica, con exceso de pruebas médicas -total, las paga la mutua o la seguridad social-. Las consecuencias serán graves, sin duda. Y en lo que nos toca como analistas, creo que es importante la denuncia. Cada uno hace, sobre todo, desde su propio lugar. Es por eso que adherí calurosamente a la iniciativa.

Pero creo que todo esto se inscribe en una realidad más amplia todavía … es el sistema en el que vivimos. Y el sistema, claro, no es otro que el que permitimos que viva. Soy pesimista en relación al éxito de la denuncia de la plataforma, al menos de momento, aunque valoro la enorme importancia de que se haga. Los gobiernos destinan poco presupuesto a la investigación -como a otras cuestiones sociales- y ésta queda en manos de la poderosa industria farmacéutica. Ella es quien “establece” las enfermedades, los medicamentos, los bárbaros experimentos que realizan en países pobres, impunes ante la justicia. Ella es quien, como en el caso del Viox, cambia el prospecto en el 2001 y sigue con las ventas, a sabiendas de los efectos secundarios que producen, hasta que, seguramente a partir de cálculos muy estudiados, les resulta menos rentable la producción que las demandas que reciben. Lo retiran en el 2004. Es la industria farmacéutica la que sustenta económicamente muchas de las las asociaciones de pacientes y grupos de defensa del paciente. Actúan “pacientemente”. Y algunas de esas asociaciones se transforman en abanderadas del reconocimiento de la enfermedad, antes que de la curación posible. Tomando sus medicinas, claro… Así sucede con la fibromialgia o la fatiga crónica, ya enunciadas por Freud como neurastenia. Hoy se medican y quedan sin solución aparente, enajenadas al paliativo del calmante.

Es el sistema el que no promueve la asistencia psicológica en la sanidad pública. No es rentable, si se compara con un aparato de tomografía computada, tan solicitado. Hasta que aparece un economista, nada menos, como lord Layard, en Gran Bretaña, que hace cálculos y advierte que la cuestión del gasto en medicamentos se está pasando. ¿Por qué un economista es quien apoya la atención psicológica? Verdad es que nosotros no hacemos demasiado, poco decimos…

Pero todo ésto, a su vez, forma parte de un sistema económico que se revela cada vez más como obsceno y feroz -resonancias del superyo- Es necesario tomar la palabra, por lo que felicito la creación de la plataforma, pero creo que es importante saber que las cuestiones que nos preocupan no están aisladas de un contexto mucho más amplio. Incluso de aquellas terribles realidades de las que procuramos sentirnos muy lejos.
Marta Rodrigo