Motivado por el tan interesante espacio del Ateneo Barcelonés sobre escritura y psicoanálisis, acertadamente moderado por Manuel Baldiz, y vigorosamente participado por Inma Monsó, Isabel Nuñez y Dante Bertini, os invito a leer un interesante articulo de Joseph Knobel Freud, publicado en la desaparecida revista “TRES AL QUARTO, Nº 5” que ayudará, espero, a desembrutecer algunas relaciones sentimentales con la creatividad y su gesta.
Pretender ver el origen de la mudanza caleidoscópica de la vida, propia o ajena, solamente relacionada con madurar el dolor, sublimar el trauma o aceptar el vacío, conduciría a una ceguera injusta hacia el placer y su lugar, faro natural en el ser humano para navegar entre aguas más agitadas o benignas. Crear solo es posible porque hay vida y, eso, estimula … Os invito a leer mas en lo que sigue.
Antonio V.Cardoso
Infancia y Creatividad
Joseph Knobel Freud [psicólogo, psicoanalista]
El psicoanálisis se ha dedicado a investigar la infancia de grandes creadores y, en menor medida, a decir algo sobre el proceso creador en la infancia. Es posible, en parte, que esto sea así por las definiciones que se manejen sobre la creatividad; definiciones que traducen lo que en nuestro imaginario social se entiende por “creativo”.
Tomemos por ejemplo una definición de Anzieu: “La creatividad se define como un conjunto de predisposiciones del carácter y del espíritu que pueden cultivarse y que si bien no se encuentran en todo el mundo, como tienden a hacerlo creer ciertas ideologías que durante cierto tiempo estuvieron de moda, sí por lo menos en muchos. En cambio, la creación consiste en inventar y componer una obra, artística o científica, que responda a dos criterios: aportar algo nuevo (producir algo que nunca haya sido hecho) y tarde o temprano ver reconocido su valor por un público. Definida de tal manera, la creación es rara.” Supongo que es posible pensar las cosas de otra manera: toda obra aporta algo nuevo (a no ser que sea pura repetición, pero entonces no estaríamos hablando de creación) y desde que el niño nace tiene un público; gran parte de lo que observamos en la clínica tienen una explicación por las repercusiones que suscita en su público el obrar del niño.
Según una definición de diccionario, crear es hacer que empiece a existir una cosa. Desde este punto de vista, toda producción es creativa, sobretodo en la infancia; ya que, el hecho de que el mundo exista no quiere decir que el bebé no tenga que inventarlo, crearlo.
Para Vigotsky “existe creación no sólo allí donde se originan los acontecimientos históricos, sino también donde el ser humano imagina, combina, modifica y crea algo, por insignificante que esta novedad parezca al compararse con las realizaciones de los grandes genios.”
Para Winnicott, a su vez “la creatividad es la conservación durante toda la vida de algo que en rigor pertenece a la experiencia infantil: la capacidad de crear el mundo”
Lo que me interesa destacar, con estas puntuaciones, es que el mundo que el niño crea ya está ahí, esperando, digamos, para ser creado; y siempre que en ese mundo haya alguien que le permita al niño existir: “la creatividad es el hacer que surge del ser”(Winnicott).
Un Otro que le presenta el mundo al bebé, pero que a la vez le permite hacerse la ilusión de estar creando el mundo; manteniendo de este modo un espacio transicional. Un espacio que le permite al bebé experimentar con su omnipotencia, descubrir su entorno, crear y vincular lo creado con lo real.
El proceso de estructuración de un sujeto puede entenderse como un camino que va desde este espacio de ilusión, que nunca va a perderse, hasta la “desilusión”, y este camino es imposible/impensable de transitar sin la presencia de Otro, sobre todo al principio; por eso decimos que es un proceso que va de la dependencia a la independencia (“de la ilusión a la desilusión”). La historia de un bebé no se puede escribir en términos de él solamente, hay que pensarla en términos del ofrecimiento de un ambiente que satisface sus necesidades de dependencia o que, al contrario, no logra satisfacerlas.
De este modo, es el Otro, generalmente la madre, quien traduce o interpreta las necesidades del niño; en este permanente intercambio, una “madre suficientemente buena” dejará suficiente espacio como para que su bebé acepte su ausencia, pero no tanto como para que su ausencia se transforme en un verdadero agujero.
De este juego de ausencia y presencia, cuyas reglas y trampas están …
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