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José Ramón Ubieto, psicoanalista: “El tiempo hiperactivo anula el tiempo para comprender y con él la creación y el pensamiento”

Cada día se diagnostican en España más casos de lo que se ha venido a llamar TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad). En las aulas de primaria un porcentaje elevado de alumnos es medicado debido a esa y otras etiquetas diagnósticas. Pero ¿qué hay detrás de ese acrónimo?. ¿Existen evidencias científicas o genéticas que permitan diagnosticar el TDAH.? ¿Por qué ahora algunos de los creadores del término hiperactividad admiten que se trata de una enfermedad ficticia o que ha habido un exceso diagnóstico?. José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y Psicoanalista es autor del libro TDAH. Hablar con el cuerpo que la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona presentó hace unos días en el Palau Robert. En su obra distingue, en primer lugar, el trastorno del síntoma y pone la importancia en la subjetividad de los niños en todo el proceso de comprender el TDAH. En una época donde la prisa impera, ese tiempo para comprender parece haber pasado a un segundo plano. Ubieto nos da un toque de atención para entender el malestar que expresan los cuerpos de estos niños agitados por la subjetividad de la época.

Déficit de atención, hiperactividad, impulsividad y algunas palabras más se agrupan hoy en un cajón de sastre de cuatro letras. ¿A qué alude el acrónimo TDAH?

Históricamente siempre se ha constatado que hay un grupo de chicos que no quieren aprender, que por diferentes razones no pueden aprender, transformándose así en un síntoma de la voluntad educativa. Durante el siglo XIX encontramos, con términos propios de la época, los primeros cuadros diagnósticos en los que se toma ya algo de la conducta de estos niños como defectos mórbidos. Vemos pues que hay algo allí que se opone a la voluntad educativa. Este tema fue evolucionando y tomando diferentes fórmulas hasta que en un momento determinado se empezó a pensar en una hipótesis de un daño cerebral. Más adelante, en los años 50-60 se empieza a considerar la hipótesis neurobiológica y es entonces cuando aparece el nombre de hiperactividad y se constituye como un nombre contemporáneo para aquello que, en realidad, siempre había estado tratado como un déficit en relación a lo que era la educación. Hoy nos encontramos ese diagnóstico forjado a partir de ahí, a partir de cómo ir nombrando ese resto, ese imposible de la educación misma.

¿Existen evidencias biológicas o genéticas que permitan diagnosticar el TDAH?

En estos momentos, aunque para algunos eso parece un poco menos conocido, no hay ningún marcador biológico ni genético que de cuenta que el TDAH esté relacionado con lo que sería una enfermedad. Una enfermedad es, precisamente, algo que debería tener marcadores biológicos pero no existe ni una analítica, ni ninguna prueba genética que nos permita decir eso respecto al TDAH. Lo único que hay son sospechas no confirmadas de posibles factores neurobiológicos o genéticos.

¿En su experiencia en la clínica ha detectado dos niños diagnosticados de hiperactividad iguales?

No, porque no hay dos niños iguales. Si sólo observamos conductas, lo que sí podemos ver que hay son fenómenos que se pueden describir como similares: niños que interrumpen al profesor cuando se les está dando la instrucción, niños despistados que no pueden captar toda una secuencia de una pauta educativa, niños impulsivos, etc. Desde el punto de vista fenomenológico sí se podría decir que hay dos niños similares pero desde el punto de vista de cómo pensar el lugar que esos actos y conductas ocupan dentro de lo que es el psiquismo de un niño no hay nunca dos niños iguales.

¿Entonces por qué casi todos esos niños reciben el mismo tratamiento farmacológico?

Porque hay esta hipótesis de que se trataría de una conducta que tendría una explicación de tipo neurobiológico y que no habría nadie detrás. Según esta hipótesis no habría un sujeto que pudiera responder de esos actos. De esos actos más bien responderían sus déficits. Si se considera que más que de un sujeto se trataría de un déficit en los neurotransmisores, entonces, según esa creencia, es posible un fármaco que incida en esos déficits de un neurotransmisor. Los psicoanalistas partimos de una idea bien diferente, tenemos en cuenta el síntoma y la subjetividad.

ubieto

En el mundo contemporáneo parece que cada vez más se imponga la biología a la biografía de una persona. ¿Ubicar estos diagnósticos únicamente en base a trastornos de conducta, a un simple desequilibrio químico o a un cerebro que no funciona bien, tiene riesgos?

Tiene muchos riesgos. El primero es el riesgo de reducir al sujeto a la categoría. Eso implica varias cosas. La primera y la más importante es que lo singular del sujeto queda fuera, pues la categoría implica cierta homogeneidad. Todos los detalles, todas aquellas cosas que harían a un sujeto singular ya no entran, se quedan limadas por el efecto envolvente de la categoría. La segunda cosa que implica esa categorización es que tiene una consecuencia en el plano ético: la desresponsabilización del sujeto. Ya no se trata de que uno tenga que responder de eso sino que es la clasificación, y todo lo que ello implica, quien responde por él.

Leon Eisenberg, el inventor del término hyperkinetic, dijo a sus 87 años, poco antes de morir, que el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia. Hace poco Allen Frances, un psiquiatra americano y uno de los creadores del DSM, el manual donde se recogen los diagnósticos de las enfermedades mentales, critica ferozmente la psiquiatrización de la vida. ¿Qué vienen a decirnos esta suerte de confesiones de última hora?

En todos estos casos vemos siempre que más que algo del orden del rigor científico, de lo que se trata es de un consenso entre profesionales. Muchos de ellos son universitarios o clínicos que consensúan unos acuerdos que pasan a convertirse en evidencias científicas cuando en realidad se trata sólo de eso, de consensos. Creo que estas confesiones nos hablan de la falta de solidez respecto a lo que sería una psicopatología infantil. Una falta de solidez que viene a ser sustituida por el consenso. El consenso lo que permite es que haya cierta fiabilidad en cuanto a que se pueden establecer unas pautas que sean acordadas por mucha gente pero, en cambio, la validez de ese constructo, de esa definición y de ese cuadro psicopatológico, es muy escasa. Cuando además, como en el caso de la infancia, se ha producido una medicalización abusiva, lo que se viene a constatar es que ha habido un abuso que ha provocado un efecto reactivo incluso por parte de aquellos que lo promovían. Keith Conners, por ejemplo, en su blog ADHD World habla él mismo de epidemia cuando ha sido precisamente él, a partir de sus cuestionarios y todas sus aportaciones, uno de los que más ha contribuido al desarrollo de la hiperactividad. Con estas confesiones, Conners, Frances o Eisenberg vienen a mostrar que son conscientes de que han contribuido a generar esa epidemia y que, de algún modo, se les ha ido de las manos.

¿Se tiende a confundir trastorno con síntoma? Y en tal caso ¿cuál sería la diferencia?

Sí. Digamos que el trastorno sería algo que debe eliminarse por definición porque indica que hay algo deficitario. Hay algo que, en si mismo, requiere de su extirpación. En cambio el síntoma, para nosotros, sería algo que más bien requiere una interpretación. No sería algo que deberíamos eliminar sino algo que debemos considerar como una manifestación del sujeto y que, por tanto, lo tenemos que tomar como un índice, como una solución, como “una formación de compromiso del sujeto”, como decía Freud. Los psicoanalistas confiamos en el síntoma. A través del síntoma vamos a poder localizar al sujeto. El trastorno, tal como se piensa en los manuales y en la psiquiatría biologicista, más bien es algo considerado como un error, un déficit, algo que conviene eliminar. Dos visiones bien diferentes.

La medicación se presenta cada vez más de manera cronificada. ¿Se puede hacer un buen uso de la medicalización de la infancia?

Sí. En realidad, la etiqueta diagnóstica hay que tomarla también como un instrumento. Freud tenía una clínica. La clínica estructural de Freud es una clínica de la clasificación también: neurosis, psicosis y perversión. Hay que entender que la clasificación diagnóstica, la medicación, las redes de atención, son todo ese instrumental que tenemos y al cual no debemos renunciar, ni del cual tampoco debemos desdecirnos demasiado. La estrategia que nos conviene, más bien seria cómo descompletar esas fórmulas para que no absorban al sujeto dentro de ellas. La medicación en la infancia o en la edad adulta no es un problema en sí mismo. En muchas ocasiones sólo la medicación permite a un niño poder mantener una conversación con un profesional, un psicoanalista o un psicólogo y por tanto la medicación es una herramienta que podemos utilizar. El problema es que cuando perdemos de vista cuál es la finalidad del uso de esta medicación, ésta se convierte en un fin en sí mismo y es entonces cuando perdemos de vista lo que es más importante: la subjetividad. La medicación es imprescindible en muchos casos. A veces también tiene sus funciones en los niños hiperactivos. En cualquier caso, un buen uso de la medicación implica saber qué efectos subjetivos tiene para cada sujeto, para cada niño. La medicación a veces puede tener un efecto de serenidad o de calma. Para otros niños la medicación puede ser pensada como un castigo o como el reconocimiento de que han hecho algo que no debían. Para otros, la medicación tiene un efecto de destruir su capacidad, su imaginación, los deja un poco atontados o desvitalizados. Así pues, hay que ver cada caso. La medicación, a parte de los efectos de la bioquímica, tiene un efecto distinto para cada niño.

En España hay aulas de primaria en las que ya existe un alto porcentaje de niños medicados. ¿Qué importancia tiene la escuela y la educación en este tema?

En los últimos años, la escuela se ha visto desbordada por toda una serie de transformaciones sociales, familiares, así como por toda una serie de cambios que tienen que ver también con el estatuto del saber y con la degradación de la palabra. Todo eso ha afectado el sistema educativo y ha producido que hayan emergido algunos problemas conductuales. A eso hay que sumarle la presión de los propios padres que muchas veces exigen a sus hijos determinados resultados. Encontramos también ciertas posiciones de determinados sectores profesionales a favor de la industria farmacéutica. Todo ello ha contribuido a que la educación haya delegado parte de sus funciones en otro sistema: el sistema de salud. La educación se ha visto colonizada en parte por la psiquiatría y por la propia psicología. En este sentido se ha vuelto vulnerable porque ha perdido capacidad de respuesta. En muchos aspectos como el TDAH, el acoso escolar u otros temas, vemos que las estrategias educativas son fundamentales para abordar todos estos problemas. Creo que más bien en la actualidad el lema debería ser: primero la educación. Pensemos primero qué estrategias educativas se pueden hacer para poder ayudar a estos chicos en sus aprendizajes y a partir de aquí veamos qué parte de imposible hay en la educación para buscar, desde ahí, otras soluciones, otras estrategias terapéuticas, médicas. etc.

¿Cómo se puede hacer para que el sufrimiento del niño incluya a todas las partes: niños, padres y profesionales?

La primera cuestión es partir de un supuesto ético fundamental para nosotros y es que los sujetos eligen, también los sujetos infantiles. Es en el momento que eligen que se les puede pedir que respondan de eso que han elegido. Eso quiere decir que para nosotros los niños son sujetos de pleno derecho. Como sujeto de la palabra tenemos que partir de la idea de que tenemos que sostener con ellos una conversación alrededor de sus malestares y de las cuestiones que les hacen sufrir. Pero además tenemos que tener en cuenta que no sólo debemos tratar al niño. Debemos tratar también al Otro del niño porque en el trabajo con ellos es muy importante tomar en cuenta que ese Otro, sean los padres o los adultos que les rodean, tiene un peso importante. De los padres es muy importante tomar en cuenta el saber que tienen sobre lo que les pasa a sus hijos. Los propios padres tienen sus teorías y sus creencias acerca de ello. Nosotros tenemos que partir de eso que ellos plantean para hacerles hablar y entrever cómo se pueden dialectizar algunas ideas que pueden ser muy fijas.

¿Ideas fijas?

A veces, por ejemplo, escuchamos a padres que dicen: “lo que le pasa a mi hijo es herencia, esto ya le ocurría al abuelo”. Esas palabras se convierten en una especie de certeza de destino, de que eso es así y es inamovible. Se trata de poder hacer hablar a esos padres sobre esa certeza de destino para que vaya diluyéndose, perdiendo peso, y puedan plantearse así otras hipótesis para que su hijo pueda también plantear su síntoma como propio y no como heredado de los otros. En relación a otros profesionales hay que ver en cada caso cuáles son los factores que entran en juego. Es importante poder compartir la idea que nos podemos hacer de un sujeto porque cuando hay varios aspectos en juego la visión de uno es absolutamente parcial. En muchas ocasiones el docente puede no tomar en cuenta realidades y situaciones familiares que pueden ser muy problemáticas para un niño.

Presentación del libro de José Ramón Ubieto 'TDAH. Hablando con el cuerpo' organizada por la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona en el Palau Robert.
Presentación del libro de José Ramón Ubieto ‘TDAH. Hablando con el cuerpo’ organizada por la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona en el Palau Robert. Imagen: BCFB.

 

¿De esa idea parte su propuesta de trabajo en red?

En realidad el modelo que yo planteo sobre el trabajo en red es un modelo muy clásico, muy antiguo y muy poco original. Trabajo en red es cómo organizamos una conversación interdisciplinar entre aquellos profesionales que están interviniendo sobre un niño, sobre una familia o sobre un adulto. En ese trabajo hay dos finalidades: por un lado, orientarnos en la dirección de ese tratamiento, saber hacia dónde vamos, saber cuáles son los puntos cruciales que se ponen en juego, tener una idea del caso, construir el caso;  por otro lado, ayudar a que cada uno sostenga su acto sin que la angustia o las situaciones de extrema vulnerabilidad en las que alguna vez se encuentran algunos profesionales, los bloqueen.

¿Nos puede poner algún ejemplo?

Hay situaciones que observamos en la clínica de lo social donde la precariedad por situación de violencia o maltrato precipita, a veces, actuaciones profesionales como puede ser retirar la custodia de un niño. El trabajo en red lo que permite es que al compartir esa situación con otros profesionales, uno no tenga que precipitarse porque tiene un apoyo. Esa conversación le ayuda a formarse una idea del caso sin tener que hacer un pasaje al acto profesional.

Una frase de Lacan encabeza su libro: “Yo hablo con mi cuerpo, y eso sin saberlo. Digo pues siempre más de lo que sé”. ¿De qué habla el cuerpo de los niños hiperactivos o desatentos?

Nosotros partimos de la idea de que venimos a un mundo de lenguaje y que lo primero que nos recibe en la vida son dichos familiares que escuchamos. Esos dichos familiares nunca nos dejan indiferentes. Son dichos que penetran en el cuerpo, repercuten y afectan nuestro cuerpo y al principio lo hacen sin que nosotros podamos añadirles una significación. No podemos tener una idea precisa de lo que eso significa pero sí que eso forma parte ya de nuestra biografía. A partir de ahí, vamos a ir añadiendo otros significantes para tratar de hacer un relato. Hablar con el cuerpo quiere decir darse cuenta que esos dichos, que han formado parte de nuestra introducción al mundo, han ido dando forma a lo que sería todo nuestro funcionamiento pulsional. Ha habido una articulación, un empalme entre las palabras y el cuerpo que ha ido dando forma a todo nuestro funcionamiento en relación a los objetos: el objeto de la demanda, el objeto oral, el objeto anal, el objeto mirada, etc. Hablar con el cuerpo quiere decir también poner en juego ese funcionamiento de la articulación entre la palabra y el cuerpo. Estos niños agitados nos hablan de cómo ellos toman posición en relación al otro. Puede ser una posición de fijación a una demanda, puede ser de rechazo, puede ser de desatención, puede ser de prisa, puede ser de urgencia. En fin, cada uno de estos niños toma posición, se presenta con el cuerpo al otro y le habla. Le habla en el sentido de que trata así la demanda del otro.

¿Un lenguaje que a menudo molesta al otro?

Es un lenguaje que perturba, de algún modo, lo que sería el ritmo programado de los aprendizajes porque es una manera de no responder del todo a la demanda del otro. En la demanda que se formula en relación a los aprendizajes, el sujeto puede reservar una posición de desafío, de provocación o de rechazo. Esa posición introduce un elemento que no figura en el programa. No está en el guión. Y eso, claro está, perturba de algún modo.

La hiperactividad parece que no únicamente afecta a la infancia sino que se empiezan a detectar casos en adultos. Visité una página que cita en su libro Everydayhealth en la que en pocos minutos y con tan sólo seis preguntas aseguran descubrir si usted es TDAH. ¿Debemos preocuparnos?

Es una consecuencia lógica de la idea de reducir el sujeto a un atomismo psíquico. Se trata de esta ilusión que plantean algunas neurociencias. De igual modo que la física es una ciencia prestigiosa porque ha logrado reducir la materia a partículas subatómicas –y así predecir-, la pseudociencia charlatana, revestida de neurociencia, mantiene que nosotros podríamos también tomar al sujeto y reducirlo a un atomismo psíquico. Ese atomismo psíquico implicaría identificar partículas elementales en el cerebro. Si se parte de esa idea es lógico pensar que hay una continuidad entre el niño y el adulto y que cuando uno tiene un déficit en algún neurotransmisor lo tiene a los 5, a los 10, a los 20, o a los 30 años, por lo tanto, va a necesitar medicación y tratamiento durante el resto de su vida.

¿El tiempo hiperactivo es un síntoma de nuestro tiempo?

Más que un síntoma, el tiempo hiperactivo nos plantea cómo pensamos nosotros el tiempo en la actualidad. Se trata de un tiempo de la discontinuidad, un tiempo de lo fragmentario, un tiempo de lo instantáneo, de lo inmediato. Nos encontramos con una noción del tiempo muy diferente a la noción del tiempo de la modernidad, momento en el que se estableció el reloj como instrumento de cálculo del tiempo en relación a la industria. La industria necesitaba calcular los tiempos de producción. Ahora hemos sobrepasado ya esa época y el tiempo y el espacio como coordenadas de la modernidad han perdido fuerza. Hay una reflexión de Martin Heidegger muy interesante que ya en el año 1946 en un texto (‘La pregunta por la cosa’) se pregunta sobre qué pasaría si un día se pudiese tener conocimiento de algo que, al mismo tiempo, ocurriera en Tokio y con el rey de Francia. Antes de la aparición de internet, Heiddegger ya se hacia esta pregunta: ¿qué pasaría si ese tiempo de repente se convirtiera en un tiempo de un presentismo absoluto? Utiliza esta reflexión para preguntarse por la dimensión ética del tiempo, sobre cuál es la finalidad del tiempo. Creo que ahora el tiempo es hiperactivo porque refleja la voluntad de no perder nada. La idea de multitasking se convertiría en una especie de borramiento de la pérdida, eliminaría la castración porque el tiempo dejaría de producir el efecto de nuestra caducidad, totalmente ilusoria. Además, introduce otro elemento muy importante y es que el pensamiento y la creación necesitan del intervalo. El tiempo hiperactivo lo que anula es el intervalo porque a una tarea le sucede otra. El problema del tiempo hiperactivo es que al anular la espera como una función psicológica importante, lo que Lacan define como el tiempo para comprender, anula también la creación y el pensamiento. De esta manera queda la metonimia de la información, que es lo que sucede ahora.

¿Vivimos en una época en la que hemos perdido la capacidad de saber esperar?

Exacto. El tiempo hiperactivo lo que vendría es a reciclar cualquier pérdida para mantener la ilusión de que la castración no aparecería. El eslogan de la época seria: nothing is imposible, no hay nada que sea imposible. Pero no hay que olvidar que el vacío sería la condición, la falta constitutiva, para el deseo.

‘El falo enamorado’ de Silvia Fendrik. Una revisión de los mitos y leyendas sobre la sexualidad masculina.

Después de haber escrito valiosos libros sobre el psicoanálisis de niños y sus protagonistas, desde Anna Freud y Melanie Klein hasta Arminda Aberastury y Telma Reca, y luego de haber escudriñado profundamente en la anorexia y la bulimia, Silvia Fendrik se anima a internarse en un tema tan apasionante como poco frecuentado, la sexualidad del varón, del hombre, no menos enigmática que la de la mujer, mucho más estudiada.

Fendrik fija su mirada en personajes arquetípicos, Hamlet, Don Juan, Casanova y Fausto, que encarnan un fértil campo de estudio y de reflexión. Todos ellos, sin duda, son el hombre frente (o junto) a la mujer; pero muy distintos entre sí, tal como los entiende esta mujer cuestionadora e inquietante que es Silvia Fendrik.

La relfexión de Silvia Fendrik culmina con un bello ensayo sobre Antígona, y es así una mujer la que cierra este estudio sobre la sexualidad del hombre. Fendrik comienza con un dato inesperado, poco conocido: Sófocles escribió Antígona veinte años antes que Edipo Rey y treinta antes que Edipo en Colono, que es la tragedia póstuma de Sófocles…
Del prólogo de Horacio Etchegoyen

Psicoanálisis y literatura

LAS OTRAS LECTURAS DE FREUD.

Carlos Rey

“Hay que llevar verdaderamente el caos
dentro de sí para poder engendrar una
estrella danzarina”

(Zarathustra)

Hay lecturas que dejan huella, como por ejemplo la lectura, análisis e interpretación por Sigmund Freud de Edipo de Sófocles. De los más de cuatrocientos términos y de los noventa conceptos estrictamente freudianos, es precisamente el complejo de Edipo el concepto central, el corazón del cuerpo teórico del método de investigación y análisis psicológico, por él creado. Concepto que mantuvo vigente de principio a fin, cuando ya no tenía abuela: “Creo que tengo derecho a pensar que si el psicoanálisis sólo tuviera en su activo más que el descubrimiento del complejo de Edipo reprimido, esto bastaría para ubicarlo entre las nuevas adquisiciones preciosas del género humano.”

Como suele ocurrir que una lectura remite a otras muchas lecturas, la segunda lectura capital para Freud fue Hamlet de Shakespeare. Así se lo escribe a su amigo y médico alemán Wihelm Fliess: “Una idea me ha cruzado por la mente, la de que el conflicto edípico puesto en escena en el Oedipus Rex de Sófocles podría estar también en el corazón de Hamlet. No creo en una intención consciente de Shakespeare, sino más bien que un acontecimiento real impulsó al poeta a escribir ese drama, y que su propio inconsciente le permitió comprender el inconsciente de su héroe.” Y como no hay dos sin tres, este tríptico lo completa la novela de Fedor Dostoievski, Los hermanos Karamazov. “Por lo que al escritor se refiere –dice Freud- no hay lugar a dudas, tiene su puesto poco detrás de Shakespeare. Los hermanos Karamazov es la novela más acabada que jamás se haya escrito.” Si en Edipo rey descubre lo universal del inconsciente disfrazado de destino, en Hamlet será la inhibición culpable y en Los hermanos Karamazv el deseo parricida.

La consecuencia de la presión que ejerce sobre el ser humano el complejo de Edipo sería una particular subjetividad trufada de tensiones y la necesidad de narrar, de relatar, de dotarse el humano de otra historia diferente de la real. Una diferente ascendencia, otra familia, unos padres distintos a los de la filiación, por ejemplo; y en general, la necesidad de ficcionar nuestra realidad para comprehenderla. Por nuestra cultura judeo-cristiana somos hijos de la parábola. (¿Los nuestros serán los hijos de la parabólica?). A ese relato como recurso para atenuar el peso de la prohibición del incesto, Freud lo llamó, curiosamente, La novela familiar del neurótico. ¿Qué relación existe entre éste tipo de narración oral y lo que se relata en la novela como género literario? De entrada se puede decir que comparten el mismo origen pero que toman distintos itinerarios para llegar a un mismo fin: la simbolización. El como si… imaginario, tanto en literatura como para el psicoanálisis, aspira a la representación metafórica. Una buena diferencia encontrada entre la novela como género literario y La novela… del psicoanálisis, es la que nos ofrece la escritora francesa Annie Ernaux. ”No deseo escribir ningún relato, pues eso significaría crear una realidad en lugar de buscarla.” Y otra gran diferencia, la que establece con la escritura plana, descriptiva, o conocida como literatura del yo. “Y tampoco quiero limitarme a reunir y a transcribir las imágenes que conservo en la memoria, sino tratarlas como documentos que se aclararán los unos a los otros al estudiarlos desde diferentes ángulos (Elaborar). Ser, en pocas palabras, etnóloga de mí misma”. Otros escritores como Cesar Antonio Molina, al escribir sus memorias nos aclara que son “memorias de ficción”. “Es la novela de mi memoria, porque para contar cosas de la propia vida hay que hacerlo desde la ficción.”

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Psicoanalistas en la ciudad

(Ponencia presentada en las III JORNADAS DE LA FUNDACIÓN EUROPEA PARA EL PSICOANÁLISIS. Barcelona, abril de 2000)

Hace algunos años tuve ocasión de oír la queja de un importante gestor cultural de esta ciudad. Decía el hombre -entre irritado y deprimido- que era imposible discutir con los psicoanalistas porque acaban con cualquier controversia por el método del lanzamiento de una interpretación terminante que hace callar al oponente. Debo decir que no me sorprendió su experiencia, aunque si me hizo pensar en lo paradójico que resulta que los psicoanalistas se distinguieran por hacer callar a alguien al presentarse como detentores de saber. La paradoja estriba -es evidente- en que el lugar que hay que suponerle a un psicoanalista es aquél que causa la palabra y que el saber que se le supone es el que le permite, desde esta posición, maniobrar para que aquella pueda ser escuchada.
Por otra parte es un lugar común decir que el psicoanálisis está poco arraigado en nuestra sociedad y atribuir tal debilidad a las enormes resistencias de las formas que toma la cultura hoy en el mundo. Si bien comparto el juicio sobre la débil implantación del psicoanálisis hoy y aquí, no comparto la hipótesis que lo atribuye a la resistencia del medio. No quiere esto decir que yo desconozca que el medio es resistente, desde luego lo es. Lo que me llama la atención es la homogeneidad del enunciado “el medio es resistente” con aquel que atribuye toda la resistencia en el análisis a los analizantes. Que uno y otros resistan no debería sorprender a nadie: resiste el discurso y los psicoanalistas también resisten. Me parece que es con la propia resistencia con lo que cada quien puede operar como medida imprescindible para tratar de la presencia del psicoanálisis en el mundo.
Sabemos que, desde el principio, despertó la desconfianza, el temor, la burla y la irrisión. Plantear la existencia de la otra escena en el reino del Yo debe, necesariamente, provocar reacciones intensas -como ha sido el caso a lo largo y a lo ancho de la historia- aunque también hay que decir que ha tenido valedores de gran peso intelectual y una indudable influencia en el mundo de las artes. No es ése el caso hoy. Para seguir avanzando debo decir que, a mi modo de ver, el lugar deseable para el psicoanálisis, no está en el centro de la cultura, sino que estaría más acorde con su potencialidad subversiva situarse en un margen. (Matizaré este punto más adelante).
Sucede que, aquí y ahora, se puede decir que está más allá de los márgenes, casi fuera del campo, lo que es muy otra cosa ya que atenta a la posibilidad de transmisión y de progreso en la producción teórica.

Hay, sin duda, una relación entre el lugar que ocupa el psicoanálisis en una cultura y la posición que toman los psicoanalistas en la misma. Para empezar se puede reconocer en el psicoanalista sabelotodo una figura más abundante de lo que sería de desear. Para éste y, a pesar de las severas advertencias de Freud en sentido contrario, el psicoanálisis es una “Welstanchaung“, una concepción del mundo, un todo-terreno hábil para transitar por cualquier territorio. Se hacen hasta predicciones que desmienten que quien las hace sepa que, si bien se puede reconstruir un camino que parte del síntoma para llegar – tras no pocos meandros- al fantasma que lo causa, no se puede, sin embargo, hacer el camino en sentido contrario. Dicho en palabras llanas, nadie sabe en qué adulto se convertirá un niño aquejado, como todos, de unos padres que fallan. El psicoanálisis como método y como teoría no debe cumplir las funciones de decodificador, aunque esa sea la demanda que recibe de lo social que no se distingue en eso de la demanda del consultante: -“explíqueme, déme sentido”-. -“Explique, de sentido”-.

Hay, a mi modo de ver, una correspondencia estricta entre la posición que quiere atribuir a un psicoanalista un saber sobre “todo” y las manifestaciones de algunos psicoanalistas que parecen creer que tienen un instrumento para dar razón de cuanto ocurre en el mundo. Se puede decir que hay un fantasma compartido desde ambos lados: es la esperanza de que “todo” se pueda decir, que “todo ello” se pueda explicar.
Si esta es una cara de la moneda de la presencia de los psicoanalistas en la cultura, no es desde luego, la única: hay muchos que trabajan, regularmente, fuera del dispositivo tradicional y reciben ahí otra versión de la misma demanda: se les piden técnicas que reduzcan el malestar que promueve la cultura en nuestro tiempo. Este malestar está presente, por ejemplo en las múltiples versiones de lo que se llama “familias desestructuradas”: encontramos sujetos perdidos en la miseria económica y en la desesperanza moral, oímos hablar de niños que afirman que de mayores quieren ser delincuentes porque ése es el mejor futuro que se les alcanza imaginar. No voy a hacer un catálogo de situaciones de pobreza, soledad y desesperanza, baste con decir que el margen, aquello que se consideraba lo marginal de la sociedad y por ende de la cultura se ha ensanchado mucho y parece tender a seguir creciendo peligrosamente. Ahí en ese espacio creciente algunos psicoanalistas trabajan como clínicos y también en lo que se conoce como tareas de formación: supervisiones, asesorías, cursos, etc. Trabajan con los que trabajan en ese margen: psicólogos, educadores, maestros, profesores, enfermeros, cuidadores, personal de limpieza, trabajadores sociales… Todos ellos, sometidos a una enorme presión, piden recursos: qué hay que hacer, cómo y cuándo hay que hacerlo.

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Psicoanalistas en la ciudad.

Pilar Gómez

ÚTERO, AMOR y GOCE


¿QUÉ PUEDEN ESPERAR DEL PSICOANÁLISIS LAS MUJERES DE HOY?

Las preguntas acerca de qué se puede esperar del psicoanálisis actual, en qué consiste su diferencia respecto a otro tipo de terapias que actúan también por la palabra y cuál es su respuesta al malestar neurótico de finales del siglo XX, están a la orden del día. Para algunos, el psicoanálisis solo se diferencia de cualquier psicoterapia por su larga duración, para otros, el psicoanálisis es una terapia obsoleta, solo útil para los grandes cuadros histéricos, hoy en día poco frecuentes. Es por ello que cuanto más aclare el psicoanálisis cuál es el estatuto de su acto, cuáles son sus fines , cuál es su articulación con la ciencia, con el discurso actual de la civilización , más posibilidades tendrá de existir en el futuro .

La histérica, fue la inventora del psicoanálisis en una época en la que la aparición del saber científico en la práctica médica producía la forclusión del sujeto. Su respuesta a esta situación y la docilidad de Freud a sus requerimientos dieron lugar a la aparición del psicoanálisis. Un siglo ha pasado desde entonces y algunos cambios se han producido no solo en las manifestaciones clínicas de la histeria, sino también en la fenomenología femenina. De algunos de esos cambios, que son sin ninguna duda avances en la civilización y en la vida de las mujeres, es en parte responsable el psicoanálisis, y es sin duda evidente que los decires actuales que los psicoanalistas escuchan en el diván, las demandas , los síntomas se han modificado. Por eso mismo el psicoanálisis deberá pensar cuáles son los cambios en la civilización actual que tienen importancia en lo que concierne a las mujeres , qué ha cambiado el discurso actual de los deseos femeninos, incluso de los avatares de sus pulsiones. Es sin duda evidente también que en el propio psicoanálisis se ha producido una puesta al día de algunos de sus conceptos , muy especialmente los que conciernen a la teoría de los goces y de las posiciones femenina y masculina que de ellos se deducen.

La cuestión femenina es central para entender al sujeto contemporáneo y el psicoanálisis no puede obviar esta cuestión. Freud abordó el tema en muchos y variados trabajos, situó a la mujer enteramente del lado de la castración y dejó abierta una pregunta sobre el deseo femenino. Fueron fundamentalmente las mujeres psicoanalistas contemporáneas de Freud las que sostuvieron un debate de gran altura sobre la cuestión de la sexualidad femenina en los años 30. A la muerte de Freud dos mujeres tomaron el relevo teórico del psicoanálisis: Anna Freud y Melanie Klein que influyeron decisivamente en el desarrollo de la práctica psicoanalítica con niños y en la promoción de la figura de la madre como respuesta a la pregunta freudiana sobre el deseo femenino. La consecuencia fue que dejó de hablarse de falo , de castración y de goce para hablar de maternaje, buen y mal objeto y adaptación a la realidad.

Lacan en el Congreso de Amsterdam de 1960, en un texto escrito dos años antes, reflexiona sobre la incidencia de la sexualidad femenina en lo social . Cuestiona las objeciones desarrolladas por los post-freudianos respecto a la fase fálica considerándolos desconocimientos y prejuicios. Recordémoslos: El conocimiento de la vagina, el masoquismo femenino y el temor a la penetración así como los desarrollos de Jones sobre la fase fálica. Lacan incluye sin reservas a la mujer en la fase fálica, pero se pregunta si la mediación fálica basta para dar cuenta de todo el goce femenino y de sus manifestaciones pulsionales. Es decir que abre la cuestión de que no todo en la mujer está recubierto por la castración, que la mujer es no-toda madre. Lacan le da la palabra a la mujer por primera vez en la historia del movimiento psicoanalítico y aunque más adelante señalará los límites de lo que las mujeres pueden decir, los aportes de Lacan respecto a la cuestión del goce femenino significan una clara ruptura con planteamientos anteriores, incluido Freud.

Algunos cambios en la civilización actual

1. La liberación sexual de los años 50, en la que el psicoanálisis tuvo sin duda alguna una incidencia decisiva, produjo modificaciones importantes en la vida de las mujeres. El cambio espectacular se produjo con la comercialización de los anticonceptivos en los años 60. Este hecho , junto a la despenalización del aborto, dió lugar a una verdadera separación entre sexualidad y maternidad . Desde ese momento las mujeres podían verdaderamente disponer de su cuerpo y su sexualidad y sobre todo incidir en una cuestión tan fundamental como es el control de la natalidad lo cual ha dado lugar a intensos debates acerca de los límites entre el derecho individual de la mujer y los derechos colectivos de la sociedad. Las mujeres tienen un poder nuevo para decidir cuándo, cómo y con quien tener un hijo. Una nueva libertad produce en muchas ocasiones conflictos subjetivos, síntomas nuevos en las mujeres de hoy.

2. Los modelos familiares han cambiado. Cada vez es más frecuente encontrar grupos familiares constituidos por una pareja e hijos de relaciones anteriores en las cuales los límites edípicos son muy confusos y también familias monoparentales formadas por una madre y su hijo lo cual no deja de tener consecuencias en ambos ya que la mediación paterna no solo es necesaria para el niño sino también para la madre.

3. Freud a partir de su descubrimiento de la fase fálica distingue a los dos sexos en relación a un significante único, el falo, en relación al cual los hombres están en posición de tener y las mujeres de no tener. Con respecto a las mujeres distingue tres opciones , tres salidas de la fase fálica; las recordamos: elidir completamente el sexo, negar la falta lo que constituye el complejo de masculinidad y por último la que considera la buena salida que consiste en reconocer la falta e ir a buscar un sustituto por mediación del padre. Lacan se separa aquí de Freud acentuando la dimensión del ser, de su falta, común a ambos sexos. En relación a esta falta , el hombre la compensa mediante el tener fálico , por el contrario la mujer acumula la falta en ser y la privación del órgano fálico. Pero curiosamente esta doble falta le abre la posibilidad de una compensación , el ser el falo en su relación al partenaire masculino, posición con la que Lacan define a la histeria, tan frecuente en las mujeres. El conflicto que muchas mujeres experimentan en relación al falo, es decir entre el ser el falo y el tener el falo hoy en día adopta formas nuevas y produce nuevos malestares que no se limitan a una tensión entre el ser madre y el ser mujer, sino que se manifiestan como una pugna entre la vida profesional y la vida afectiva , entre el trabajo y el amor.

4. La restitución fálica para la mujer, ya no se limita al hijo , lo cual cambia definitivamente la relación entre ambos. Si para Freud la única salida neurótica válida para la mujer era encontrar un hombre sustituto del padre para que le proporcionara un hijo que la compensara de la falta fálica, hoy en día la civilización casi no pone límites a lo que una mujer puede conseguir en el terreno fálico. Pero el goce fálico es un goce limitado que obedece a la estructura discreta del significante, y por ello está siempre en falta. Lacan en el Seminario XX subraya el hecho de que el goce fálico es aquel que no conviene: “es el goce que haría falta que no fuese. Es el correlato de que no haya relación sexual y es lo sustancial de la función fálica” , es decir que el goce fálico es el goce del que la gente se queja como insuficiente o inapropiado, no solo las mujeres, también los hombres, pero es de ellas de quienes nos ocupamos aquí.

5. Los semblantes de la feminidad no son ya los mismos que en la época de Freud y como dice Lacan en “Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina”: La representación de la sexualidad femenina fija la suerte de las tendencias , es decir que los cambios en las representaciones de la mujeres inciden en sus avatares pulsionales . Es por ello que resulta difícil encontrar a La dama del amor cortés, o a la joven que conservaba su virginidad como un bien precioso. Por el contrario es frecuente encontrar a la “mujer objeto” sometida a la mascarada del fantasma masculino con la ayuda de las modernas técnicas quirúrgicas, las top-models anoréxicas, o las modernas trepadoras que hacen un cálculo de su estatuto de objeto del deseo masculino. Las mujeres , la clínica nos lo enseña, se entregan al fantasma del Otro a veces hasta perderse, pero medir lo que vale una mujer en el fantasma del hombre no agota la cuestión de su propia subjetividad.

6. El declive de la figura paterna que Lacan anunciaba en “La familia” tiene sus efectos en el Edipo Freudiano. Si la función paterna ,que para Freud estaba basada en el amor y el respeto, está hoy en día seriamente cuestionada esto tendrá sin duda sus efectos en el Edipo. Un tesis de G.Morel respecto a esta cuestión resulta interesante ya que se constata en la clínica: La desunión en sus componentes de lo que estaba unido en el Edipo freudiano, el niño, el goce , el amor. La primera consecuencia la comentamos al principio, la tentación de la mujer actual de prescindir del padre para tener un hijo. La segunda consecuencia aparece también cada vez con más frecuencia: las modernas devoradoras de hombres actuales que separan amor y deseo. Lo que Freud describió como una degradación general de la vida erótica en el hombre , es decir la división entre el objeto de amor y el objeto de deseo , es un fenómeno que se observa también en las mujeres .

7. A pesar de los grandes cambios de la civilización actual, de los avances científicos que han hecho realidad la reproducción artificial, las mujeres de hoy siguen interesadas en el amor. En los testimonios de los carteles del pase un hecho se impone: las mujeres hablan del amor. Las dificultades amorosas de las mujeres constituyen un motivo de demanda habitual. La demanda de amor neurótico apela a remediar la falta en ser, que en las mujeres tiene características muy propias. Así Freud nos dice que para una mujer el temor a la pérdida del amor es equivalente al temor a la castración en el hombre y una pregunta frecuente de aquellas que acuden al analista es si se puede cambiar la vida amorosa, si las condiciones de la elección de objeto se pueden modificar.

Conclusiones
No hay duda que existe un malestar inherente a la condición humana ya que por el hecho de su entrada en el universo simbólico se produce una pérdida de goce. Pero se puede concluir además que hay un malestar inherente a la condición femenina , que la ausencia de la significación última de un significante pacificador, no deja de tener consecuencias y las conquistas femeninas en el terreno de la emancipación, de su acceso a todo aquello a lo que los hombres han tenido siempre derecho, no han hecho más que acentuar las preguntas sobre su ser.

El siglo XX se ha destacado, entre otras cuestiones, por los cambios en la condición femenina y el psicoanálisis no se ha desentendido de la cuestión. Freud a principios de los años 30 en su Conferencia sobre La Feminidad reconoce el carácter fragmentario y poco grato de sus conclusiones, y aclara , casi a modo de disculpa , que ellas se refieren a la mujer en tanto ser sexuado, no en tanto ser humano. Recomienda a aquellos que deseen saber más sobre las mujeres, que consulten sus propias experiencias de la vida, interroguen a los poetas o que esperen los avances de la ciencia. Lacan retoma la cuestión y ya a finales de los años 50 en sus ”Ideas directivas para un Congreso sobre la Sexualidad Femenina” texto que tiene como programa la promoción conceptual de la sexualidad femenina en clara oposición a la promoción de la figura de la madre, y en el que cuestiona que la mediación fálica de cuenta de todo lo pulsional en la mujer , estableciendo que si bien todo lo analizable es sexual, no todo lo sexual es analizable, cuestión que antecede a todas sus posteriores formulaciones sobre las posiciones masculina y femenina derivadas de su teoría sobre el goce. En los años 70 Lacan hablará de la existencia de un goce femenino que no se refiere ni al goce fálico ni a la castración, así en el Seminario Aún lo denomina, goce suplementario en relación al goce fálico.

¿Cuáles son las incidencias de este nuevo campo abierto por Lacan sobre el goce femenino en nuestra época?
Aunque la actual civilización ha aportado una disminución de la discriminación femenina dado que la presencia de las mujeres en el terreno laboral e institucional, es cada vez mayor y que su marco ya no se reduce a las cuatro paredes del hogar conyugal, es decir ahora que el ser mujer no se reduce a ser madre y esposa, no por ello la pregunta por el ser mujer se hace menos acuciante y probablemente sea el psicoanálisis de hoy, con los aportes de Lacan a la cuestión femenina ,el único terreno en que les queda abierta a las mujeres la posibilidad de encontrar una respuesta propia a esta problemática cuestión que en cada caso se presenta de manera muy distinta. Hay una contradicción para las mujeres y es que cuanto más incluidas estén como ciudadanas más excluida queda la pregunta sobre la diferencia sexual y como consecuencia las mujeres mismas. Es por ello que solo una por una podrá encontrar su lugar en un discurso que le sea propio.

Una de las consecuencias posibles de este campo nuevo abierto por la enseñanza de Lacan podría ser la “feminización” actual del mundo psicoanalítico. Fracasados los movimientos feministas que proponían hacer de las mujeres La Misma que el hombre, la propuesta de Lacan de hacerla Otra a ella misma, es muy sugerente. Pero las mujeres descubren que el inconsciente solo conoce el goce fálico , que el otro goce, el goce Otro, es imposible de decir y que en el inconsciente no existe ningún significante que represente a La mujer. Este es pues un límite del alcance del psicoanálisis en lo que respecta a la posición femenina. Esta conclusión puede ser decepcionante para algunas , que podrían dirigir su demanda a la religión como señala Colette Soler en varias oportunidades. La religión verdadera, dice Lacan en “La Tercera”, se vale de todas las esperanzas, las santifica, y por ello se las puede permitir todas. El psicoanálisis no promete el paraíso y no ahorrará a nadie estar afectado por las paradojas del goce, pero es hoy en día el único discurso que ofrece una segunda oportunidad. La propuesta analítica significa la posibilidad de una nueva elección sobre el núcleo que producía horror, un efecto por tanto sobre la posición del sujeto, sobre su deseo, logrado mediante el saber que ha producido sobre su inconsciente. El psicoanálisis ofrece una nueva oportunidad ya que permite un nuevo encuentro con Das Ding y por tanto una posibilidad de anudamiento RSI-sinthome distinta. Y esa es una oferta válida para cualquier sujeto, sin distinción de sexo.

Acabaré exhortando a los psicoanalistas a participar en el debate sobre el sexo que es uno de los más importantes para nuestra civilización. Lo que la experiencia psicoanalítica testimonia es que hay dos tipos de goce: un goce fálico común a los dos sexos y un goce Otro más allá del órgano, goce que no entra en el desfiladero significante. Aunque las mujeres tiene un acceso más frecuente a ese goce Otro, también hay hombres que lo han experimentado por la vía del misticismo. Lo importante es recordar que la disimetría de los sexos es irreductible y aunque eso no debe significar caer en la fascinación del enigma femenino tampoco debemos creer que la mujer haya conseguido todo aquello a lo que tiene derecho.

Carmen Lafuente
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