Humillaciones

El-roto

En relación al nombramiento de Rodrigo Rato como consejero asesor de Telefónica

Humillar es hacer daño a otra persona aprovechando que no puede defenderse y sabiendo que con ese acto se la condena durante mucho tiempo a luchar contra su propia rabia. Un ejemplo paradigmático de acto de humillación lo podemos imaginar en un padre de familia que al llegar a casa se dirige a su hijo y en lugar de preguntarle cómo le ha ido el día y darle un beso, le sacude un par de bofetadas. El niño, atemorizado, busca a su madre para encontrar consuelo y protección pero ésta le responde que ha de aprender a respetar la voluntad de su padre. Y así cada día.

La humillación sólo conoce una vía de salida: denunciar al agresor y conseguir que pague por el daño cometido. Los regímenes democráticos entienden que la humillación ha de poder tener una vía de salida. En los regímenes totalitarios, en cambio, la humillación goza de impunidad y los tiranos no sienten vergüenza cuando su inmoralidad sale a relucir públicamente.

La rabia que la humillación inocula en la víctima no desaparece con el paso del tiempo sino que se acumula y cuando ya no tienen fuerzas para soportarla pueden ocurrir tres cosas:

a) que aparezcan todo tipo de manifestaciones psicopatológicas y psicosomáticas graves o muy graves.

b) que la rabia se descargue contra los demás en forma de violencia familiar o social.

c) que surja un movimiento social que de forma colectiva más o menos violenta sea capaz de construir vías de salida a la humillación en las estructuras del régimen totalitario, convirtiéndolo en un régimen más democrático.

El nombramiento de Rodrigo Rato como consejero asesor de Telefónica es un nuevo acto de humillación a los ciudadanos cometido por los poderosos de un país, que gobiernan imponiendo un régimen totalitario. Y sabemos perfectamente que no se tratará del último.

Pau Martínez Farrero