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Blog de La Casa de la Paraula

Los psicoanalistas no tienen ningún título

Jacques Nassif

Entre todos los profesionales del campo “psi”, como se dice hoy en día, los sucesores de Freud y de Lacan son los únicos que no se contentan con un diploma para autorizarse a ejercer su práctica teniendo como objeto lo que siguen llamando todavía el Inconsciente.

Sino que lo que ellos consideran como una condición sine qua non es el haber hecho ellos mismos, y a sus expensas, un psicoanálisis profundo, convencidos de que los estudios y los diplomas no bastarían para ello: no son universitarios sino unos artesanos del análisis, una práctica que busca un saber, pero que no se obtiene en la Universidad sino a través de una experiencia crucial: aquella de poder constatar hasta qué punto uno no es el amo en su propia casa.

No es dominando un campo del saber, mediante una enseñanza que valide una competencia, que se llega a ser psicoanalista, sino aprehendiendo la vida mediante un manejo sagaz de una transferencia, experiencia que permite rememorar su existencia a medida que uno la cuenta a un tercero privilegiado, para evitar repetir sus impasses.

Se llega a ser psicoanalista y se procura quedarse tal, sin poder nunca refugiarse detrás de un título, si y solamente si un análisis ha sido llevado suficientemente lejos para permitirle a un sujeto lograr que otras personas puedan beneficiarse de la experiencia adquirida de su inconsciente, al confrontar la formación que ha extraído de su análisis propio, con otros colegas que compartan el mismo recorrido, y que deberá continuar desarrollando, poniéndola en cuestión toda su vida de ahora en adelante.

Con ese fin, las asociaciones de analistas han sabido desde el principio alimentar y suscitar la formación continua de sus miembros a lo largo de su práctica profesional. Más allá de sus diferencias, estos colectivos que siguen las huellas de los pasos de Freud y de los refundadores de su discurso, constituyen verdaderos laboratorios de investigación, de los que las numerosas publicaciones dan testimonio.

¿Con qué fin mantener vivo el psicoanálisis? ¿Por qué dirigirse a un psicoanalista cuya oferta consiste precisamente en no plegarse a esa demanda, cuando de entrada se suele dirigir a un especialista de salud mental o a algún psicoterapeuta, ocupándose ambos de restablecer un bienestar perturbado por los avatares de la existencia?

Importa, en efecto, ser claro a este propósito más que ser clérigo1. Es en el juego con un malentendido y arreglándoselas para levantarlo en el curso de lo que se sigue llamando una “cura”, que Freud debió de colarse en el modelo de la medicina y de la psicopatología, mientras que lo que proponía consistía en ofrecer a un sujeto la posibilidad de comprometerse con una palabra consistente en decir en voz alta, sin seleccionar y como a vuelapluma, lo que pasara por su cabeza.

Ahora bien, lo que se obtiene por el sesgo de esta práctica del lenguaje no es de ninguna manera que alguien se haga cargo de uno quedando pasivo y sometido a sus cuidados, sino la decisión de no atribuir más su sufrimiento solamente al otro o a las circunstancias, intentando comprender porqué se ha instalado este padecimiento, y por otros medios que los tratamientos que proporcionan los medicamentos o los buenos consejos. Un psicoanalista no será ni médico ni cura, escribió Freud al pastor Pfister.

Nos parece que hoy por hoy ha llegado el momento de dar un paso adelante y de arrancarnos la máscara.

Puesto que la mayor parte de los gobiernos europeos, dada la extensión cada vez más generalizada del malestar que genera la civilización tecnocrática, al no ofrecer más que ventajas materiales, desean proponer una psicoterapia también generalizada a sus ciudadanos, hace falta marcar en qué reside la diferencia. Si los políticos entienden que para realizarlo han de legislar en este dominio, tanto en lo que concierne al título de psicoterapeuta como sobre los métodos a aplicar, es importante decir ahora, alto y fuerte, que el psicoanálisis no se debe clasificar intrínsecamente en el marco de lo médico ni de lo sanitario y que desea por eso mismo ni ser encuadrado ni reconocido por el Estado.

Dada la sociedad de control en la que vivimos, si es preciso, sin embargo, que los psicoanalistas se sometan, también ellos, a un control al que nadie puede o debe verdaderamente escapar, si es necesario a cualquier precio concederles un Estatuto, no sería pues ni del Ministerio de Sanidad ni del de Educación que debería depender el que obtengan una autorización.

En nuestra opinión, ese estatuto debería caer bajo la competencia del Ministerio de Cultura, en el mismo grado que los escritores o los actores, los pintores o los músicos. Consta que los psicoanalistas se entregan a una investigación solamente emparentada con las de la ciencia o de la filosofía, pero que depende más bien de cierta sabiduría, dado que ellos no pueden prometer los resultados previsibles y calibradores que se esperan de la aplicación de una técnica, pero sí preconizar para su práctica(1) las reglas a las cuales se someten y que no dejan de reajustarse en función de las personas, de modo que una aplicación de las mismas, por parte de aquellos a quienes por eso llaman analizantes, les permita tratar más directa y específicamente todo lo que cojea en una vida, porque cae bajo los efectos del inconsciente.

Su primera competencia consiste en todo caso en no abusar de la transferencia de la que se benefician y en analizar suficientemente el hecho de que se trata de una ficción que se despliega y no de una relación que se engendra, para que un psicoanálisis llegue a ser una escuela de libertad reencontrada. Para asegurarlo, no demandan más que reconocerse en el seno de sus asociaciones, para confirmar el hecho de que uno u otro entre ellos ha podido hacer de su existencia una obra digna de inscribirse en la tradición, exigente y fértil, de la vía abierta por Freud y sus continuadores.

Al mismo título que los escritores para sus lectores, los psicoanalistas no desean obtener otro reconocimiento que el de los analizantes que les han dado la suficiente confianza para que se vuelvan sus psicoanalistas, durante el tiempo contado y medido de unas sesiones que no serán requeridas para durar toda una vida, como puede ser el caso con un buen terapeuta.

Continuarán a tal efecto, y siempre que sea necesario, exigiendo que la segunda i griega del nombre que los designa (en francés) no se sustituya por error con una i latina como suelen hacerlo los empleados de los ayuntamientos, y tratarán de que se admita que el alma (la psyché), al que se dedica su forma de análisis, no se vea por tanto reducible a la obligación de ser inscrita en una “lista” por un rasgo o una calificación asignable desde el exterior, con el fin de ser tomada en cuenta por la administración estatal.

(Texto traducido del francés por Francisco Rodríguez Insausti y revisado por su autor)

El titulo original de este manifiesto es en francés: “Los psicoanalistas no son clérigos”, que es el antónimo de laico y que, en tanto palabra suelta, introduce el equívoco añadido de la palabra “clairs”, queriendo decir: claros. Se trata precisamente en este intento de ser un poco más claro en relación al oficio no codificado de esta profesión no reglamentada, como se lo reconoce en el caso, por ejemplo, de los traductores.

Nota 1: Estas reglas conciernen a la duración de las sesiones, su precio o la medida a guardar respecto a la no reciprocidad entre el analizante y su analista del conocimiento mutuo o del trato a evitar entre las personas concernidas y sus relaciones, con el fin de asegurar el secreto y la limitación a la única palabra que debe quedarse dirigida a un desconocido. Verdadero punto de apoyo para la palanca de su acto analítico.

Niños, vínculos y desconfinamiento

Javier Bolaños, Julieta Lucero (LEAP y Fundación Salto)*

El confinamiento ha dejado en evidencia, al contrario de lo que podía suponerse, que podemos soportar más amablemente la distancia que la cercanía. Lo más llamativo de esto es que, si se pensaba el vínculo con el otro como lo que definía intrínsecamente al ser humano, tal vez hoy debamos, a partir de los últimos acontecimientos, poner en cuestión la vigencia de dichas nociones. Es más, tal vez la distancia pueda, en algunos casos, como hemos observado, oficiar de solución. Es que —también lo hemos presenciado— la necesidad, o el empuje incesante al vínculo, puede llevar a lo peor.

Es posible pensar que se avecina una era donde los lazos con el otro adquirirán un nuevo estatuto. De hecho está sucediendo: la planificación de un futuro sostenido en lazos virtuales; habrá más tiempo y más espacio para enfrentarnos a la pregunta de qué va a hacer cada uno consigo mismo. Precisamente el trabajo del psicoanálisis con niños nos enseña al respecto: la incitación a que un niño salga de su soledad y establezca lazos, ¿conduce necesariamente a que haga algo con el otro? Debemos repensar el para qué de un vínculo. Y al preguntarnos el para qué, nos preguntaremos también por el cuándo. No solo está comprometido el espacio en nuestro porvenir, sino que del mismo modo lo está el tiempo. La percepción que hemos tenido sobre este último se halla notoriamente en jaque.

Pensar el destino del quehacer con uno mismo, que indefectiblemente tiene consecuencias en lo que se hace con el otro, se vuelve crucial cuando vislumbramos que los niños de hoy probablemente sean educados por máquinas. Y, quizás, el problema no sea la intervención de una máquina en la vida del niño, sino que, al ser esta quien estaría encargada de gran cantidad de actividades con él, habría aún menos posibilidades, en términos de espacio y de tiempo, de que padre y madre sean quienes incidan en la orientación de la vida de su hijo. Es ineludible contar con padres atentos a efectuar esta tarea.

En concreto, la salida de este confinamiento es un momento oportuno para advertir, en cada caso, tanto lo que realmente hemos perdido en  circunstancias críticas como estas que atravesamos con el COVID 19, como también lo que, tal vez sin saberlo, continuamos reproduciendo. Un ejemplo habitual en este sentido son los problemas de conducta de nuestros niños que parecen resultar inabordables para los padres, al menos en nuestras latitudes, desde mucho antes del confinamiento.

En este escenario, más que pensar en lo que podrá recuperarse al culminar el encierro, sostenemos esencial definir cómo se va a continuar y, a la vez, dónde se va a detener cada uno. La ubicación clara del lugar de cada uno es la que se ha desdibujado. A eso nos referimos con la pregunta sobre qué hace cada uno consigo mismo. Incluso se trata de analizar qué tiene confinado cada uno y qué hacer con ello.

En este sentido, el trabajo con límites, operación que atañe también a padres y a hijos, permite esclarecer dónde se encuentra cada uno en relación al otro. El psicoanálisis es precisamente una praxis que se dedica a establecer, con alguien, la distinción entre los límites en los que se juega una vida y lo que está más allá de ella.

Agregamos algunas puntualizaciones más. Consideramos de vital importancia para la vida del niño, y no menos del adulto, crear espacios, y destinar tiempo, para la emergencia de estos planteamientos, puesto que, ahora más que nunca, las estructuras habituales en las que nos apoyábamos para funcionar se han visto sacudidas, cuando no desmoronadas, por la pandemia. El vínculo con el otro, en consecuencia, ya no podemos, ni debemos, darlo por hecho. De manera que cada uno tendrá que abocarse a la tarea de producir nuevas soluciones y los vínculos entre ellas, a partir de la conformación de nuevos límites. 

Nuestra pregunta, casi urgente, considerando las alteraciones sociales y económicas que la pandemia introdujo en nuestro modo de vivir, y de vincularnos, se reduce a precisar qué hacer con los niños en este contexto. 

Arriesgamos una primera respuesta: a un niño, probablemente, no deba protegérselo de los límites, que son los suyos, por supuesto, porque así solo prolongaremos su estado de ingenuidad al respecto; en su lugar, tal vez debamos acompañarlos a advertir cuáles son los mismos, cuáles de ellos lo constituyen en concreto, y cómo, con eso, establecer su vida con otros.

Javier Bolaños, Julieta Lucero (LEAP y Fundación Salto)

*NB.: Este artículo es producto de las reuniones de trabajo con Román Pérez Burin y Ana Molinaro Maturano, de Intervenciones en la infancia (Espai Freud).

SOBRE UN SABER HACER EN EL TRATO Y TRATAMIENTO DE LA LOCURA


Bien pudiera decirse que el nuevo libro de José María Álvarez: Principios de una psicoterapia de la psicosis, es la continuación de su anterior trabajo: Hablemos de la locura. Allí nos habló de la relación entre la locura, la libertad y la creación, de la lógica y función del delirio, de las fronteras de la locura o de si son tan antagónicas la neurosis y la psicosis, de la locura normalizada y, finalmente, del trato con el loco y el tratamiento de la locura. Pues bien, allí donde lo dejó en su último capítulo es donde ahora lo retoma ampliándolo en formato libro.

Principios de una psicoterapia de la psicosis es un texto clínico y bibliográfico, ya que combina la experiencia clínica de su autor con la de los clínicos pioneros en la terapéutica de la locura. Con ellos dialoga nuestro autor porque les reconoce una experiencia institucional de la que teóricos lacanianos de las psicosis carecen. Es evidente  que  la   experiencia  clínica  gana   en  profundidad  cuando  se adquiere –como nos recuerda Álvarez–  «en  primera línea del frente, esto es, en los  CSM, las Unidades de hospitalización, rehabilitación, comunitarias, las instituciones de media o de larga estancia o manicomios, etc.». En el caso concreto del autor que nos ocupa, su perspectiva de la locura y su terapéutica está modulada por su lugar de trabajo: la asistencia pública, y más concretamente «en la Unidad de Psicoterapia Especializada, en el marco de un Servicio de Psiquiatría y Psicología clínica, dentro de un hospital general. (…)  En nuestro caso, la UPE se asienta sobre una base asistencial comunitaria, en la que un equipo está con y acompaña a los pacientes y les sirve de referente para facilitarles las cosas de la vida cotidiana y sobre todo para estar cerca de ellos siempre que lo necesiten o más alejados, pero relacionados. (…) Aunque adquiera formas distintas, el soporte comunitario más la psicoterapia es el modelo predominante en los países punteros de Europa septentrional continental, como el que Yrjö Alanen comenzó a desarrollar en el hospital psiquiátrico en Turku, Finlandia, a partir de 1969. Hoy día, las casas Soteria (salvación o liberación) funcionan actualmente en Suecia, Finlandia, Alemania, Suiza, Hungría, Estados Unidos y algunos otros países». Por situar la modalidad del trabajo de la UPE, Álvarez lo sitúa más cerca de la Soteria suiza de Luc Ciampi que de la Soteria de Loren Mosher. En todo caso, es importante resaltar que el acompañamiento y la psicoterapia suponen una alternativa mucho más eficaz que el tratamiento único: farmacológico, de la cada vez menos hegemónica psiquiatría oficial, como lo demuestra que el Consejo Superior de Salud de Bélgica se acaba de posicionar en contra del DSM y la CIE y favor de un cambio de paradigma, en cuanto que dichas clasificaciones internacionales definen las diferentes sintomatologías psíquicas como enfermedades biomédicas sin evidencia científica alguna. Por otra parte, tanto la British Psychological Society como la organización Mental Health Europe y la ONU han abandonado el modelo biologicista y apuestan por el modelo psico-social.

Principios de una psicoterapia de la Psicosis cito al autor– se abre con una introducción que da cuenta de qué es la psicoterapia de la psicosis y expone su aplicación en el contexto de nuestro trabajo hospitalario. En la segunda parte, le siguen diez capítulos que desarrollan sendos principios, los que me sirven hoy de guía: la locura como defensa; su variada expresión clínica; la necesidad de la psicopatología para la psicoterapia, y viceversa; la relación de la transferencia y la soledad, y de ésta y la locura; las diferencias entre la transferencia neurótica y la psicótica; el poderío de la transferencia;  las características de las relaciones transferenciales con arreglo a los distintos polos de la psicosis; la sugerencia de no interpretar al loco; y, por último, cerrando el círculo, la recomendación de no perturbar la defensa, menos aún con esas interpretaciones que pretenden sacar a la luz las entretelas de la historia de un sujeto que apostó por rechazarlas como si jamás hubieran existido».

Estos principios dice el autor haberlos escrito en función de su experiencia clínica más que en lo leído en los libros de los pioneros de la terapéutica de la locura: Paul Federn, Harry Stack Sullivan, Frieda Fromm-Reichmann, Herbert Rosenfeld, Wilfred Bion, Harold Searles y Sivano Arieti. De éstos Álvarez ha podido separar el grano de la paja, como por ejemplo, «que la relación transferencia era mucho más resolutiva que las técnicas empleadas» y el abuso de las interpretaciones, y pese a que «emplean un lenguaje rancio, de los que echa para atrás». Algunos de estos pioneros fueron psicoanalistas de inspiración freudiana y kleiniana y  «vinculados a a dos clínicas señeras: la Chestnut Lodge (Maryland) y la Tavistok (Londres)».

Sostiene nuestro autor que la idea que se tiene de la locura repercutirá en su terapéutica. «Si la psicosis se concibe principalmente como una alteración de la relación con la realidad, la tendencia del clínico consistirá en intentar restablecer el orden de la realidad y devolver al paciente a ese marco referencial desvirtuado por la locura. Si, por el contrario, la locura se comprende esencialmente como una defensa necesaria y los síntomas como muletas imprescindibles, el tratamiento se orientará hacia un reequilibrio, se adapte o no a la realidad imperante y se amolde o no a los ideales de cada momento», o a la normalidad normativa.

El modelo psicopatológico que nos propone Álvarez parte de que «las formaciones patológicas son el resultado de procesos y mecanismos defensivos». La clínica bajo transferencia del caso por caso nos marcará cuándo, cómo  y  con  quién tenemos que apuntalar o desmantelar sus defensas. Así es una clínica diferencial   entre la locura y la neurosis. Si la locura es una defensa radical hay que ir con mucho tiento, pues aunque nos valemos de palabras, sus efectos terapéuticos dependen por entero de la transferencia conseguida. Aunque tampoco hay que estirarla más de la cuenta, pues aunque el loco pueda soportar un quántum de nuestras palabras de más, siendo la transferencia una cosa de dos, el profesional hará bien en tener muy claro lo que de ninguna manera tiene que decir y en que terreno minado no pisar. En palabras del autor: «Una cosa es acotar ciertos acontecimientos y avatares de la historia personal (como los desencadenantes de sus crisis) y otra bien distinta es ahondar en lo que está bajo el cemento de la forclusión».

¿De qué se defiende el loco de manera tan radical? Álvarez nos dice: «Representaciones intolerables, sexualidad, pulsión o castración serán algunas de las referencias que motivarán la defensa, los topes que indican lo que un sujeto puede y no puede soportar». Y cita a S. Arieti: «La psicosis puede considerarse como el último intento por parte del paciente para resolver sus dificultades». Y también a O. Fenichel: «Cuando el paciente necesita su delirio para fines de defensa, el analista debe respetar este hecho».

Como se lee, psicopatología, clínica y ética son la base del arte de la acción pero sobre todo de la omisión del profesional. Nuestro autor nos pone un ejemplo: «¿En qué beneficiaremos a Luis Francisco, un hombre joven al que estamos dedicando muchas horas de nuestro trabajo, si lo confrontáramos con la realidad y le explicáramos machaconamente todo ese rollo patatero de las distorsiones cognitivas? Cuando él se plantea: “Soy Dios, porque o soy Dios o soy esquizofrénico”, vamos nosotros y lo desnudamos diciéndole que es esquizofrénico porque lo otro es imposible. ¿Eso le puede ayudar a reequilibrarse? ¿Se volverá a levantar pronto al día siguiente y hará unos cuantos kilómetros por caminos y callejuelas, entre la lluvia y el frío del otoño, para venir a vernos, tomarse un café con nosotros y pasar allí unas horas, mientras «las paranoias» (autorreferencias) se lo permiten?».

Insistir sobre la importancia de la transferencia en el trato y tratamiento de la locura   será porque no nos viene dada sino que hay que construirla desde las primeras entrevistas preliminares y, porque a diferencia de la transferencia en la neurosis, en la locura hay más certeza que amor y deseo. Aun así, Álvarez nos dice que «la transferencia del neurótico y la del psicótico no son lo contrario; son dos formas diferentes de relación». No hay que tomar por opuesto lo meramente disímil.

De las aportaciones de Lacan que aparecen a lo largo del texto de Álvarez, vale la pena destacar las que hacen referencia a la transferencia,  pues son capitales para entender la diferencia entre la transferencia que se da en el psicoanálisis de las neurosis y la transferencia que se consigue en la psicoterapia de las psicosis. Así como para entender la transferencia psicótica. Cito a Álvarez: «Seguramente la mejor caracterización de la transferencia psicótica corresponda a la que Lacan hiciera sobre la erotomanía»…. en la paranoia. Pero como la paranoia es un polo de la psicosis, Álvarez amplia las transferencias psicóticas a los tres «polos de la psicosis: la indiferencia en la esquizofrenia; la ambivalencia y la dependencia exigente en la melancolía; la erotomanía en la paranoia».  Por otra parte, y para frenar el furor interpretativo, tanto en el análisis del neurótico como en la psicoterapia de la locura, Álvarez trae a  colación alguna  de las ideas que Lacan dejó dichas sobre el uso y abuso de las interpretaciones, no vaya a ser que nos pase como a Rocío Jurado con el amor, que se nos gaste la efectividad de la interpretación de tanto usarla.

Volviendo a la psicoterapia de la locura, lo que posibilita la transferencia con el loco es la extrema soledad del trastornado, ya que, sitiado en su torre de defensa por sus perseguidores o con la única compañía de sus voces, poco lazo social puede llevar a cabo. Lo que le defiende, le aprisiona a partes iguales. «Esa incomodidad de la soledad por excelencia deja un pequeño resquicio, un ahogado grito de socorro por el que los terapeutas nos colamos» para ofrecernos como un interlocutor posible. Ser el secretario del alienado para, desde dentro de la relación, actuar como contrapeso a su exceso de goce. Con nuestra presencia y escucha no perseguimos su curación, puesto que las experiencias psíquicas no son enfermedades, sino procurar el reequilibro, la compensación, la creación de síntomas soportables, así como ayudarlo a encontrar suplencias creativas, ya «sean musicales, literarias, políticas, psicológicas, científicas o lo que sea, a condición de que favorezca la creación de una obra» que actúe como contrapeso a su autodestrucción. «En cualquier caso, como sucede en cualquier terapéutica, lo que se busca es mermar el empacho de goce y aminorar su poder adictivo». Arte y oficio que requiere del profesional «tener curiosidad, mostrarse en falta, habituarse al sinsentido y al exceso de sentido, prescindir del sentido común y dejarse usar».

Para ajustar aún más nuestra acción y omisión ante las diferentes posiciones subjetivas o polos de la psicosis, Álvarez nos recomienda: «con el esquizofrénico, debido al encierro interior, al desgobierno del lenguaje y al sindiós de la fragmentación corporal, lo mejor es no comprender; con el melancólico, a consecuencia de la falta de deseo y la ausencia de todo soplo de vida, se recomienda no desfallecer; con el paranoico, tan infatuado, narcisista y ciego de certeza, lo que conviene dar a entender es no saber».

A fin de comprender las variadas y particulares experiencias de la psicosis que nos podemos encontrar en nuestra clínica diaria, nuestro autor nos dice que: «la profundización en el entendimiento del pathos incide directamente en la terapéutica, y ésta, a su vez, supone un penetrante conocimiento de la psicología patológica». Como a partir de Freud la psicopatología clásica se enriqueció con la psicopatología psicoanalítica o psicología patológica, Álvarez nos exhorta a coaligar ambos enfoques: lo objetivo –semiología– con las experiencias singulares de un sujeto –la subjetividad–, a fin de «orientar la dirección adecuada de la psicoterapia de la locura y del psicoanálisis de la neurosis». Como la psicopatología clásica o descriptiva es necesaria pero insuficiente, necesitamos las aportaciones de la clínica psicoanalítica sobre los mecanismos psíquicos que determinan las experiencias singulares de cada sujeto, particularidad que se evidencia en la relación con el paciente o clínica bajo transferencia.

El último capítulo del libro que nos ocupa, lo titula su autor: «Homenaje a Freud», pues a pesar de que el padre del psicoanálisis se atrevió más con el análisis de los aspectos psicológicos de la locura que con su terapéutica, tampoco dejó la puerta totalmente cerrada a su tratamiento. Álvarez rescata lo que dejó dicho Freud en 1905 en: Sobre psicoterapia. «Las psicosis, los estados de confusión y de desazón profunda (diría: tóxica), son, pues, inapropiados para el psicoanálisis, al menos tal como hoy lo practicamos. No descarto totalmente que una modificación apropiada del procedimiento nos permita superar esa contraindicación y abordar así una psicoterapia de las psicosis». Esa puerta hacia la psicoterapia de la psicosis ya está totalmente abierta y la han atravesado, modificando el dispositivo, cuantos se han atrevido a explorar nuevos territorios terapéuticos con la infancia, la adolescencia y la locura. Y es que, «gracias a él la locura dejó de considerarse una enfermedad similar a las demás y empezó a entenderse como una defensa que algunas personas necesitan. (…) De no haber sido por Freud, tocante al tratamiento de la locura seguiríamos merodeando sin rumbo, como así había sido con anterioridad. La autoridad de su legado se convirtió en un referente insoslayable. Unos la critican de arriba abajo. Otros la seguimos con mayor o menor fidelidad, pero con suma admiración y agradecimiento. Sea como fuere, en el ámbito de los tratamientos anímicos, Freud continúa siendo el faro al que todavía miramos, aunque sea con el rabillo del ojo».

En palabras del autor: «Ningún libro soluciona el cuerpo a cuerpo de la clínica. Confío, no obstante, en que éste aporte algunas claves. Y me gustaría que allanara el camino a muchos principiantes para aligerarles los sinsabores que hemos pasado otros».

Finalmente decir que Principios de una psicoterapia de la Psicosis de José María Álvarez –editado por Xoroi Edicions–  se completa con dos notables aportaciones: un prólogo de Juan de la Peña y un epílogo de Chus Gómez.

Carlos Rey



¿Qué hace el psicoanálisis con los niños?

¿Qué hace el psicoanálisis con los niños?                                  

                                                                                                Julieta Lucero*

El título tiene el propósito de interrogar nuestra práctica, buscando respuestas en torno a las particularidades que adquiere el trabajo con los niños y su familia hoy. Para ello estableceré tres puntualizaciones que servirán de ejes orientadores:

            En primera instancia quisiera proponer como necesario el esclarecimiento de lo que entendemos por un niño o, para alcanzar mayor precisión, ¿qué es el niño hoy? La pregunta no debe ser respondida tan rápidamente, puesto que nuestro paciente ya no es el niño producto del objeto de deseo de los padres, ni el niño producto de la herencia de una tradición familiar que lo marca de un modo u otro. Tampoco se trata del niño del desarrollo de la psicología evolutiva, ni se trata del niño pleno de derechos del campo jurídico, cómo tampoco se trata del niño del DSM. Si bien no podemos desconocer que estos campos también abordan al infante, es necesario despejar el estatuto que tiene para nosotros ese niño que nos consulta.

Como punto de partida recurro a Kant en ¿Qué es la Ilustración? para oponer el niño a la minoría de edad según él la define: “(…) la incapacidad de servirse de su propio entendimiento, sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro”. Me interesa el acento puesto en la decisión y no en la edad cronológica, pues no sería factible pensar un psicoanálisis sin ella. Es decir, al niño es necesario suponerlo como un analizante cuyo advenimiento está vinculado a la posibilidad de decidir su ubicación (lugar a donde lógicamente lo acompañamos como analistas). Por supuesto es posible también encontrarnos con pacientes adultos que, ubicados como menores de edad, esperan en el consentimiento del otro la oportunidad para actuar. La decisión siempre implica soportar el costo de la misma.

            Como segundo punto abordaré lo que denomino como un trabajo de nudo. Por trabajo de nudo me refiero a la posibilidad de tomar como hilos a las demandas en juego para privilegiar, allí, los tejidos convenientes a la continuidad de la vida del niño. Esto implica que el psicoanálisis con niños pueda alojar a ese analizante, situado en un entramado de estructuras, demandas y necesidades que, si bien no le son propias, lo marcan e inciden en su vida y en el tratamiento mismo. Precisamente, como el niño de la época es tan evanescente, y tan presente a la vez según cuántos discursos lo conceptualicen, lo más probable es que haya necesidad de trabajar con la familia, la escuela, los institutos de rehabilitación y demás. Como resultado de este entramado de saberes y prácticas sobre el niño, considero que recibir a un infante en análisis es recibir también a ese nudo con el que habrá que resolver de qué cuerda tirar cada vez (sin ser nosotros quienes terminemos absorbidos por ese nudo).

Por último, quisiera terminar de desarrollar la pregunta del inicio. En 1969 Lacan advirtió, a propósito del fracaso de las utopías comunitarias y de las implicancias que esto tiene para la función de la familia, un lugar de residuo en la transmisión de un deseo que no sea anónimo, es decir, decididos a encarnarlo. Me pregunto entonces si realmente es posible, y de ser así qué coordenadas adquiriría, sostener un psicoanálisis a la altura de la época. En razón de esto mi incesante búsqueda sobre qué hacemos con los niños, qué política define nuestros actos si, por un lado, asistimos a una sobre-oferta de intervenciones sobre el infante, y por el otro lado, los padres refieren no tener casi nada para transmitir a sus hijos que oficie de orientación vital. En este sentido pienso en la importante decisión de los psicoanalistas de salir de los consultorios para entablar discusiones con otras prácticas que trabajan con niños, como pueden ser la educación y la salud, así como la difusión del psicoanálisis como un método de trabajo eficaz en la escucha y orientación de ciertas problemáticas de la infancia. Sin embargo, esto sitúa otra dificultad que se agrega a la mencionada anteriormente: la trasmisión de trabajo psicoanalítico a otros sin perder el horizonte de nuestra práctica y sosteniendo lo específico de nuestro trabajo, el deseo y la palabra. He aquí, que los esfuerzos de los psicoanalistas en decirle algo que valga al Otro de la época, tal como el que vienen llevando a cabo nuestros colegas de Espai Freud desde Intervenciones en la Infancia, resultan un punto de partida para el problema que el psicoanálisis transita hoy: el establecimiento de una clínica psicoanalítica propiamente dicha.

Quizás el psicoanálisis, frente este contexto, deba trabajar con el niño para brindarle la posibilidad de emergencia de una pieza nueva que funde alguna variabilidad en la solución social que se espera, para permitirle, al niño, continuar sin que sea esa misma espera quien lo haga desaparecer.

Por último, entiendo que sosteniendo nuestro trabajo en este recorrido, que implica un análisis con niños, tal vez alcancemos claridad necesaria en la orientación de aquello que tenemos para ofrecer.

*Psicoanalista. Vicepresidente de Fundación Salto. Directora de Instituto de Fundación Salto.

Bibliografía

Lacan, J. (2012). Nota sobre el niño. Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós.

Kant. I. (1874). ¿Qué es la lustración? Recuperado el 10 de abril de 2019 https://filosofiajaimeferran.files.wordpress.com/2012/04/kant_ilu1.pdf

Oráculo de tristezas, reseña de Javier Alonso Prieto en la revista Quimera.

¿Es mejor reír que llorar? – David Pujante*

* En el número de marzo de 2019 de Quimera. Revista de literatura, Javier Alonso Prieto publicó esta reseña de Oráculo de tristezas, la melancolía en su historia cultural (del blog La Otra psiquiatría).


La literatura comparada ha de dirigirse a las obras literarias como manifestaciones culturales que tienen un significado más amplio que las propias cuestiones textuales. Las preocupaciones que en ellas se incluyen son síntomas para entender la cultura, la sociedad y por ende al ser humano. De este modo, en la literatura se pueden desentrañar las claves de la cultura y su alcance en el pathos humano. La melancolía está irremediablemente unida a la angustia existencial de los “animales despiertos”, como dice el David Pujante poeta, que diferencia como especie al ser humano. La melancolía sintetiza la antinomia de la muerte desde la vida, existencialmente es freno y espuela al mismo tiempo, por eso la risa y el llanto caracterizan tanto nuestra infancia como nuestra vejez.

David Pujante

En el ensayo Oráculo de tristezas, David Pujante (Cartagena, 1951) ahonda en sus trabajos de tematología comparada. Tras su enciclopédico y magnífico Eros y Tánatos en la cultura occidental (Calambur, 2017), ahora se enfrenta a otro de los temas clave de nuestra cultura: la melancolía. Si como profesor e investigador de teoría de la Literatura y Literatura Comparada era reconocido por sus trabajos en retórica y análisis del discurso, con estos dos volúmenes sienta las bases para la literatura comparada del siglo XXI. Las prácticas actuales han de huir del comparatismo decimonónico, que simplemente examinaba los tópicos desde diferentes autores y lenguas, y recoger todas las herramientas ofrecidas por los estudios culturales (postcolonialismo, feminismo, teoría queer…) que permiten al investigador llegar al centro del espíritu humano.

Oráculo de tristezas es una obra intensa e invita a la lectura completa del volumen para entender y afrontar la melancolía desde nuestra instalación cultural en el mundo. No es casual que los terapeutas clínicos de La Otra psiquiatría le hayan invitado a su catálogo para analizar una de las afecciones mentales más extendidas. David Pujante no desatiende las implicaciones patológicas de la tristeza, pero indaga su configuración cultural y propone una aproximación humanista y constructiva de la melancolía que sustituye a las visiones esencialistas de la psiquiatría positivista. La melancolía afecta al ser humano y desde su experiencia se ha construído la misma y la manera de combatirla.

La dualidad clásica que recupera Pujante, enfrentando el llanto de Heráclito a la risa de Demócrito, sirve para enmarcar las aproximaciones a la melancolía como hecho cultural desde los albores clásicos de la civilización occidental hasta las manifestaciones artísticas del siglo XXI. El primer capítulo sigue el tópico de los dos filósofos presocráticos a lo largo de la Antigüedad clásica, el Renacimiento, el Barroco, el clasicismo francés, el racionalismo y las vanguardias. Pujante dedica los once capítulos restantes a realizar un recorrido diacrónico de la tristeza humana y su impronta en las artes y el pensamiento occidental.

A partir del Siglo de Oro, Pujante dedica un espacio protagonista a la melancolía en la cultura hispánica. Goya, Blanco White, García Lorca, Leopoldo María Panero o David Nebreda le sirven para entender la melancolía desde el irracionalismo, el romanticismo, la noción de genio. Estos capítulos consiguen abrir nuevas puertas a los hispanistas, obligándolos a mirar más allá de los dominios académicos de la filología y de la historia del arte.

Al finalizar la lectura de Oráculo de tristezas el lector no se angustia por su tristeza, comprende que la melancolía es una característica de su comunidad humana y es más fácil sobrellevarla, sobre todo si se deja contagiar por el entusiasmo con el que David Pujante acomete la escritura ensayista.

Por Javier Alonso Prieto
Quimera. Revista de literatura, Nº 423, Marzo 2019

El psicoanálisis más allá del Novecientos. Giovanni Sias

El proyecto de revista digital europea y el ensayo que considero necesario hacerles llegar por medio de nuestra red, no salieron de nada. Me parece en efecto indispensable poner a los psicoanalistas de Barcelona y de España al tanto de lo que sucede en Italia, donde psicoanalistas laicos son denunciados por otros colegas de la Orden de los psicólogos, acabando siendo severamente multados e incluso encarcelados.

Extraigo el texto siguiente para los que no tengan el tiempo o la curiosidad de proseguir:

“Necesitamos estudiar nuestra historia reciente, al menos la del Novecientos, si queremos tener más inteligencia sobre el presente.

En el caso de España, donde la psicoterapia puede practicarse sólo con el título, reconocido por el Estado, de psicólogo clínico, durante muchos años ha sido a nivel social -y no jurídicamente- que el psicoanalista ha estado «fuera de juego», porque se lo ha considerado un charlatán y el psicoanálisis una práctica no científica, un engaño al que nadie quiere recurrir.

Pero es el caso italiano el que hoy puede proporcionar los mayores elementos de reflexión, donde la ley sobre psicoterapias no es, en definitiva, mala porque el psicoanálisis, al no ser contemplado, fue excluido – y en el nivel legislativo sigue siendo así, porque la ley nunca ha cambiado –, y el psicoanalista no puede ser procesado. En los últimos diez años el poder judicial ha impuesto el enjuiciamiento penal del psicoanalista, luego de que la Orden de Psicólogos impusiera, incluso a nivel judicial y gracias a la complicidad de las grandes asociaciones lacanianas, la equivalencia entre psicoterapia y psicoanálisis con la consideración de que este último es una cura y, por lo tanto, un acto médico.”

Una situación tal induce a la reflexión e incluso a una radicalización benéfica para todos los psicoanalistas encerrados en sus asociaciones y dormidos en el sueño dogmático de su posición de epígonos satisfechos.

Algunos colegas italianos, que no han cedido a la presión de la ley y de los institutos de psicoterapia creados por las grandes asociaciones lacanianas para contornearla, pero no han logrado oponerse al ocaso del psicoanálisis en ese país, van a intentar crear en Bruselas un “Colectivo de los psicoanalistas laicos en Europa” que intentará ofrecer, a dichos psicoanalistas perseguidos, un amparo que no sea solamente jurídico, sino efectivo por su ubicación heterotópica (para retomar aquí el concepto de Foucault) en el trabajo teórico que se verá capaz de producir para fundamentar su posición y legitimar su existencia, si se quiere propiciar un porvenir al psicoanálisis que no sea ilusorio.

Jacques Nassif

Para leer el texto de Giovanni Sias, pulsar sobre el título:

El psicoanálisis más allá del Novecientos. Giovanni Sias

Évole, la depresión, o un paso en falso

Hace un tiempo ya que este periodista intrépido, Jordi Évole, nos abre las puertas cerradas de un universo que se resistía a la divulgación y al deseo de saber. Por eso lo hemos seguido, casi incondicionalmente. Esta vez no. ¡Toca decir basta! No todo es posible.

El tratamiento superficial  que hizo en su último programa Salvados, de gran audiencia, es como mínimo deprimente y puede tener efectos colaterales muy graves. Me refiero al programa del domingo 28 de Enero, emitido en la Sexta sobre la depresión (y que se puede ver aquí):

Estoy en desacuerdo con su tratamiento y sospecho que muchos colegas psicólogos clínicos y psicoanalistas coinciden conmigo. Las razones de mi indignación son varias:

-La falta de información adecuada y asesoramiento a la hora de tocar un terreno tan complejo y delicado como la intimidad y el sufrimiento personal.

-Nuestra ética no nos permite exhibirlo todo, aunque el exhibicionismo desvergonzado campe a sus anchas.

-Tratar la depresión como una “enfermedad”, y amenazar con una presente y futura epidemia, hablar del suicidio como estadística, todo ello basado en estadísticas pseudocientíficas que lo justifican todo, supone una banalización muy grave de la problemática,  que  puede contribuir al contagio y multiplicar los afectados.

–La cura de la depresión no puede ser fundamentalmente la hipermedicalización y la adicción organizada a varios fármacos, que se multiplican con la dependencia, y que van desde el Prozac hasta las nuevas generaciones de antidepresivos. Si a eso le añadimos el electroshock y la lobotomía, ¡apaga y vámonos! Todo ello obedece a una concepción superficial y banalizadora del sujeto humano, entendido como un todo homogéneo, sin faltas ni diferencias, y todos a tragar la misma pastilla y a engrosar los casilleros diagnósticos.

-La psicoterapia se enuncia muy de pasada y se dice que no puede responder a la problemática debido a la escasez de psicólogos. ¡Consulten por favor las cifras de psicólogos en el paro para corregir su información!

Lo siento, señor Évole, mas de cuarenta años de práctica clínica me han enseñado cosas muy distintas a las que propone usted en su programa. El psicoanalista confrontado con el dolor de existir orienta la cura con su ética, que es la que abre para cada sujeto un acceso particular a su diferencia y a su deseo.

Para algunas terapias el sujeto no existe. Existe el mandato del «traga y calla». No hay historia, no hay memoria que sitúe al sujeto en sus vínculos y en sus coordenadas simbólicas. ¿Cuál es su inscripción? Ninguna. Se actúa sobre un sujeto anónimo, sobre su cuerpo, que deviene un saco que se llena, o se vacía. Reducir a los pacientes a una ecuación biológica y tratarlos como tales equivale a decapitarlos, literalmente.

Los psicoanalistas no pensamos en términos de “epidemia”, por el contrario, tratamos a cada sujeto uno por uno para darle un lugar propio y devolverle la palabra.

La depresión ha existido siempre. De hecho, en mayor o menor medida la depresión existe en todos los pacientes que vemos; es el síntoma mas frecuente.

¿Cuál es su rasgo diferencial actual y cómo actualizarla?

Podemos decir que las depresiones dan cuenta de esta cara oscura de nuestra intimidad contemporánea, cuya otra cara es el ideal del éxito y de la obligada felicidad-para-todos. Es la enfermedad del discurso capitalista, como la llaman algunos, que denuncia sus efectos sobre el sujeto actual.

Recuerdo que eso empezó hace unos treinta años, aproximadamente. Estaba en un servicio público y empezaba a percatarme de que se multiplicaban los diagnósticos de “depresión”, que de este modo se convertía en un cajón de sastre. Esto implicaba que estábamos obligados a estar muy alertas con respecto al diagnóstico, para poder discriminar. Tres eran las causas fundamentales que se barajaban en este fenómeno:

1- El boom de los antidepresivos. Para muchos, el antidepresivo, o algún ansiolítico, se han convertido hoy en algo parecido a un complemento vitamínico.

2- Se imponían los manuales de diagnostico (DSM-III, etc.). Todo se aplanaba y se banalizaba.

3- “De-presión”, o la presión que se imponía como modo de vida. Así, nos deprimíamos todos un poco, ante la pesadumbre del mundo que nos ha tocado vivir.

Algunos tiraban la toalla. He visto y veo personas que llegan hoy con la etiqueta de “depresión crónica”, cronificada por muchos años de medicalización. Llegan con el pronóstico “abandonad todo esperanza” y sin embargo, vienen. Una paciente joven me contaba que para ella la depresión era como la diabetes: ella y su fármaco, de por vida. Otra persona mayor me decía hace poco que estaba enterrada viva… Muchos años de silencio y de fármacos solo tienen una salida: la cronificación. Cuando eso es concebido así, cuando una madre o un médico contemplan la cuestión como un «traga y calla», no duden que allí está la clave de su patología, de su gravedad y cronificación, puesto que atenta contra la esencia misma del ser hablante. Atenta contra la subjetividad.

Hemos llegado a cotas de ignorancia deprimentes que nos anuncian una epidemia masificada de estupidez muy preocupante. Esta sí que no tiene cura y es un insulto a la inteligencia.

Daniela Aparicio, psicóloga clínica, psicoanalista.

Mariana Otero, cineasta: “La experiencia de ‘A cielo abierto’ me ha permitido ver el mundo con otros ojos”.

La cineasta Mariana Otero durante el rodaje de 'A cielo abierto' con Amina, una de las niñas residentes en Courtil. © Romain Baudean
La cineasta Mariana Otero durante el rodaje de ‘A cielo abierto’ con Amina, una de las niñas residentes en Courtil. © Romain Baudean

La cineasta francesa Mariana Otero hacía mucho tiempo que tenía una pregunta: quería entender algo sobre la locura. Y encontró una respuesta en la frontera entre Francia y Bélgica. Casi por azar conoció un día a Bernard Seynhaeve, director de Courtil: una institución orientada por el psicoanálisis lacaniano que recibe a niños y niñas con dificultades sociales y psíquicas, en internado o semi-internado.

A Mariana Otero le llamó algo la atención. En este lugar no utilizaban palabras como “disminuidos mentales”, “autismo” o “discapacitados” como en otros espacios que había visitado. Le explicaron que para ellos cada niño es un enigma. Cada uno de ellos, a diferencia de nosotros que tenemos una lengua común, tiene una lengua privada. En Courtil se dedican a descifrar y entender esta lengua caso por caso. ‘A cielo abierto’ es un documental –que se complementa con un libro de entrevistas– que nos permite entender algo sobre como ven el mundo los niños de Courtil y de los efectos terapéuticos que la orientación lacaniana tiene en sus subjetividades. ¡Y vaya si los tiene! Desde La Casa de la Paraula hemos querido conversar con ella durante su visita a Barcelona para el preestreno del documental. Mariana Otero nos muestra en su film un claro ejemplo de cómo partir des del no saber más absoluto, dejarse interrogar y abrirse a una pregunta, entrar en Courtil con el respeto que se merecen los niños y los profesionales y rodar una película arriesgada pero que da cuenta de muchas cosas. Se estrena en breve. ¡Vayan a verla! Eso sí, si van les recomiendo un ejercicio bien saludable: aparquen sus prejuicios en casa y, por largo que pueda parecerles el documental, déjense sorprender hasta el final. 

Su documental parte de una pregunta muy personal sobre lo humano, sobre la alteridad, sobre la locura. ¿Por qué se preguntaba usted sobre ello?

Pienso que a mucha gente la locura le fascina y da miedo a la vez. El porqué de la locura es una pregunta que me he hecho siempre. Hace 25 años que hago cine y durante mucho tiempo no sabía como tratar este tema ya que pensaba que necesitaba una cierta experiencia tanto humana como cinematográfica. Después de 25 años pensé que quizá ya era el momento de hacer una película. Pero había una condición para ello: yo quería conseguir hacer una película que permitiera entender y no únicamente mostrar algo de la locura. Visité muchos lugares que trabajaban básicamente con adultos pero siempre tenía la sensación que la gente que trabajaba allí proyectaba su propia manera de ver el mundo en los llamados «discapacitados mentales» que atendían en sus centros y, por lo tanto, no podía entender nada.

Un día me hablaron de Courtil, una institución belga muy grande que acoge 250 niños y trabaja bajo la perspectiva del psicoanálisis lacaniano. En principio yo sabía muy poco de psicoanálisis y partía de un cliché que me decía que los niños estarían sentados en una silla y les harían preguntas sobre el padre, la madre, etc. La verdad es que partiendo de este prejuicio no tenía muchas ganas de ir a Courtil pero decidí ir a conocer la institución. Asistí a la primera reunión de los responsables terapéuticos y lo que encontré más sorprendente es que nunca hablaron de locura, ni de discapacidades, ni de autismo. No usaban ninguna de esas palabras sino que se hacían preguntas sobre cada niño para intentar entender a cada uno. Les pregunté entonces por qué no utilizaban esas palabras y me respondieron que para ellos cada niño es un enigma y su trabajo es entender y encontrar una solución apropiada para cada uno de ellos. Pensé que si este era su trabajo me podía quedar allí para también entender y finalmente hacer una película sobre este tema.

Fotograma del documental 'A cielo abierto' de Mariana Otero.
Fotograma del documental ‘A cielo abierto’ de Mariana Otero.

¿En Courtil encontró la respuesta que buscaba?

Debo decir que los primeros días en Courtil no entendía nada, estaba totalmente perdida.  Pasado un mes, después de ver el día a día de los niños, de escuchar a los profesionales y la manera que tenían de hablar de ellos, después de intentar varias cosas, empecé a ver más allá de las apariencias. Empecé a ver aquello que en un principio me parecía invisible. Fue eso lo que me motivó para hacer esta película. Compartir esta experiencia con el espectador. La experiencia de un descubrimiento me impulsó a querer que también el espectador pudiera vivir algo similar. La experiencia de ‘A cielo abierto’ me ha permitido ver el mundo con otros ojos.

¿Cómo consiguió usted introducir su cámara en Courtil y que tanto sus profesionales, los niños y los padres accedieran a grabar la película?

En primer lugar pasé por un proceso de localizaciones muy largo, sin ninguna cámara. En un principio el director de Courtil decía que no quería que grabara a los niños. De hecho, yo estaba muy de acuerdo con eso, pensaba que no sería posible. ¡Me parecía complicadísimo! Si más tarde se abrió la posibilidad de hacer la película es porque después de un par de meses empecé a entender a esos niños y allí comencé a pensar que podría filmarlos. Cuando en Courtil vieron que mi intención no era mostrar a los niños sino intentar comprender, estuvieron de acuerdo en poder grabarlos. Así, poco a poco me fui integrando en el equipo, encontré mi lugar y me aceptaron. Fue un proceso bastante largo. Saqué mi cámara al cabo de nueve meses cuando vi que todo el mundo estaba listo, también yo misma. A partir de allí estuve rodando durante tres meses siempre con la cámara atada a mí.

Se convirtió usted en una especie de “cámara-cuerpo”.

Partía de la idea que si yo y la cámara estábamos separadas quizá los niños se apropiarían y harían alguna cosa con ella; quizás otros no aceptarían ser filmados pero también pensaba que a lo mejor para muchos la experiencia les serviría de alguna cosa. No sabía exactamente para qué sería útil pero pensaba que su relación con la cámara serviría también para explicar alguna cosa respecto a su relación con los otros y con la mirada. Es por ello que decidí colgarme la cámara para que fuera como un apéndice de mi cuerpo y para que la relación de los niños conmigo pudiera transformarse durante el rodaje. Si hubiera tenido un técnico de sonido, por ejemplo, los protagonistas hubieran estado mirando una vez para un lado, otra vez para otro. De la manera que lo hice, en cambio, se puede construir algo.

En la película aparece una niña, Allyson. Durante las localizaciones noté que era muy apática. Es una niña diríamos “esquizofrénica” y que tiene la sensación de tener un cuerpo que se va por todos lados. En una escena de la película se mira el brazo como si no fuera suyo. Antes del rodaje Allyson no corría, casi no se movía, estaba incluso un poco “depresiva”. Creo que la relación con la cámara, con el marco, le permitió de alguna manera juntar su cuerpo y ponerlo en movimiento. Al final de la película hay una escena muy alegre y divertida en la que esta niña y yo nos ponemos a correr juntas en un campo. Fue algo realmente sorprendente porque antes del rodaje quizás esta niña nunca hubiera hecho esto. Su relación con la cámara, pues, tuvo ciertos efectos y fue como una solución para ella.

Mariana Otero con Iván Ruiz, psicoanalista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis durante el preestreno del documental en los cines Boliche. Fuente de la imagen: @cameo
Mariana Otero con Iván Ruiz, psicoanalista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, durante el preestreno del documental en los cines Boliche de Barcelona. Fuente de la imagen: @cameo

¿En ‘A cielo abierto’ qué pretende usted contar al espectador?

Intento hacer vivir al espectador la misma experiencia que yo viví. Es decir, conseguir paso a paso entender la película. Al principio el espectador puede que se sienta un poco perdido pero poco a poco empieza a entender a estos niños. Empieza a vislumbrar que estos niños tienen su propia lógica, que existe una estructura, que lo que hacen no se trata de pataletas, ni de violencia, no son niños violentos, no son hiperactivos, nada de eso. Hay una estructura que marca su relación con los otros, con el mundo, con la mirada, con sus peticiones. La película da cuenta de que todo esto se puede entender y por lo tanto existen también soluciones. Espero que el espectador viva este tema de la misma manera que yo lo he podido vivir.

El psicoanalista Jacques Lacan señala que en la psicosis el inconsciente está en la superficie, está “a cielo abierto”. ¿De ahí viene el título de su documental o es pura casualidad?

¡No, no es ninguna casualidad! (risas). Efectivamente, había escuchado a uno de los profesionales decir que los psicóticos tenían el inconsciente “a cielo abierto”. En Courtil realmente tuve la sensación que se comprendía a estos niños, que se les escuchaba. No se intentaba poner ningún tapón a su locura para no verla. No se intentaba conformarlos sino que se trataba de escuchar lo que tenían para decir, de sentir su carácter, su ser, su singularidad. Efectivamente su inconsciente está a cielo abierto y eso en Courtil era permitido. Es por eso que le puse este título.

Antes de realizar su película usted no tenía casi ningún conocimiento de psicoanálisis. ¿Qué aprendió usted en la experiencia en Courtil sobre el psicoanálisis y el inconsciente?

He aprendido muchísimas cosas. Aprendí, por ejemplo, una cosa importante: que tenemos un cuerpo. Pero este cuerpo, por muy evidente que parezca, no es algo que nos venga dado, es algo que construimos nosotros mismos. Para mí eso era algo evidente pero me abrió puertas para entender miles de cosas como, por ejemplo, renovar mi relación con el mundo, con los otros. A partir de esa experiencia mi mirada ha cambiado, se ha desplazado, ya no miro de la misma manera. Espero que al espectador le produzca efectos similares. Quise hacer una película para compartir esta experiencia, para ayudarle a que comprenda un poco la locura de estos niños, para que pueda mirarlos, escucharlos. ‘A cielo abierto’ es un film que cuenta el camino de la mirada para deshacernos de nuestros a priori.

Allyson, una de las protagonistas de 'A cielo abierto'. © Romain Baudean
Allyson, una de las protagonistas de ‘A cielo abierto’. © Romain Baudean

A veces el proceso de producción del cine nos tiene acostumbrados a cierta planificación y control. Sin embargo su trabajo en ‘A cielo abierto’ no tiene nada que ver con eso. No parte de un escenario previo o un guión. En su documental usted da cuenta de los vacíos, las sorpresas, los sin sentidos con los que se encontró. ¿Le fue difícil no retroceder ante eso?

Precisamente este era el reto de la película. Realizar este film fue un proceso de plantearse desde el inicio un interrogante. Desde buen principio yo me decía: “todo esto me sorprenderá”; “no sé a donde voy”; “parece todo imprevisible”. Sin embargo también creía que al final saldría una película porque durante las localizaciones había visto como los niños iban evolucionando, como la comprensión se iba construyendo poco a poco y por lo tanto pensé que si yo aguantaba, si estaba cerca de ellos, si me mantenía cerca de los profesionales, al final del rodaje aparecería alguna cosa aunque en ese momento no lo supiera. Esa cosa que al principio era invisible se haría presente. Cuando comencé a rodar creía que algo de eso sucedería y lo creía sencillamente porque lo vi durante la preproducción. Todo ese proceso fue muy angustiante.

¿Y aparecieron más preguntas?

Durante el primer mes me preguntaba: “¿pero qué estás filmando?”; “¿cuál es el interés?”; “¿qué explica todo esto?”. Fue durante la última parte del tercer mes que entendí el interés de lo que había estado filmando antes y por suerte creí en eso e insistí porque al final, efectivamente, las cosas se fueron poniendo en su sitio. Podríamos decir que la historia se explica del final al principio, al revés de lo que estamos acostumbrados. Volviendo al ejemplo de Allyson, la niña que se mira el brazo, al principio del film la rodé haciendo puzles. Sinceramente, una escena de un niño haciendo un puzle quizás no tiene mucho interés cinematográfico. Pero después de los tres meses de rodaje comprendí que para ella el hecho de hacer un puzle no es cualquier cosa, es algo que de algún modo la calma. Es más, es algo que se puede poner en relación con otras cosas que filmé después y que todo adquiere un sentido. Pero primero tuve que tomar el riesgo de no saber a donde iba para poder llegar a alguna parte. Este fue el reto de esta película y de su estructura. Al principio uno se encuentra un poco perdido y no es hasta el final que se entiende lo que se leyó al principio. En la fase de montaje quise respetar eso. Ver esta película es una experiencia singular, es una película diferente porque no seguimos una historia que venga dada o sea lineal.

Mariana Otero durante el rodaje de 'A cielo abierto' con Jean-Hugues, uno de los residentes de Courtil. © Romain Baudean
Mariana Otero durante el rodaje de ‘A cielo abierto’ con Jean-Hugues, uno de los residentes de Courtil. © Romain Baudean

Usted filmó durante tres meses 180 horas de grabación. ¿Cómo fue el proceso de montaje, de perder gran parte de lo que había filmado para hacer un ejercicio de reducción y de síntesis?

El montaje se alargó durante ocho meses, ¡fue larguísimo!. Y fue así para intentar, justamente, conservar esta estructura en la que al principio nos encontramos un poco perdidos para ir viendo como después las cosas se van construyendo de manera progresiva. Se trataba de conseguir mantener el equilibrio entre escenas de vida y escenas donde los adultos hablan de lo que han visto para intentar entender a los niños.

¿Cómo reaccionaron los niños, los profesionales y los padres al ver por primera vez la película?

Sistemáticamente cuando hago una película muestro el resultado a las personas para estar segura que les gusta y que no quieren que cambie alguna cosa. Quiero estar segura que todo el mundo está a gusto con la película. Así que esta vez también mostré la película a los niños, a los adultos y a los padres. Los profesionales estaban muy contentos con el resultado. La reacción de los niños fue muy interesante porque cada uno vio la película de una manera muy diferente y que curiosamente correspondía con su mundo y su relación con este, una experiencia singular para cada uno de los protagonistas. Los padres también estuvieron encantados de ver la cinta. En primer lugar porque vieron que sus hijos eran felices en esta institución y eso es muy importante. Poder ver sus escenas cotidianas: como se levantan por la mañana hasta que se van a dormir. Para muchos padres fue agradable ver que para cada niño el momento de ir a dormir, por ejemplo, era diferente según sus necesidades. Algunos niños insistían en que les explicaran un cuento, otros en ir a dormir debajo de una cabaña, se trataba de una relación muy atenta con ellos. Los padres estuvieron contentos de poder ver esas atenciones. Para algunos ver la película les permitió entender cosas sobre sus hijos que hasta ese momento no habían captado. Fue muy fuerte y emotivo para ellos.

Usted viene de una familia de artistas: sus padres pintores, su hermana actriz. ¿Cómo influye su historia familiar en su mirada?

Influye por muchísimas razones. Es complicado de explicar. Mi madre era pintora. Murió cuando yo era muy pequeña. Hice una película que se llama ‘Historia de un secreto’. Murió después de un aborto clandestino y me lo ocultaron durante mucho tiempo es por ello que hice esta película del secreto. Supongo que las ganas de explicar historias y las ganas de entender motivan el hecho de que yo me dedique a los documentales. Con mi trabajo busco entender algo de lo real y darle un sentido. Esta respuesta parecería un poco de psicología barata (risas) pero pienso que realmente en mi trabajo hay un deseo de hacer entender y ver aquello que es invisible. Pienso que el arte, el cine, la pintura están aquí para hacernos ver aquello que de entrada no vemos, para hacer aparecer el sentido y la belleza. En todas mis películas intento explicar historias dramáticas o difíciles pero enseñar a través de ellas la belleza, la belleza humana y de cómo aquello que pueda parecer trivial, en el fondo, tiene algo de extraordinario.

Cartel del documental 'A cielo abierto'. Se estrena en cines el 24 de octubre y se podrá ver online a través de Filmin a partir del 3 de noviembre.
Cartel del documental ‘A cielo abierto’. Se estrena en cines el 24 de octubre y se podrá ver online a través de Filmin a partir del 3 de noviembre.

María José Muñoz y Juan Bauzá: “Nuestra experiencia, la del psicoanálisis, pasa por una lectura y una escritura”

María José Muñoz y Juan Bauzá, ambos psicoanalistas en Barcelona, acaban de publicar su Introducción a conceptos lacanianos. Estructura y estructuras en psicoanálisis II. Símbolo, significante y letra, continuación del primer volumen publicado en 2010. Para celebrarlo, los hemos entrevistado para La Casa de la Paraula.

Por Miquel À. Riera

Buenos días, lleváis más de diez años realizando un seminario de trabajo sobre Freud y Lacan y fruto de eso es el presente libro y su antecedente, ¿qué motivó y qué motiva tal empresa?

María José Muñoz (MJM): Motivó quizás, aunque suene un poco pedante dentro del mundo del psicoanálisis, una especie de retorno a Lacan. Hacer un tipo de lectura que no se había hecho en la medida en que Lacan estaba vivo o bien, en los años ochenta, en que todos los que transmitían Lacan habían estado con Lacan. Entonces se estableció un tipo de lectura donde se comenzaba por cualquier seminario y eso, por una parte estuvo bien porque se tiene que comenzar por algún sitio en una obra que era desconocida sobre todo en España, pero dejaba fuera lo que sería una lectura cronológica que permitiera ver desde dónde partía Lacan, no solamente con Freud, sino incluso con su pasado psiquiátrico. Como base fundamental había una pregunta que venía de que a Lacan se le había colocado y se lo sigue colocando dentro de la línea del estructuralismo. Entonces, teníamos una orientación que era la de tratar de establecer bien lo que en psicoanálisis llamamos una estructura. Y además darle su vertiente clínica, que sería las estructuras clínicas. Poder diferenciar entre lo que sería el estructuralismo y, por otra parte, la estructura del sujeto y las estructuras defensivas freudianas. Este fue el inicio.

Juan Bauzá (JB): Hay una cosa que dice precisamente Lacan en la última conferencia que da en Venezuela que es que “Yo soy un freudiano y si quieren les toca a ustedes ser lacanianos”. Lacan propuso un retorno a Freud porque consideraba que había habido toda una desviación de lo que Freud proponía y del carácter subversivo del sujeto en relación al psicoanálisis y yo creo que, precisamente, después de la muerte de Lacan se plantea la cuestión de lo que podríamos llamar un retorno a Lacan. ¿En qué sentido? Yo pienso que porque se ha hecho una lectura, podríamos decir, muy imaginaria de Lacan. ¿Qué quiero decir con esto? Que no se ha tenido en cuenta lo que a mi entender es el eje fundamental de lo que conduce su enseñanza y su obra que justamente es la estructura y las estructuras en psicoanálisis; constituye la noción de estructura. Pero claro, esa estructura, y por eso se ha dicho que Lacan era estructuralista, y yo también lo creo así, no es una estructura simplemente en el sentido podríamos decir “filosófico” de estructura, sino que también una estructura que da mucha importancia a la lógica y a la matemática. ¿Por qué? Porque parte, dentro de la estructura lingüística, de la noción de la lógica del significante que comporta necesariamente una ampliación, una modificación de la lógica para que incluya al sujeto, el sujeto que de alguna manera es el sujeto excluido de la ciencia. Se parte de una re-inclusión. Esta re-inclusión comporta tener muy en cuenta lo que es, no sólo la estructura lingüística, sino también la estructura matemática, en el sentido de la matemática moderna. Y la idea de hacer este seminario era precisamente, la idea de ese retorno a Lacan con ese hilo conductor, que sería la importancia que tiene, por una parte, la estructura lógico-matemática y, por otra parte, la re-inclusión en ella de eso excluido: la noción de sujeto.

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Costó siglos ver operaciones matemáticas que hoy en día son evidentes para un niño de nueve años. ¿Podría ser esto algo parecido a lo que decís?

MJM: Justamente el otro día, hablábamos de la fobia que tienen muchísimas personas a las matemáticas. A la lógica también, pero sobre todo a las matemáticas. Yo creo que no se ha entendido, en general en la sociedad, y no se ha transmitido que las matemáticas son un lenguaje más. Y dentro de ese lenguaje intenta atraparse algo que, Lacan mismo lo va a decir, que es capaz de conectar con lo real y que permite un cierto entrenamiento de lo que tendría que ver con la cuestión de la verdad del sujeto, es decir, una verdad que no es LA verdad sino que se tiene que trabajar. En este sentido el ser humano necesita trabajar esta cuestión de la verdad y el sistema lógico-matemático permite ese acercamiento a la verdad que lo acerca a lo real y que lo acerca a la conexión entre un sistema simbólico y un real. Entre una discontinuidad y una continuidad, que es lo real. Entonces yo creo que sí hay una resistencia porque el plano imaginario siempre está pensando que hay algo que se puede atrapar de forma directa y no con una labor.

JB: La fobia, en este sentido, es una estructura defensiva y daría cuenta de una resistencia. Y hay que tener en cuenta que lo que fundamenta buena parte de la ciencia es precisamente la lógica matemática. Ésta es lo que introduce la racionalidad científica, y ¿qué quiero decir con esto? Que es aquello que pretende atrapar lo real. ¿Cuál es el problema? Que precisamente eso real, podríamos decir, que es lo que al contrastarse con lo imaginario del sujeto, que estaría bastante condicionado y determinado por el deseo y el narcisismo, ese sujeto al confrontarse con ese real se va a topar con algo que es el suporte material de algo que podría ser una satisfacción y es necesario pero a la vez, se puede topar precisamente con aquello que impide o imposibilita esa satisfacción inmediata que estaría vinculada con el principio del placer. En ese sentido, habría una resistencia por parte del sujeto e incluso por parte de quienes pueden estar trabajando en psicoterapia o en psicoanálisis porque justamente ese real confronta al sujeto con una imposibilidad de satisfacción del deseo en su totalidad, de una forma absoluta.

Por otro lado, distinguís en el libro, siguiendo a Lacan, el campo de la exactitud del registro de la verdad.

MJM: Ahí hay uno de los ejes fundamentales de este libro: el hilo que Lacan establece en ese momento entre lo que sería un sistema simbólico que por una parte está muy pegado, y por eso toma la etología, diría yo, como base a lo que sería el signo y, por tanto, a lo imaginario. Entonces, en ese sentido va a aparecer en Lacan un sistema simbólico que es como un automático, como una especie de código que se parece a lo que sería el código de los animales. ¿Qué quiere decir? Que ese campo de la exactitud, Lacan en esos momentos lo está hablando como el campo donde se encuentra el sujeto en un código: de la sociedad, familiar, etc., y ahí lo que se juega es la exactitud del propio sistema. Es una especie de automático; lo automático del sistema. Entonces, en ese momento, para él de lo que se trataría es que eso que, en La carta robada por ejemplo, los protagonistas creyendo ser los actores de la acción, en realidad están sujetos a los lugares que la estructura determina. Entonces son como una especie de signos donde en cada casilla va a venir ocupada por uno de los personajes. Y esas casillas son fijas y los personajes van a ir pasando por esas casillas porque es como una especie de automatismo. Ahí estamos hablando del lado de la exactitud en ese sentido de que es automático, que es una estructura quien determina eso. Sin embargo, en la segunda vuelta, cuando intenta dar cuenta de esa segunda vuelta, de ese saber dentro de lo simbólico humano, allí lo que va a estar en juego va a ser la búsqueda de la verdad, y la búsqueda de la verdad la instituye en esos momentos, en un sistema, la parole en contraposición a mot -que estaría del lado de la exactitud. La palabra como la liberadora ¿por qué? Porque en esos momentos justamente, lo que conlleva la pregunta sobre la verdad, es decir, hacer de la verdad una causa, es el sistema de equívoco del significante. Si podemos decir que hay una cara de signo del significante, que está del lado de ese imaginario pegado más al código animal, será la pregunta por la verdad, el hecho de que el sujeto de alguna manera tenga que preguntarse sobre si lo que se dice es verdadero o no es verdadero, lo que está colocado en la segunda vuelta. Esa segunda vuelta la diferencia como la que buscaría el reconocimiento, la verdad en el otro. No sé si te contesto, más o menos. Por ejemplo en las formaciones del inconsciente: él va a poner que de entrada con lo que se encuentra el sujeto es con un código y una serie de mensajes. Y es la cadena de los significantes lo que le permite poder preguntarse por la verdad, en la medida en que el significante implica el equívoco, la mentira… eso conlleva preguntarse por la verdad. No va a ser así más adelante, donde justamente va a poner de entrada, el significante como la posibilidad de un efecto de sentido que lleva en sí mismo el efecto del equívoco.

JB: Esto es, se podría decir, como la contraposición entre lo que es un sistema formal, por ejemplo, cuando coges un libro y tienes un texto con letras y cómo la verdad se plantea a partir de que se introduce en ese sistema formal el sujeto de la enunciación. Y el problema es transformar lo que son simplemente letras, una sintaxis, o la idea de mot en francés, que sería una palabra vacía. Introducir allí la significación vinculada al sujeto y en esa significación la cuestión de la verdad del sujeto que antes del momento en que planteamos la existencia de lo inconsciente habría un doble registro: estaría por una parte aquello en lo que el sujeto habla y con lo que se identifica a través del yo, de la consciencia; y aquello que dice en ese decir sin que sea consciente de eso que dice y que, incluso en un momento dado, en un lapsus por ejemplo, puede llegar a decir algo que no tenía la intención de decir. Esto introduce precisamente lo que estaría vinculado con la verdad de ese sujeto.

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Tratáis de demostrar, también, cómo Lacan diluye dicotomías como forma-contenido, relato-estructura, etc. ¿Qué me decís de otras dicotomías como ciencias-humanidades o matemática-poesía?

MJM: ¿Ciencias y humanidades? Me parece totalmente absurdo. Es decir, siempre me ha parecido absurdo. Porque las ciencias o las humanidades, o lo que se consideran las disciplinas humanitarias no dejan de ser un producto de los seres humanos. Eso no quiere decir que en cada una de ellas no pueda haber una peculiaridad. Pero lo que está claro es que son todas ciencias humanas, ahí no hay diferencia entre ciencias humanas y “ciencias”. Por otro lado es verdad que el objeto del que trata la ciencia se le supone un objeto inanimado, que no es un sujeto y entonces, que en todo caso, tendría que considerarse esa diferencia como objeto. Pero está claro que el que lee ya es un sujeto, tanto los científicos como otros. Es un sujeto y por lo tanto está sujeto a eso mismo, a ese sistema simbólico del que se parte. Sistema simbólico que además tiene una historia, es decir, tiene todo un saber acumulado y que eso determina también lo que se puede abordar y no abordar. Pero en la medida en que es leído por un sujeto, el investigador o el que sea, entra en lo que sería lo humano. No sé si me acabo de aclarar. Esto por una parte, respecto a la poesía: yo creo que hay algo fundamental en la poesía. Creo que es una función, sobre todo hablando de las figuras retóricas, metafóricas y metonímicas y todo lo que tiene que ver con los tropos. Lacan cuando habla de la metáfora o la metonimia, las resuelve en una fórmula matemática. No es en acto, aunque se pueda poner en acto en un análisis, sino que obedece a una estructura la que, justamente, da cuenta por ejemplo de lo que sería la función de sustitución de lo metonímico del deseo. El pasaje de esto metonímico del deseo a lo que sería la vertiente de la represión bajo la barra, es decir, la utiliza como una función matemática de sustitución. Yo creo que dentro de la poesía no es así. Una metáfora no es una función de sustitución. Sino que te efectúa un tipo de sustitución. Y está en acto. Lacan siempre ha dicho que la función de la metáfora no es una metáfora; es una función matemática donde pueden venir a ocupar esos lugares cosas que están ya fijadas dentro de la propia teoría. Y una metáfora poética creo que no pasa por allí. Se efectúa pero no pasa por allí.

JB: Yo hay una cosa que cuando comencé a leer a Lacan me apasionó y es precisamente esa incorporación que hace de la literatura, la filosofía por una parte y, por otra parte, de la matemática, de la lógica, de la lingüística y para mí esto comporta una superación precisamente de esa división entre ciencia y humanidades. Esta división a mi entender tiene que ver justamente con la contraposición clásica entre objeto y sujeto. Que podría simbolizarse como una esfera, es decir: por una parte, tendrías lo que está en el interior de la esfera, que sería el sujeto y lo que está en el exterior que sería el objeto. Lacan hace una ruptura con esa topología y pasaría a un tipo de estructura como puede ser el plano proyectivo o la botella de Klein, donde no hay exterior y el interior se confunde y, a partir de allí, si las ciencias pretenderían ser las ciencias de los objetos exteriores; y por otra parte, las humanidades son lo que llamaríamos ciencias del sujeto, es decir, que incluirían al sujeto. ¿Cuál es el problema? Que, a partir de esa ruptura de Lacan, lo que aparece como ciencias supuestamente del objeto están marcadas por el sujeto, que Lacan lo va a definir como el sujeto de la ciencia, no son exteriores a ese sujeto, están vinculadas y eso requiere incorporar la importancia que puede tener el lenguaje, la letra, en las ciencias normales. Y, por otra parte, en cuanto a lo que serían las humanidades, que serían la ciencia del sujeto, a la vez, vamos a decir que la precisión y la cientificidad de esas humanidades es justamente lo que debe introducir toda una serie de recursos formales que producen las ciencias lógico-matemáticas. Eso justamente permite esa marca que puede tener, por una parte, el objeto del sujeto; y, por otra parte, el sujeto del objeto.

¿Cuáles creéis que son los vínculos actuales entre psicoanálisis y ciencia?

MJM: A ver, es que yo creo que ahí habría que diferenciar en cuanto a lo que sería lo que se considera la ciencia en términos de positivo de Popper y demás, y lo que sería la base lógica que sostiene a esos sistemas. Entonces, lo que sería la base lógica que sostiene esos sistemas ha sido trabajada y reformulada pero no incluidas dentro de lo que se sigue considerando la ciencia que tiene su máximo modelo en las ciencias experimentales. Hay en común la base lógica, que es el rigor que se pretende para cualquier tipo de abordaje de la realidad, de los sujetos, etc. Entonces tienen en común eso, pero generalmente lo que se suele mantener como lo que diferencia, por ejemplo, al psicoanálisis es el hecho de lo experimental y no el hecho de la lógica que subyace. Entonces, desde ese punto de vista se sigue pensando, desde esa división que se sigue haciendo, las ciencias serían el modelo experimental y ahí el psicoanálisis quedaría totalmente fuera. Pero si se considera desde las bases de la lógica que sustentan un sistema teórico, el psicoanálisis es, en ese trabajo que ha hecho Lacan y que está haciendo Vappereau -o el que intentamos nosotros y el que yo creo que hay que hacer-, es el del rigor lógico-matemático que permite poder dar cuenta de la validez del sistema y de la consistencia del sistema. Ahí también me parece que es por lo que insistimos de lo lógico-matemático. Por otra parte, yo creo que una de las cosas que se tienden a olvidar es que, a ver, o que hay un prejuicio, pues es cierto que Lacan hace muchas críticas tanto a la ciencia como a las matemáticas o la lógica, pero a la vez, lo va cogiendo. ¿Qué quiere decir? Que él está cogiendo ese modelo de rigurosidad y por otra parte está intentado que en ese modelo, que Juan decía que se deja fuera al sujeto, esa lógica, introduzca al sujeto. Entonces Lacan está todo el tiempo intentando, con la lógica, el rigor de lo lógico, que sustente ese rigor e incluya al sujeto. Para eso para lo que siguiendo muy estrictamente porque la gente dice que no, que es una lógica más o menos vaga para que pueda incluir al sujeto. Yo creo que no, que es la lógica clásica sólo que teniendo en cuenta las dimensiones de los efectos del inconsciente. Es decir, como aparece, etc. Eso tiene su lógica, y ya Freud en La interpretación de los sueños intenta dar cuenta de la lógica que subyace, que no es una lógica clásica en el sentido de la consciente. NO y sí. NO porque está en contraposición a lo que él conocía de la lógica clásica pero ojo porque la lógica clásica ha cambiado muchísimo. Sobre todo con la vertiente en la que se ha introducido la matemática. Hoy tenemos la lógica matemática. Entonces, esa lógica matemática permite introducir lo que los lógicos dejan fuera a la vez en que, en la medida en que siguen investigando están dando herramientas para poderla hacer. Ese es el reto que nos parece que los psicoanalistas tenemos: la de poder dar cuenta de la rigurosidad lógica, en una lógica clásica, pero sabiendo que esta lógica clásica ha ido modernizándose y que en estos momentos hay muchísimas herramientas para poder dar cuenta de lo que podríamos llamar fenómenos de la clínica psicoanalítica, es decir, que introduzca al sujeto barrado.

JB: El tema de ciencia y psicoanálisis es un tema fundamental pienso. Y hay un escrito que es el que cierra precisamente los escritos que es La ciencia y la verdad y que justamente ese escrito es el único que Lacan va a leer en su seminario en lo que sería el principio del seminario del objeto del psicoanálisis, es decir, dónde se pregunta por cuál sería el objeto del psicoanálisis. Entonces en este sentido este escrito es un texto a mi entender fundamental en relación al tema ciencia y psicoanálisis y hay varias cosas que dice, pero dos de ellas quiero destacarlas: primero, cuando se critica y se suele destacar del psicoanálisis que no es una ciencia. Justamente Lacan va a introducir que el psicoanálisis no sólo no es una ciencia sino que es un paso-de-ciencia, es decir, que en ese sentido, por un parte no se podría identificar con lo que sería la ciencia o, vamos a decir, la ciencia clásica que estaría fundamentada en una teoría de la ciencia que puede ser la teoría de la ciencia del positivismo lógico o simplemente el positivismo a secas. Y, por otra parte, es un paso-de-ciencia en el sentido de que introduce dentro del mero formalismo científico eso que va a llamar el objeto a, causa del deseo, y va a decir finalmente el objeto del psicoanálisis no es el objeto a, curiosamente, sino que va a decir el objeto del psicoanálisis es la función del objeto a. Y en ese sentido es fundamental para que la ciencia precisamente no tenga los efectos destructivos que ha tenido y sigue teniendo justamente esa introducción del sujeto y de la función del objeto a causa del deseo.

Sin embargo, antes que nada el psicoanálisis es una experiencia y una praxis. ¿Cómo se combinaría esta estructura teórica con este hecho?

JB: El problema es que, con lo que decía María José en relación a las ciencias experimentales, es que se sigue pensando en términos de que primero es la experiencia y después sobre la abstracción de esa experiencia que se construye la ciencia. Es decir, que no se tiene en cuenta lo que Lacan va a introducir que es la idea de primacía del significante. Si antes, se puede ver con los niños, uno no introduce toda la cuestión del lenguaje es imposible un ordenamiento, de lo real y del mundo, que permita justamente hacer ciencia. Y en este sentido es tan fundamental la introducción del lenguaje que es lo que va, en toda la cuestión de las personas que nacen sordomudas por ejemplo, todo lo que va de lo que podría ser una minusvalía o un retraso mental, donde no va a ser sino a partir del momento en que precisamente se introduce el lenguaje que empieza la mejora. En este sentido es lo que se descuida: que una praxis de algún modo no es posible si antes no ha habido un lenguaje que de alguna manera la permita. Algo que es del orden de una serie de recursos simbólicos que se introducen en un momento determinado. Esto supone un corte en todo saber científico y permite ver las cosas de otra manera, por ejemplo, todo el corte que supone el paso del sistema de Ptolomeo al sistema de Copérnico. Es decir, más bien la experiencia vendría a confirmar o a la falsear lo que ha sido un proceso puramente teórico.

MJM: De todas formas, una de las cosas que me parece que Lacan intenta subrayar y que cuando habla de causa material está apuntado, es que nuestra experiencia, la del psicoanálisis, pasa por una lectura y una escritura. Nos movemos dentro del discurso del analizante y de lo que en ese discurso se puede leer desde lo imaginario o desde ciertas herramientas que uno ha tomado desde lo que es el psicoanálisis y trabaja desde ahí. Si tienes unas herramientas que te permiten saber que no sólo hay determinadas conexiones de pensamientos, como dentro de la psicología, sino que además hay unas estructuras, unas operaciones que se han dado en el sujeto, y que, por ejemplo, en la estructura del fantasma van a ser fijas y que esa fijeza es lo que está dando toda una serie de declinaciones en síntomas. Eso permite poder operar desde esas operaciones y con ellas en la singularidad de ese sujeto. El pensamiento y las operaciones están dentro de un discurso que puede pasar por actos, experiencias pero que en todo caso están relatadas como discurso que es un poco lo que Lacan con el relato de Allan Poe intenta dar cuenta. En un relato se pueden encontrar las estructuras de las que está hablando el psicoanálisis.

JB: Precisamente esto se puede ver en las exposiciones clínicas que siempre están muy infiltradas de lo que sería la teoría y que en ese sentido es fundamental lo que sería la lectura y la escritura y el relato. Y que precisamente, en el caso de la psicosis, por ejemplo, al tener un fallo en lo que Lacan llama la metáfora paterna, el psicótico no se da cuenta de que está leyendo. Hay un rechazo de la lectura que está haciendo de la realidad. Al negar esa lectura, ésta aparece como la realidad.

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Una cuestión de lectura y escritura. ¿Creéis que sabemos leer?

JB: Yo creo que hay un analfabetismo del sujeto. Y que precisamente cuando Lacan dice que de lo que se trata en un análisis es del bien-decir o sea, de alguna manera lo que el sujeto debería aprender en un análisis, es curioso decirlo, es a leer y a escribir y a hablar. Algo tan elemental y básico como eso. ¿Qué supone eso? Supone que él pueda introducir en eso al sujeto de la enunciación -y darse cuenta también de ello.

MJM: Yo creo que el problema fundamental es ese y una de las cosas que siempre digo y comento con profesores es que se da una educación donde lo que se busca es la fijeza de signos. Muy poco lo que sería el sistema simbólico que el ser humano tiene. Nuestro segundo libro apunta fundamentalmente a esto. Nos seguimos comportando como si fuésemos “animalots”. Creyendo que lo que vemos enfrente es lo que es, que no estamos regidos por un sistema simbólico que tamiza y que realmente determina la percepción. En ese sentido, las palabras se convierten en objetos. La posibilidad precisamente de ver que son significantes, de ver que están abiertos a muchas significaciones -a pesar de estar acotadas puesto que no todas son válidas en un momento histórico determinado- lo cierto es que los seguimos viendo como signos y no como significantes. En ese sentido leemos fatal. Como si fuéramos animales que lo que perciben es lo que es.

JB: En este lo que es del orden de la lettre, que es del orden de la lectura, se confunde con l’être, con el ser. Por eso va a ser tan importante la obra de Heidegger que precisamente va a distinguir lo que es el ente como un efecto del lenguaje de lo que es el ser. Y en ese sentido se produce una división del sujeto y aparece toda la problemática de lo que él va a llamar del Dasein, es decir, de un ente que, justamente no tiene una comunicación directa con el ser porque está mediatizado por el lenguaje, es un ser abierto y sufriente al ser, en relación con el ser.

Finalmente, ¿qué balance hacéis del psicoanálisis en el siglo XXI, más 100 años después de su nacimiento?

MJM: A ver, como propuesta sigue siendo válido y absolutamente necesario. Como momento en el que se encuentra, creo que hay mucho trabajo por hacer para precisamente darle el rigor que necesita en estos momentos. No se puede ir con teorías antropológicas o míticas para responder a qué es el psicoanálisis. De eso los psicoanalistas deben ser conscientes que, en un momento en que los jóvenes han tenido una formación y exigen cierto rigor en aquello que afrontan, hay que estar a la altura. Sí es verdad que hay ataques desde muchos tópicos acerca del psicoanálisis, pero se sigue respondiendo desde los tópicos. Es hora de ir respondiendo desde el rigor que tiene la teoría psicoanalítica. Ese fue el esfuerzo máximo de Lacan al darnos herramientas fundamentales que están todavía sin desplegar o trabajar a fondo. En ese sentido, veo un momento actual con mucha potencialidad pero en general no es un momento muy brillante del psicoanálisis. Creo que, en parte, cuando el estado hace ofensivas para meter al psicoanálisis en las psicoterapias, hay una parte de la responsabilidad del psicoanálisis al no saber responder desde el rigor sino desde el retraimiento a posiciones de “que siempre ha habido una resistencia al psicoanálisis”. Es verdad pero como toda resistencia tiene su aspecto regresivo y progresivo. Aquí lo progresivo sería trabajar en cómo argumentar y fundamentar lo que se está trabajando y por qué es diferente a otras disciplinas.

JB: Efectivamente el psicoanálisis lleva más de 100 años. Este año se va a cumplir el centenario de la Introducción al narcisismo de Freud. Yo pienso que estamos en los comienzos y que queda muchísimo trabajo por hacer y que ese trabajo es delicado porque es un trabajo por hacer en un sistema social o mundial que más bien iría en contra de aquello de lo que se trataría. En vez de estar al servició del sujeto, sería un sistema donde los sujetos siguen estando como objetos de una serie de personas, de grupos dominantes y eso es un problema. Si el psicoanálisis me parece actualmente una de las cosas, si se respeta su estatuto, más importantes y subversivas en cuanto a una posibilidad de cambio y, si eso no se produce, yo pienso que va a haber un deterioro cada vez mayor del mundo y del ser humano. Este deterioro es precisamente el efecto destructivo que produce esa desconsideración el sujeto, tanto hacia el sujeto como hacia fuera del sujeto -ahí tienes todos los problemas de tipo ecológico e incluso de aumento de enfermedades a pesar de que a la vez se producen avances médicos. Puede llegar un momento en que todo esto se vaya de las manos y si se consigue la eliminación del sujeto, para mí, es el principio del fin. O todo lo contrario: si justamente el sujeto es lo que es reivindicado, aunque sea en estos momentos por parte de pequeños grupos, por parte del psicoanálisis, esto es lo que tal vez va a permitir, y lo veo complicado y difícil, más bien en ese sentido soy pesimista –como Freud y Lacan- , es lo que permitiría salvar de algún modo el mundo de su autodestrucción. Por otra parte hay otro tema, y con esto voy a terminar. Es la cuestión de la institucionalización. El problema de los psicoanalistas es el seguir atrapados entre el deseo de reconocimiento, siempre precario, y el reconocimiento del deseo. O sea, el deseo de reconocimiento es lo que lleva a esperar y a pedir al Estado y a la Ley, para que el analista pueda estar tranquilo, la institucionalización y la legalización cuando justamente de lo que se trata, si se reconoce el deseo, de resistir y justamente no pasar por ahí. Pues eso supone la destrucción del psicoanálisis y del psicoanalista. El deseo de reconocimiento de ese Otro es lo que puede llevar a una alienación hacia esa demanda del Otro que lleve a una negación del sujeto que interesa y que sólo es posible a partir de un cuestionamiento de esa demanda del Otro, de esa alienación y de ese reconocimiento.

Antonio Pérez-Sánchez, psicoanalista: «No pretendo que el libro sea un manual porque la clínica desborda los manuales.»

El doctor Antonio Pérez-Sánchez, psiquiatra, psicoanalista, miembro y expresidente de la Sociedad Española de Psicoanálisis, y docente del Institut de Psicoanàlisi de Barcelona ha publicado Psicoterapia breve psicoanalítica. Una experiència de psicoanálisis aplicado. Clínica y teoría. (Xoroi edicions, 2014). La actualidad del tema, no sólo para quienes trabajan en Instituciones, y el interés del libro nos ha llevado a entrevistar al doctor Antonio Pérez-Sánchez para La Casa de la Paraula.

Entrevista realizada por Magne Fdez-Marbán

        

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¿Qué le llevó a los estudios de psiquiatría?

Yo diría que mi interés por la psiquiatría tiene que ver básicamente con la tarea profesional que realizó mi padre. Él era practicante en Níjar, provincia de Almería, lo que hoy sería un ATS: ponía inyecciones, asistía partos y era un hombre que sobretodo tenía una muy buena relación con la gente. Él hablaba con la gente y esa capacidad de mi padre para contactar con la gente estaba muy presente en casa, de manera que fue una de las fuentes de mi interés por ayudar a las personas. Otro elemento que interviene de una manera más concreta en mi interés por estudiar psiquiatría y más en concreto por el psicoanálisis tiene que ver con que mi hermano mayor estudió psiquiatría y luego se hizo psicoanalista. Fue una referencia para mí. Todo esto y mi interés por las llamadas humanidades, cuajaron en la idea de estudiar psiquiatría, porque mi interés en curar a la gente a través de la medicina no era suficiente, necesitaba de ese otro complemento de las humanidades; y la psiquiatría conjuntaba las dos, y de manera particular la psiquiatría orientada psicoanalíticamente.

Mi padre fue capaz de escuchar mucho a la gente y de hablar en términos muy sencillos y de compartir situaciones dolorosas con ellos. Creo que fue una de les lecciones no explícitas pero perceptibles en mi infancia que calaron como un punto de referencia muy importante en mi interés para ayudar a otros a través de la psiquiatría y el psicoanálisis.

Un padre que hablaba con la gente y ayudaba a que nacieran niños.

Sí, no se limitaba por ejemplo a poner inyecciones, a asistir partos o a curar determinadas lesiones de pequeña cirugía sino que todo eso él lo acompañaba de una conversación, de una capacidad de establecer una relación que hacía posible que la intervención concreta, de un parto o una cura fuera mucho más viable, mucho más tolerable para sus pacientes.

¿Estaba en contacto con las brujas del pueblo?

La verdad es que no. En este sentido tenía una actitud más bien científica, era racional y era respetuoso con toda la gente del pueblo. Tampoco recuerdo que hubiera curanderas en aquellos años cincuenta en el pueblo.

nijar1 Níjar (Almería)

¿Y ese interés de su padre por lo racional de dónde venía?

Es curioso, en la familia de mi padre eran barberos. Y en las barberías se habla. Es tradición que entre los barberos surja la profesión de practicante. Mi padre empezó como barbero, una profesión que se presta al contacto con la gente, esa fue su primera experiencia profesional y luego se interesó por hacer algo más y estuvo en Granada para conseguir el título de practicante y empezar a ejercer como tal.

¿Y su madre?

Una mujer muy fuerte y con mucho ímpetu. De alguna manera supo salir de su destino en el campo de Níjar de aquellos años. Nació en un cortijo y de pequeña no pudo estudiar. Sin embargo, se trasladó al pueblo, trabajó, conoció a mi padre y nos transmitió el interés por hacer cosas más allá de lo que nos envuelve. Creo que fueron una pareja que se complementaron muy bien.

¿Dónde estudió psiquiatría?

Después de hacer el bachillerato en Almería estudié hasta tercero en la Facultad de Medicina de Granada. En ese momento mi hermano Manolo, que es bastante mayor que yo, ya estaba en Barcelona y había iniciado la especialidad de psiquiatría. Como dije, yo ya estaba interesado en la psiquiatría y hacía tiempo que me atraían las humanidades. En Granada simultaneé la asistencia a la Facultad de Medicina y a la de Filosofía y Letras. Y hubo un momento en el que tuve una cierta crisis vocacional en el sentido de que las letras me tiraban más. Fue en tercero de Medicina, cuando acudí a las clases de filosofía como oyente, pero cuando llegó la época de los exámenes parece que fue más fuerte el sentido de responsabilidad y de obligación, el superyó, diría hoy, y desistí de abandonar en mitad de la carrera de Medicina; asi que me puse a estudiar y curiosamente fue el año que mejor resultado académico tuve, quizá porque fui a los exámenes sin la ansiedad propia del que teme que no aprobará. Allí vi más claro que dar satisfacción a mi inquietud por las humanidades podría canalizarse a través de la psiquiatría, y de manera más concreta por el psicoanálisis, ya que mi hermano estaba empezando en el ámbito psicoanalítico. Y eso me impulsó a venir a Barcelona, a continuar la carrera de Medicina. Una vez aquí, también quise seguir algunas clases de Filosofía, y tuve la oportunidad de asistir a las clases de Emilio Lledó, en esa época ocupala una cátedra en la Universidad de Barcelona. Daba dos materias, Historia (de la filosofía) antigua y Historia de la Filosofía contemporánea. Y acudía a las dos. Terminé la carrera de Medicina claramente orientado hacia el psicoanálisis.

¿Reconoce o tuvo algún maestro en el campo de la psiquiatría?

Acabé la carrera en la Facultad de Medicina de Barcelona, como digo, y empecé la especialidad de psiquiatría en el Departamento de esta especialidad del Hospital Clínico de dicha Facultad. En ese momento ocupaba la cátedra el profesor Ramón Sarró, un hombre que al principio tuvo interés por el psicoanálisis pero que luego, según él decía, quedó decepcionado de su contacto con Freud y de sus inicios de análisis personal en Viena. De todos modos, esa ambivalencia suya le permitió aceptar que los primeros psicoanalistas de Barcelona acudieran a su cátedra y ahí fue donde entré en contacto con el doctor Pere Bofill, fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Psicoanálisis, junto a otros psicoanalistas de generaciones posteriores de los cuales recibí y aprendí mucho. Todos ellos colaboraron en la cátedra de psiquiatría, primero con Sarró y luego con Joan Obiols de otra línea psiquiátrica pero tolerante hacia el psicoanálisis.

¿Empezó a analizarse cuando acabó sus estudios de psiquiatría?

Empecé mi análisis justo al iniciar la especialidad de psiquiatría. Es decir, nada más terminar la carrera de Medicina, al tiempo que hacía el primer curso de la especialidad de psiquiatría. Tenía claro que debía comenzar mi análisis por razones personales; era una experiencia terapéutica que necesitaba, además de por mi interés en la orientación psicoanalítica que quería dar a mi trabajo dentro del ámbito psiquiátrico.

Siempre con el mismo analista

Si, hice mi análisis con el mismo analista y fue una experiencia muy satisfactoria.

¿En qué?

En el sentido de que obviamente el psicoanálisis supuso un antes y un después de mi vida. Son muchos años de estar con una persona compartiendo tus dificultades, tus intimidades y tus problemas y encontrando vías para enfrentar esas dificultades. Pero sobre todo satisfactorio, creo, por la cada vez mayor conciencia, a medida que pasa el tiempo, de que el beneficio del psicoanálisis es algo permanente desde el momento en que terminé el análisis hasta hoy en día. Es decir, me parece una experiencia en la que se fue sembrando mucho durante su realización y que por tanto ha ido dejando una serie de semillas que han ido creciendo, aunque fertilizando en momentos distintos a lo largo de mi vida. Es decir, que el progreso personal no acaba con el análisis sino que sigue ahí, probablemente toda la vida, una vez terminado. Para mí, pues, lo básico de la experiencia analítica es cómo deja ése poso fértil que permite que sigas creciendo con las herramientas y los recursos que te ha dado.

¿Y ha sentido la necesidad de analizarse otra vez?

No, la verdad es que el análisis ha producido las suficientes semillas como para seguir con mi autoanálisis de manera que permita continuar el crecimiento toda la vida, como decía. Y las experiencias de la vida podemos considerarlas como complemento de la experiencia psicoanalítica, el abono para que sigan prendiendo dichas semillas. Una vez finalizado la experiencia analítica con tu analista, uno solo continua mediante el autoanálisis, pero necesita de otras experiencias de la vida, parar retroalimentar ese autoanálisis. Es decir, otras experiencias con las que uno crece. Y esas otras experiencias le hacen pensar a uno porqué son satisfactorias o no, porqué aciertas o te equivocas, contigo y con los demás, de manera que una actividad inacabable. Por tanto no veo la necesidad de un reanálisis en la medida que puedo continuar adelante con los recursos que me proporcionó para seguir creciendo. Diría que si uno se rodea de personas con las que hay ese estímulo mutuo de seguir aprendiendo no me parece necesario otro análisis. Al menos de momento, no.

¿Acaba sus estudios y empieza su actividad profesional?

Acabo mi formación como psiquiatra en el Hospital Clínico de Barcelona y ese momento, 1975, es una fecha muy particular, tanto desde el punto de vista profesional como sociopolítico del país, porque es la agonía del franquismo, por una parte, y, por otra, es también el período de la revisión crítica de la asistencia psiquiátrica. Es el momento de lo antiinstitucional y de la antipsiquiatría. Los psiquiatras jóvenes que empezamos a trabajar en ese momento en hospitales psiquiátricos de pacientes crónicos, como en mi caso en el manicomio de Sant Boi, iniciamos, junto con otros hospitales psiquiátricos de Cataluña y de España, un movimiento en el ámbito de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) que tuvo unas consecuencias, entiendo que realmente fructíferas, en el sentido de denunciar la situación de la asistencia psiquiátrica sobre todo de los pacientes psicóticos de larga estancia que vivían en condiciones inapropiadas. Aquella denuncia tuvo como fruto una revisión de la propia asistencia psiquiátrica y unos logros importantes. De manera que los nombres y la obra de Laing, Cooper, Basaglia, en ese momento estaban muy presentes entre los psiquiatras jóvenes. Quienes estábamos orientados en el psicoanálisis tratábamos de no ver contradicción entre esa postura antipsiquiátrica y el psicoanálisis, porque en ese época del franquismo el psicoanálisis constituía también una forma de postura crítica que reivindica el pensamiento libre. En la época de Franco, como es sabido, la psiquiatría oficial tenía una orientación fenomenológica y con elementos muy religiosos, por lo que el psicoanálisis estaba bastante marginado. El psicoanálisis mismo ya era una forma de encarar, de enfocar la salud mental, contraria a la manera oficial de entender las cosas.

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¿Cuando empezó a interesarse o a practicar las psicoterapias breves?

Bueno, yo estoy un tiempo en los hospitales psiquiátricos y como parte de ese movimiento de cambio en la asistencia psiquiátrica se empiezan a crear los centros de Salud Mental en Cataluña. Tuve oportunidad de trabajar en uno de esos centros como coordinador y vivimos una experiencia muy interesante porque fue un momento de mucho entusiasmo por esas posibilidades de cambio; lo cual hizo que el trabajo en equipo fuera un trabajo muy estimulante y muy apasionado. En ese momento, sabíamos que las psicoterapias de larga duración no eran posibles en la asistencia pública y nos interesamos por encontrar formas de terapia también de orientación analítica, pero breves. Tomamos algunas referencias de autores anglosajones como Malan y Balint, y a partir de lo que leímos de ellos empezamos a ponerlo en práctica con los pacientes que atendíamos, pero con una perspectiva que, quizás por el tipo de psicoanálisis que habíamos aprendido, difería un poco de ellos, lo cual nos llevó a una práctica de la psicoterapia breve un poco distinta del modelo anglosajón o británico que fue el modelo inicial de referencia; así que empezamos por introducir una aplicación del psicoanálisis como herramienta terapéutica que tenía que ser a tiempo limitado.

Uno de los resultados del movimiento de crítica de la asistencia psiquiátrica, fue el interés por la asistencia ambulatoria de la salud mental, hasta entonces reducida a los consultorios de la Seguridad Social, donde los neuropsiquiatras debían atender en dos horas un volumen considerable de pacientes. En Barcelona, en convenio con la Diputación, se crearon los primeros seis Centros de Salud Mental. Uno de ellos, con la Fundació Vidal i Barraquer al que le fue asignado al barrio de Sant Andreu en Barcelona donde estuve como coordinador durante más de diez años y luego como consultor y supervisor.

¿Cómo conoce la obra de Balint?

A través de mi formación en el Instituto de Psicoanálisis de Barcelona, porque a la vez que trabajaba en la asistencia pública estaba realizando mi formación en el Instituto, y en sus seminarios conocí parcialmente la aportación de M. Balint al psicoanálisis. Y luego, por nuestra cuenta, vimos que era importante su contribución al campo de la medicina general y en particular de la psicoterapia focal a través de su trabajo en la conocida Clínica Tavistock de Londres.

¿En el Instituto de Psicoanálisis de Barcelona ese interés por la psicoterapia breve como fue considerada?

Durante un tiempo, la institución psicoanalítica veía con cierto recelo la práctica, no solamente de la psicoterapia breve sino en general de toda la psicoterapia psicoanalítica, por parte de los psicoanalistas o de los analistas en formación, porque había el temor a perder la pureza psicoanalítica, o a confundir una cosa con otra, cosa que a veces ha sucedido, también hay que reconocerlo. Pero mi experiencia concreta pudiendo simultanear mi trabajo en la asistencia pública con mi trabajo en el diván, permitió por ejemplo, -ya era otra época, en los ‘80- que pudiera presentar en el Instituto de Psicoanálisis de Barcelona el trabajo que venía realizando en el Centro de Salud Mental al que me refería antes, ya no sólo en psicoterapia sino en el psicoanálisis aplicado al funcionamiento de un equipo de salud mental. La actitud inicial que consideraba que era mejor para los psicoanalistas no mezclarse con la asistencia psiquiátrica, o mejor dicho no reconocerlo, porque de hecho existió siempre entre los psicoanalistas dicha actividad simultánea, se fue modificando, y hoy en día está perfectamente aceptado hasta el punto de que la primera presentación de mi libro que estamos comentando se acaba de hacer en el Instituto de Psicoanálisis de Barcelona de la Sociedad Española de Psicoanálisis.

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¿Qué supone ese libro para usted?

El libro surge, como decía, de una experiencia concreta, y habría tres elementos a considerar en su génesis: uno es que con el equipo del centro de salud mental de Sant Andreu pensamos que sería útil a la vez que estimulante recoger la experiencia de trabajar con pacientes en psicoterapia psicoanalítica limitada en el tiempo y elaborar mínimamente la teoría que había sustentado esa práctica. Y de allí surgieron tres artículos escritos con compañeros del equipo sobre algunos aspectos fundamentales de la psicoterapia breve. Uno sobre indicaciones, otro sobre focalización y el último sobre el tiempo en dicha psicoterapia. Tras su publicación en la revista Informaciones Psiquiátricas me pareció que ese material teórico y clínico podría ser recogido en una monografía, lo que hice, añadiendo algunos comentarios complementarios, de lo cual surgió Elementos de psicoterapia breve, librito que tuvo buena acogida de manera que se agotó pronto, por lo que al cabo de algún tiempo pensé en editarlo de nuevo y rehacerlo. Pero durante ese ínterin fui adquiriendo más experiencia en la técnica de la PBP porque tuve la oportunidad de participar en un trabajo de investigación que se propuso desde la Fundació Vidal i Barraquer. En esta investigación se trataba de evaluar la disminución del consumo sanitario mediante el uso de la psicoterapia breve al comparar a pacientes con este tratamiento psicoterapia breve con un grupo control y pudo apreciarse cómo disminuía el consumo entre los primeros. Yo no me encargué de esa parte de la tarea. Pero para homogeneizar la investigación primero se realizó un curso introductorio sobre psicoterapia breve psicoanalítica para psicoterapeutas con cierta experiencia en psicoterapia general, siendo la referencia fundamental la monografía antes mencionada Elementos en PBP. Después se continuaba el seminario con el seguimiento de los casos de psicoterapia breve realizados por dichos psicoterapeutas. Hubo dos centros que se ocuparon de esa tarea: El Centro de Salud Mental de Sant Andreu y el Hospital Sant Pere Claver. A mí me pidieron colaborar primero como director del seminario introductorio y luego como supervisor del grupo, de manera que en total mi experiencia con el grupo que yo dirigí duró unos siete años.  La metodología del seminario consistía en que los psicoterapeutas presentaban al grupo cada paciente entrevistado para valorar la indicación y focalización. Los comentarios del grupo y los míos eran recogidos sistemáticamente por el compañero de turno, de manera que en la supervisión siguiente pudiéramos contrastar la indicación y la focalización de ese paciente con las entrevistas posteriores y el curso de la psicoterapia; todo lo cual durante esos siete años dio lugar a un material muy rico que fue lo que me condujo a, en vez de reeditar la monografía, hacer prácticamente un nuevo libro, mucho más rico en material clínico y en desarrollos teóricos. Al mismo tiempo yo personalmente había tenido más experiencia con la psicoterapia breve, incluso en la consulta privada, lo cual me permitía plantear esta psicoterapia como una herramienta más dentro de la gama de psicoterapias y no tan solo como un mal menor debido a la presión asistencial.  

¿Con un psicótico también?

No, con los psicóticos descartábamos la psicoterapia breve. La psicoterapia breve requiere unas condiciones como señalo en el libro: sincera capacidad para detectar un problema, cierta capacidad de autoobservación, cierta capacidad para crear un vínculo así como tolerancia para separarse, porque justamente son psicoterapias de tiempo limitado. Y tan importante es la capacidad de vincularse como la de separarse. En un momento del grupo llegamos a esquematizar este planteamiento diciendo que un paciente apto para psicoterapia breve es aquel capaz de decir “hola” y de decir “adiós”.

¿Parece que haya una contradicción entre focalización y asociación libre?

Es uno de los temas que, efectivamente, surge. Desde una orientación psicoanalítica parecería inviable. Si pensamos en la idea de la denominada escucha psicoanalítica, de estar atento a lo que el paciente dice, a la asociación libre, obviamente parecería que eso no es posible en psicoterapia breve. Pero la práctica que hemos desarrollado nos ha mostrado que es factible una escucha del paciente a partir de áreas importantes de sufrimiento. Por otra parte quiero decir que aunque focalizamos algún área conflictiva del paciente la propuesta que le hacemos es que hable de lo que tenga presente, de lo que más le preocupe. En el curso del tratamiento, el paciente, y el terapeuta con él, olvidan el foco, y procuramos no presionar o perseguir al paciente para que hable exclusivamente de aquello que hemos focalizado, sino que esperamos que siga interesado en comunicar aquello que le preocupa en cada momento. Por nuestra parte, como terapeutas, estamos atentos dentro de la actitud de atención libre, flotante, a tener presente que hay una serie de cuestiones que son básicamente las que hemos de tratar. De todas maneras, y particularmente en el libro, trato la focalización de una manera relativa en el sentido que no me preocupa demasiado, porque a diferencia de otros compañeros que hablan de psicoterapia focal y breve yo hablo solamente de psicoterapia breve. Creo que lo importante en este tipo de psicoterapias es la limitación del tiempo; lo cual no quita que sea necesario hacer un esfuerzo por focalizar, pero sin obsesionarse por delimitar rígidamente áreas de conflicto fundamentales; aunque sí tratar de delimitar algún área que luego vamos a ver en qué medida se confirma que es la predominante. Si hemos hecho unas entrevistas diagnósticas suficientemente rigurosas, probablemente nos vamos a aproximar bastante; pero también hemos visto que a veces esta área inicial se desplaza a otras áreas. Entonces, hay que estar atento para saber en qué medida se trata de una nueva área, distinta de la focalizada, o si es algo aparentemente nuevo pero conectado con el foco principal aunque expresado de otra manera. Si surgen una o dos áreas de conflicto, pienso que tienen cabida dentro de la psicoterapia, tal como nosotros lo planteamos que es de un año de tiempo, algo también relativo. Ya digo en el libro que no pretendo que sea un manual porque la clínica desborda los manuales. Por ejemplo, aunque digo que un año es lo aconsejable, también describo pacientes que han estado nueve, quince, seis e incluso tres meses: así que relativizamos el tiempo, así como el foco. Por lo tanto creemos que es compatible esa aparente contradicción de que el terapeuta de orientación analítica tenga una actitud de escucha, de atención flotante, al tiempo que focalice algunas áreas conflictivas de la personalidad del paciente.

 

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¿Dentro de esas entrevistas diagnósticas que decía, es posible en una primera obtener algún cambio de algún paciente?

Por supuesto, de hecho en las primeras entrevistas de una persona que consulta por su sufrimiento, si hay alguien que le escucha y que no se precipita en dar una respuesta inmediata y que tolera el compartir mínimamente aunque sea esa manifestación de sufrimiento, de entrada es ya un alivio esa primera actitud de contención. De hecho en otro libro mío: Entrevistas e indicadores en psicoterapia y psicoanálisis yo hablo de la entrevista como acto terapéutico y explico un caso que atendí en entrevistas diagnósticas que acabaron siendo un tratamiento en el sentido de que las cuatro entrevistas que hicimos las consideramos suficientes en ese momento para ayudar al paciente. Otra cosa es que pretendamos ser más ambiciosos terapéuticamente y, sobre todo, hasta qué punto el paciente está dispuesto a cambiar o necesita cambiar para entonces ofrecerle un tratamiento más largo y ahí habría que acudir a la gama de posibilidades terapéuticas para escoger la que pudiera ser más adecuada para el paciente.

¿Qué otro interés tienen las psicoterapias de inspiración psicoanalítica para usted?

El subtítulo del libro es ‘un ejemplo de psicoanálisis aplicado’. En ese sentido me interesa dejar claro que el psicoanálisis, además del desarrollo fundamental a partir de la práctica clínica psicoanalítica del diván, tiene muchas posibilidades de aplicación, y el de las psicoterapias psicoanalíticas, en general, y la breve en particular, son ejemplos de ello. Y esto es importante para no considerar el psicoanálisis como una cuestión exclusiva, limitada, restrictiva, en cuanto a sus posibilidades de una “psicoterapia para el pueblo” que decía Freud; y además de en este sentido me interesan las psicoterapias de inspiración psicoanalítica para diferenciar que una cosa es la psicoterapia como aplicación y otra cosa es el psicoanálisis propiamente dicho como método específico; que cada una de ellas tiene sus métodos específicos y distintos, como diferente es el método que aplicamos en una psicoterapia breve. Y eso está explícito en el libro.

¿Qué otras aplicaciones cabría del psicoanálisis?

Bueno, aplicaciones además de lo que es el desarrollo de las psicoterapias de orientaión psicoanalítica hay una fundamental que es el enfoque psicoanalítico en el trabajo asistencial. Mi libro Prácticas psicoterapéuticas contiene la idea de qué es el psicoanálisis aplicado a la asistencia pública. Es decir, que tanto el asistente social al realizar su trabajo, el psicólogo al pasar un tests, el psicoterapeuta al hacer psicoterapia o el psiquiatra que da medicación,  pueden  realizar sus respectivas tareas desde una perspectiva psicoanalítica. Luego hay otras aplicaciones, en el campo de la cultura general que ya se nos escapan del objetivo de esta entrevista.

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¿Más allá de la Vidal i Barraquer, en el ámbito de las psicoterapias breves qué contactos mantienen con otras instituciones?

En este momento yo no tengo una dedicación en ese sentido, más bien recojo una experiencia de hace unos años. Por último, algo que querría añadir y que lo advierto en el libro es el riesgo, para todo psicoterapeuta de la superespecialización en una determinada psicoterapia, pues puede conducir incluso a una teoría de la mente en función de dicha técnica. En el caso de la PBP, tenemos el ejemplo de lo que ocurrió con las últimas obras de Malan que acaba ofreciendo una teoría más bien simplista de la psique, `para que encaje mejor en las psicoterapias breves, cuando cada vez tenemos más evidencia de la complejidad de la mente humana al incluir los niveles primitivos y psicóticos.

nijar2 Níjar (Almería). Recreación de Adolfo Pérez Sánchez

Josep Vilajoana: «Hay muchísimas orientaciones y muchísimos ámbitos donde trabajamos como psicólogos y es muy difícil hallar una homogeneidad.»

Entrevista al Degà del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya: Josep Vilajoana.

Publicat per Magne Fdez.-Marban

Darrerament les persones que ocupen llocs de poder representatiu són fortament criticades: Tots són iguals, una secta, corruptes, van a la seva… Recentment el Col·legi de Psicòlegs va obrir el procés electoral per triar la nova Junta de Govern. Finalment no va haver-hi campanya electoral perquè només es va presentar la candidatura que vostè encapçala. A què ho atribueix?

Hi ha mes d´una lectura. Hi ha gent que pensa que ho hem fet prou be com per merèixer la seva confiança. No crec que sigui ben bé així, o només així, però és una lectura. Una segona lectura tindria a veure amb quelcom que hem explicitat els darrers quatre anys i és que el Col·legi no pot ser el negoci de ningú sinó que ha de representar totes les persones encara que sigui francament difícil. Ja sabem que hi ha moltíssimes orientacions i moltíssims àmbits on treballem com a psicòlegs i és molt difícil trobar una homogeneïtat. És un aspecte que hem posat de manifest i que, segurament, subscriu bona part de la gent. I cal mantenir una actitud de generositat, de negociació, de respecte amb totes les orientacions. I no sempre és possible trobar  l’equilibri ni satisfer totes les demandes.

Hi ha coses que no es fan senzilles i que ja m´està be que no ho siguin, però que les hem treballat amb calidesa respecte la gent. No tot pot ser ni tot pot ser immediat, però hem de saber escoltar i engrescar per enfortir la professió. En el futur caldrà perseverar en aquesta direcció perquè hem assentat un precedent, un estil. I encara una altra lectura que fan algunes persones seria la de dir que és un moment difícil econòmic i social i la gent demana compromisos. I potser no ho hem aconseguit completament però si que hem barrat la possibilitat de que ningú pugui fer negoci amb el Col·legi a posteriori. El Col·legi no pot ser una plataforma al servei d´interessos particulars, em sembla indigne. Llavors, si fem un pla de manera que els mínims de funcionament els haurà de respectar tothom, això ho fa més difícil per a qui vulgui fer negoci. Encara no ho hem aconseguit blindar del tot, però tenim quatre anys per fer-ho. Hi ha d´haver mecanismes que evitin el frau.

Quina retribució obtenen els membres de la Junta?

És públic que hi ha una compensació que no és una nòmina; està establerta des fa uns anys i a cada assemblea anyal es fa pública la compensació econòmica estipulada i qualsevol altre no estipulada prèviament. Per la legislació de protecció de dades a l´informe no hi consta el nom, però si consta la funció, el degà, posem per cas, per tant, tothom sap que cobra cadascú. En canvi veig Col·legis on la Junta treballa ad amorem en els que la mateixa Junta porta molts anys dirigint. Permet pensar que o bé no hi ha massa feina o bé treballar allà es una plataforma per obtenir beneficis a un altre nivell, encara que siguin legals. Entenc que hi hagi col·legis que funcionin amb un altre tipus de pacte però aquí hi ha un acord des fa anys que estableix una compensació econòmica que fa injustificable que donis una conferència i la cobris o un curs i el cobris, per compte del col·legi.

Amb l´absència de candidatures m’he quedat sense saber el programa electoral. Hi ha programa, quines són les propostes?

Hi ha programa, el vàrem fer i com que l´havíem treballat molt vàrem pensar que era una llàstima no fer-lo públic, perquè a més és un compromís. El dia de la presa de possessió vàrem distribuir-ne dos cents exemplars en paper i el penjarem al web del Col·legi. Ara bé, tal com vàrem dir en l´acte de presa de possessió de la Junta electa –que està gravat en vídeo i penjat a la web del Col·legi– volem detallar més tots i cada un dels punts, i ho farem.

Però igualment, pels nostres lectors, podríeu detallar els punts principals?

Hem fet coses que exigeixen una continuïtat perquè puguin ser una fita important pel col·legi. Tenim el tema de les habilitats i de les experteses. A banda del que digui la llei i de les orientacions, és cert que la psicologia en els últims vint-i-cinc anys ha crescut molt amb una tendència a la especialització la qual cosa no vol dir que sigui el millor ni que no pugui seguir havent-hi una visió més holística i més global. Ara, hi ha coses molt concretes, que exigeixen un coneixement general, però també un de concret. Per exemple les emergències, per mencionar un aspecte al que m´hi he dedicat des del Col·legi. Òbviament, és molt diferent estar en un despatx que al camp. La feina del psicòleg pot ser la mateixa però l´escenari condiciona moltíssim. No cal fer un màster de dos anys, no dona per tant si elbackground és bo, però hi ha d´haver un perfil diferent per a qui li agrada el tema. I cal ajudar les generacions més joves a que puguin formar-se d´una manera més especialitzada en una activitat. I això lliga amb el tema de l´intrusisme. És cert que les fronteres son molt febles,  però llavors han d´estar clares les diferencies entre els perfils professionals. No és igual un pedagog que un psicòleg o un metge, llavors es tracta que puguem defensar les diferencies que hi hagi.

Un altre aspecte és la regulació de les psicoteràpies. A diferència del conjunt d´Europa on valoren molt les psicoteràpies i menys la clínica, en el sentit que donen per suposat que tot professional està format en clínica. Aquí hem posat l´accent en la psicologia clínica i poc en la psicoteràpia excepte algunes orientacions. Llavors, com que no està regulat, un treballador social estudia determinada orientació i surt amb el títol o reconeixement de terapeuta en tal o qual tendència i es diu psicoterapeuta. Doncs això ho volem regular de manera que tots els professionals de la psicologia amb un mínim de recorregut i d´experiència puguin practicar la psicoteràpia i només els metges i psiquiatres, amb l’adequada formació, també.

Un altre aspecte és l´Escola de Pràctica Professional que creiem que és un altre tema descuidat. Simptomàticament des de la universitat es parla de vegades de la dificultat de les pràctiques que no deixen de ser reduïdes i a les que encara no se´ls hi dona prou importància, especialment en la psicoteràpia o per fer una avaluació. Hi ha experiències en el conjunt de l´estat d´Escoles de pràctica professional. Totes ho valoren positivament i valoren que la gent també ho veu així, que en surten contents, que és útil per a la gent i és un pas per millorar la pràctica. Aquest és un altre dels nostres objectius.

Encara tenim un tercer àmbit. Els metges tenen una fundació per protegir el metge malalt. Han vist que la facilitat per accedir a segons quins medicaments en pot afavorir el consum, també és un risc entre els professionals d´infermeria. Nosaltres no tenim ben bé el mateix problema amb els tòxics, però dintre del col·lectiu els problemes en salut mental tenen importància. Ja sabem que circula el comentari que hi ha qui estudia psicologia per solucionar els seus problemes personals. I en aquests anys hem tingut algun cas de persones que han tingut un procés, per exemple, de brot psicòtic i creiem que amb un bon abordatge, aquestes persones podrien tornar a treballar. En definitiva, estem compromesos en que, el que hem treballat els quatre anys anteriors, es consolidi  i poder posar-ho en marxa.

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Amb la regulació que esmentàveu. Europa ha fet regulacions bastant diferents. Per què?

És una pregunta difícil. Crec que una part d´aquestes regulacions tenen un comportament diguem-ne polític o sociològic. No com política d´estat però per un costat hi ha un tema de blindar una pràctica professional a d´altres professionals i també és cert que segons el recorregut que tenen les persones en els seus estudis tenen més solidesa o menys en les psicoteràpies, i això ha portat a diferents tipus de regulacions. Aquí a España els metges, psiquiatres o no, tenen molt de pes al ministeri de Sanitat mentre que els psicòlegs no en tenim pràcticament. Això determina decisions que es prenen a nivell legislatiu; en aquest sentit parlava de política. A França probablement hi ha un col·lectiu que predomina políticament sobre els altres i determina l’aparició de polítiques agressives, a Itàlia son diferents, potser més pràctics i a Alemanya, que es un país molt estricte, tenen una legislació molt centrada en el tema de les organitzacions i de l´empresa. Ara comença a haver-hi un treball col·lectiu de la psicologia europea, però fins ara cada país ha anat a la seva des del punt de vista de la psicologia. Ara hi ha una organització europea on es diuen les coses i es comparteixen. Per exemple, ens critiquen que nosaltres tinguem un grau de psicologia de quatre anys mentre que a la resta d’Europa, majoritàriament el tenen de tres. O per exemple els anglesos son molt estrictes en la formació continuada. Te a veure també amb les tradicions, en un sentit més general.

Parlàveu de Madrid, d´Espanya, etc. En el cas que Catalunya fos independent, aquí l´estatut del psicòleg podria ser diferent de l´actual ?

Ho ha estat durant molts anys. Hem viscut vint-i-cinc anys en que el Col·legi pràcticament era independent però molta regulació de la professió ve del ministeri i no del departament per més que es tinguin competències transferides. Estàvem independitzats com a Col·legi de Psicòlegs, però en realitat, en el moment en que es crea el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos hi hem de ser per llei. No soc capaç d´aventurar possibilitats en un hipotètic procés d´independència. Fa poc he mantingut una entrevista amb un grup de col·legiats per la independència. Òbviament la gent te dret a decidir, etc., però personalment no veig a curt termini el procés per la independència, sinó a llarg, en el cas que sigui viable. Probablement, els plans d´estudi es podrien ajustar a una manera de fer que és diferent a la resta de l´Estat. Aquí pensem bastant des del privat però amb una orientació pública. A la resta de l´estat es pensa en un sistema públic molt funcionarial cosa que no te perquè ser negativa, que esta adaptat a la població en general però que no és real i tal com van les coses a nivell dels estats cada vegada sembla menys possible. Aquesta manera de treballar conjuntament públic i privat amb una certa complicitat aquí a Catalunya la tenim, i a la resta de l´estat no tant. I això determina una manera diferent de plantejar el tema de la salut psicòlegs, psicoanalistes i metges per descomptat. De fet hi ha grups polítics que hi treballen fa temps; em consta que ERC ha treballat des fa anys en la possibilitat d´un funcionament més autònom: si una competència està traspassada, doncs decidim el que sigui sense cap mena de tensió. Per això el govern recorre qualsevol llei que envaeixi competències. Aquí hi ha una manera de fer, fins i tot a nivell col·legial. Per exemple, les relacions amb l’administració no han sigut de dependència sinó de col·laboració. Per prestar serveis, ser considerats i per influir en les polítiques que es dissenyen.

Les modificacions en la llei de col·legis professionals com afecten el Col·legi?

Hi ha una llei estatal que el govern ha recorregut amb decisió, que redueix el poder del col·legis al nivell que nosaltres tenim. Per tant afecta més als grans col·legis que al nostre. Hi ha aspectes en l’àmbit de la deontologia que donen més poder a l’administració que als col·legis i aquí a Catalunya tenim molt clar que és un disbarat perquè la feina que fa un col·legi a escala deontològica no la pot fer l’administració. D’altra banda la llei és una mica involutiva perquè dóna més poder a un Consejo General molt central, enlloc d’enfortir els col·legis. Crec que el Consejo General ha de ser una superestructura però no per controlar els col·legis sinó per donar cobertura a altres coses. Cal afavorir l’autonomia dels col·legis. Aquestes són amenaces de dalt i la proposta que fan des del govern català és més respectuosa amb els col·legis. Probablement els grans col·legis patirien igual, però pels de volum mig com el nostre es mantindria la necessitat de la col·legialització per la gent sanitària i l´altra gent estaria col·legiada si vol, si se sent representada i si reben serveis. Un dels serveis que vàrem posar en marxa l’anterior legislatura, és la pòlissa de responsabilitat civil de molt baix cost; només per tenir-la ja val la pena pagar la quota col·legial. Per 12 euros l’any tens el que tindries al carrer per 200 ó més. Si pagues 120 euros de quota semestral,  ja et surt a compte. Amb dos o tres serveis així un psicòleg pot dir: encara que no dugui el món psi al cor, val la pena estar col·legiat.

Aquesta diferencia de concepció a que l´atribuïu?

La unidad de España la majoria de les vegades ha estat aconseguida per la força. Durant anys, després de la redacció de l’actual Constitució, hi ha hagut la possibilitat de relació i per tant de reconeixement de l´altre. Hi ha hagut una relació sensata. Jo crec que els últims anys aquesta sensatesa s´ha perdut. I hi ha actuacions per part de l´Estat que només es poden titllar de provocacions. En canvi, des de Catalunya existeix una tendència a l´autogovern, no contra els demés, sinó per tenir més marge de maniobra. La idea més centrípeta del Estadoés que ha de governar les autonomies, visualitzades com les colònies, sense atendre la realitat que hi ha a cada lloc. Nosaltres (el govern de l’Estat) fem una llei i ja està.

Hi ha alguna cosa d’aquest sentiment, la dreta considera que el poder el te per se i que de vegades li prenen les esquerres. Des dels territoris, des de les autonomies n´hi ha que senten la necessitat de tenir un marge de maniobra i tenen la capacitat d´organitzar-se i n´hi ha que no. Per molts motius. Posem un exemple. L’adscripció de tos els col·legis en elConsejo al cap d’uns anys fa que molts col·legis reclamin la seva parcel·la d´autonomia, el seu marge de maniobra. Ha estat una transformació: al tenir autonomia veuen els avantatges i desavantatges. A Melilla, posem per cas, tenen col·legiades 80 persones, abans eren 18, però amb el que han crescut ha crescut la capacitat d’influir i de tenir bones idees. Son poca gent, però han estat lúcids i han tingut la capacitat d’ofertar i de demanar. Hi ha autonomies que tenen la tradició de funcionar autònomament i d´altres no. Al cap d´uns anys aquelles que se n’han sortit, que han sabut negociar i s´han sabut aliar tenen un marge de maniobra que valoren i tenen un vincle amb la unitat, potser menys conflictiu que Catalunya, però igualment defensen la seva parcel·la.

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Pensant en els col·legiats joves. Quants col·legiats hi ha a la nova junta amb número de col·legiat superior al 10.000?

Un parell de persones. Però de totes maneres, en la mesura en que el degà pot influir en les línies de campanya la meva opinió és que els joves no tenen perquè estar implicats (és a dir, formar part) en una Junta de Govern, però si que tenen que estar a prop. I de fet la novetat que hem posat en marxa i que en bona mida cal atribuir a qui fou vocal de la darrera Junta de Govern, en Josep Maria Panés, és un Comitè de Joves; tenen menys de 30 anys i hi ha deu joves que òbviament estan vinculats a molts més a través de les xarxes socials. Les propostes que han fet, en un període de temps molt breu, perquè parlem de finals del mandat anterior, han estat aprovades totes i son propostes que en alguns casos coincideixen amb idees que teníem: el passaport a la professió, carnet de precol·legiat amb dret a determinats serveis… que han presentat sense saber que nosaltres les havíem considerat d’alguna manera, sense concretar. Aquesta relació em sembla més vàlida que la d’incloure dintre de la junta de govern a gent més jove per la senzilla raó que a la Junta no podem elucubrar massa, sinó que hem de tenir una certa disciplina de gestió. Ara bé, si ens arriba una proposta estructurada des de fora, només hem d´arrodonir-la i per nosaltres perfecte, perquè vol dir que hi ha una gent que l´ha pensat i l’ha proposat. És un grup de gent que lluita per a les seves coses. Ells estan més lliures i més alliberats, des de fora poden fer millors propostes. Ens semblava que era una assignatura pendent aquesta dels joves

És per auto proposta?

Hi ha un percentatge. Ho dic de memòria. Dos escollits per la Junta, per una qüestió de normativa i els vuit restants, cinc son a l´atzar i tres auto propostes.

A l’atzar?

Completament. Nomes vàrem valorar si per sota de trenta o de trenta cinc anys. Vàrem decidir que trenta cinc però vàrem tenir la sort que entre l´atzar i les auto propostes, més de seixanta, que és una quantitat elevada, la majoria son per sota de trenta. La majoria dels triats per atzar van acceptar la proposta. I les auto propostes les vàrem llegir una per una a la Junta i algunes d´elles eren admirables: elaborades, intel·ligents, divertides i amb molta capacitat per entregar-se. Algunes ens van emocionar

Per acabar. Heu notat entre els joves una concepció diferent de la psicologia?

No l´he pogut copsar. Potser son més pragmàtics i menys elucubrants. Hi ha de tot i de fet tenim la proposta de fer una Jornada lligada al tema del futur de la psicologia per poder fer que es vegin perspectives del recorregut a mig termini (passat i futur) lligat a alguna experiència de treball en col·laboració. Les orientacions psicoanalítiques tradicionalment han conversat des d’aquesta perspectiva i volem fer alguna cosa així amb la població més jove. Veiem gent que te una visió de la psicologia com una professió de la que es pot viure, que te a veure amb el benestar de les persones i amb un codi ètic potent. Justament les propostes que vàrem llegir mostraven un esperit i una manera de veure el mon molt compromeses amb la solidaritat i la cooperació.

En acabar el vostre mandat, que us agradaria fer?

Quan va acabar l´anterior mandat vaig rebre una carta dels membres de la Comissió Deontològica posant els seus càrrecs a disposició i una frase deia que es recordaria aquest mandat com una etapa de creixement i de tranquil·litat de la professió. He vist el col·legi com una eina de creixement del col·legiat i per esmorteir els conflictes entre les diferents orientacions no teòriques, sinó de grups. Rebaixar les tensions al mínim i entendre que hi ha un background de la professió important. Jo estic disposat a que els sèniors puguin prestar serveis al col·legi de manera altruista, però reconeguda. Fer una estructura que sigui funcional i que aquesta gent que ha fet un recorregut pugui fer un servei a gent més jove. Al Col·legi de  Madrid tenen una organització de sèniors que els hi va prou bé. Començarem aquest procés i segur que tinc ganes de fer coses pel col·legi des d´aquest espai. És una manera de desaparèixer però d’estar vinculat a la institució.

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Christine Arnaud: “Escribir es como revelarte a ti mismo quien eres”.

  • Publicado por Marta Berenguer. Autor de las fotografías: Luis Alatorre González.

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Christine Arnaud obtuvo con La bolita de papel el Premio Internacional Antonio Machado en el año 2007. Buen presagio para empezar su camino entre las letras. El lenguaje siempre la ha acompañado: se declara devota de Chomsky y enseña la lengua francesa en la UAB (Universidad Autónoma de Barcelona), el Instituto Francés y varias escuelas de idiomas. Su vida transcurre entre tres culturas: la francesa, la cubana y la catalana. ¿Quedarse con alguna? La riqueza quizás esté en la mezcla. Xoroi Edicions le publica ahora su libro en lengua castellana. Buena ocasión para conversar con Christine Arnaud de lo que ha querido contarnos con su relato autobiográfico.

Padre francés y madre cubana. ¿Cómo fue el encuentro entre sus padres?

En las familias siempre hay partes misteriosas pero en mi caso no hay tanto misterio. Mi abuela fue adoptada por una familia rica de Cuba. Ella se crió con esa familia. Nació mi madre. Mi abuela cubana, sale en algún fragmento del libro, era mestiza, mulata, y mi abuelo canario. Vivieron como reyes porque la familia tenía tierras. Se fueron cuando mi madre tenía 13 años. La misma edad,  aunque con circunstancias completamente distintas, que tenía mi hijo cuando se fue de Cuba.

Mis abuelos se fueron a Madrid y se cruzaron con la guerra civil. Mis tíos no querían estar involucrados en la guerra y por eso se fueron a Marsella, al sur de Francia, donde vivía mi padre.

Y allí se encontraron.

Allí se conocieron con mi padre, sí. Y se enamoraron. Mi madre quería seguir con la familia en París. Allí es donde nacimos todos con toda esa gran mezcla de culturas. Mi abuela que vivía con nosotros no hablaba francés, por eso con ella hablábamos español. Mi madre se había educado de manera autodidacta, tocaba el piano, le gustaba la poesía y Lorca. Se sabía los poemas de Lorca de memoria.

Tiempo después pienso que quizás fue un error irse a París porque ella tenía su vida en Madrid. En esa ciudad vivía rodeada de artistas mientras que en París la vida fue bastante dura. Nosotros éramos muchos hermanos, vivíamos en un piso muy pequeñito y mi madre estaba muy agobiada con la vida que tenía que llevar. Pero bueno, esa es la historia.

¿Esa mezcla ha marcado su historia?

Sobre todo lo que me hizo descubrir es lo que es el racismo. Todo el mundo se extrañaba que mi abuela fuera mulata. Un día mi hermana nos reunió a todos para decirnos que no podíamos decir que teníamos antepasados negros porque para ella era como un desprestigio. Ver esa realidad tan de cerca supongo que me hizo acabar contando la historia en un libro. De esa necesidad de contar nace La bolita de papel. Creo que pasados los 40 años (cuando ya uno ha vivido bastante), aunque no vayas a escribir un libro, es muy bueno preguntarse cuáles son los momentos vividos que se podrían contar o que realmente han valido la pena. Ese es el ejercicio que yo hice con esa edad cuando empecé el libro. Empecé con el primer fragmento: la bolita de papel. Lo escribí porque es muy intenso, un momento de cambio muy importante. Pero luego fui buscando otros trozos. Entre ellos cuento cosas de mi abuelita cubana.

¿Alguna ausencia?

De quien casi no hablo es de mi padre. Podría haberlo hecho pero no sabía e ignoraba en sí cuáles eran los momentos que valía la pena contar. El libro me ayudó un poco a revelarme a mí misma quién era yo. Me enseñó a hablar de cosas que para mí tuvieron importancia. Pero también su por qué.

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París, La Habana, Barcelona. ¿Con qué ciudad se quedaría?

Estéticamente yo diría que París es preciosa, muy variada. Pero no es una ciudad que vea muy cercana. Nunca iría a vivir a París. La Habana estéticamente la encuentro fabulosa. Es una ciudad que, aunque se cae a trozos, tiene un encanto increíble. Es una ciudad bellísima, siete quilómetros de Malecón y el mar tan presente en todas partes. De La Habana me gustan mucho sus construcciones coloniales, los parques, la vegetación que es impresionante pero sobretodo las personas. Cuando llegué me enamoré completamente de La Habana.

Barcelona también me gusta muchísimo. Entonces ¿Qué decir? Ahora mismo ni siquiera me plantearía vivir en la Habana, sé que no podría. En París no quiero vivir, la veo una ciudad poco humana. Así que me quedaría con Barcelona. Tiene un poco de esa cosa más humana que encontré en la Habana y que en París no conocí ni cuando era niña.

Y el mar.

¡Y el mar! El mar está muy presente. Donde no haya mar creo que ya no podría vivir. Aunque en realidad viniendo de esa mezcla creo que no existe un único lugar de donde uno pueda decir que procede. La patria está compuesta de todos estos trozos, de todas las cosas que vives, como las piedras de un edificio. Creo que no hay un lugar del que digas: este es mi lugar o esta mi patria.

¿Qué es para usted un exilio?

Al hecho de irme a Cuba no le pondría ni siquiera esa palabra porque en ese caso fue un viaje decidido, por afición y por deseo, por querer romper con una sociedad que a mí no me satisfacía para nada. Es la época post 68 que en Francia había un rechazo total hacia esta sociedad. Pero yo sigo sintiendo lo mismo. En eso no he cambiado. Entonces fue una elección. El hecho de llegar a Cuba y ver que todo cambia, sí que fue algo muy difícil. Difícil pero a la vez coexistente con las ganas de conocer, de experiencia en Cuba fue como el cambio de piel de una serpiente. Me hubiera querido quedar en La Habana si la situación no hubiera sido tan dura materialmente. En aquel momento en Cuba estaban pasando muchas cosas muy difíciles y complejas.

Y entonces decidieron venir a Barcelona. 

Venir a Barcelona fue una elección un poco más obligada. Allí sí que podría hablar más bien de un exilio. Recuerdo muy bien qué soñaba en esa época. Soñaba siempre en Cuba. Creo que para cualquier persona que se exilia es así. En sueños todo lo que te habla son las cosas del lugar que dejaste. Creo que fue Jorge Amado que dijo que el centro de gravedad de tu vida no para de irse hacia el país que has dejado hasta que se detiene en el lugar donde estás y esto tarda un tiempo. Tarda porque de alguna manera tienes que matar una parte de ti misma. La agonía es que tienes que matar eso que has vivido para volver a nacer. No se puede estar con eso dentro tan vivo. Tienes que encontrar una forma de renunciar a eso y esa es una decisión propia. Me recuerda a esa imagen de las hormigas que van del rosal al árbol, del árbol al rosal y las observas sin levantar la cabeza, incapaz de ver las estrellas que brillan en la noche. De alguna manera yo tuve que abandonar esa fijación en ese movimiento perpetuo del pasado. Quizás lo hice tarde. Alimentaba completamente los recuerdos por lo que sufrí un poco más de nostalgia de la que podría haber sufrido si hubiera sido más valiente en aquel momento.

044

Usted vivió un tiempo histórico en Cuba, el de la revolución cubana. ¿Qué aprendió de esa experiencia?

Nosotros íbamos a Cuba con una especie de sueño. Cuba era como una utopía. Fui con el padre de mis hijos que es catalán. Decidimos vivir en La Habana como los cubanos, no íbamos de turistas. Y creo que lo hicimos bien porque nos involucramos, nos entregamos totalmente a lo que se estaba haciendo. A mi modo de ver la sociedad de París iba en contra de mis ideas y de todo lo que me gustaba. Quizás por eso en Cuba descubrí cosas que no sabía que existían, cosas que estaban acorde con lo que yo quería o buscaba: la idea de justicia social, de hacer algo todos juntos para que el país y la sociedad vaya para delante.

Muy diferente a Europa, imagino.

Aquí en cambio residía la cuestión individualista del sálvese quien pueda. Mis padres siempre me decían que tenía que triunfar, casarme con alguien con dinero. Esa era su idea. Pero yo decidí que no era lo que quería. En Cuba aprendí mucho de todo lo que tenía que ver con el interés social, de querer hacer las cosas todos juntos. Creo que tiene mucho valor porque el pueblo cubano realmente merece mucho más de lo que le están atribuyendo. Y es una gran lástima. Tengo un  texto en el libro en el que lo digo: ¿Quién hablará de ustedes? ¿Qué pasará si llega Estados Unidos y logra imponer el mismo sistema capitalista que el que estamos padeciendo ahora? Se presentará el período de la Revolución como catastrófico y nada de lo que se construyó tendrá valor. No es justo. Una de las cosas más valiosas que aprendí de Cuba, espero que lo podamos llegar a vivir aquí, es que uno puede ser actor para cambiar las cosas.

¿Podemos?

Podemos echar a andar en la dirección que queremos. De Cuba también aprendí mucho de la relación con la gente, de su cercanía, de preocuparte por los demás. Los recuerdos que más repiten las personas cuando viajan a Cuba son este contacto humano, esa cercanía, el no ser extraño el uno para el otro, esa preocupación en el barrio… Saber que siempre hay gente o que cuando te enfermas te traen algo, te cuidan. Tú no eres una extraña, puedes ser mi hermana, puedes ser mi amiga, esa cosa profundamente humana. Se vive como se respira. No es algo impuesto. Algo que es tan importante para el ser humano y aquí lo hemos perdido. Aquí, en cambio, parece que siempre tenemos que romper barreras para acercarnos a la gente. Las personas están como muy separadas.

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En su libro usted parece que viaje constantemente entre estas tres ciudades pero ¿por qué ha elegido esta manera de estructurar los capítulos? ¿No desorienta un poco al lector?

Los fui escribiendo sin orden. Cuando acabé no sabía cómo organizarlos: si ponerlos en el orden cronológico o buscar otro orden. Tomé consejo con un amigo profesor de literatura en la universidad. Quizás cronológicamente iba a ser como todo muy previsible, iba a perder ese concepto de búsqueda que quería mantener. Así que decidí romper la cronología y el orden lineal. Cogí cada parte del libro y la puse en un cartón. Empecé a jugar colocando los capítulos de diferentes maneras y a plantearme preguntas. ¿Por qué esta parte la pongo aquí? ¿Qué tiene que ver esto con esto? ¿Qué hilo hay que relaciona las partes del libro?.

¿Y lo encontró?

Sí. Creo que existe un hilo que relaciona los capítulos del libro: el hablar y la lengua, por ejemplo.

Precisamente el lenguaje es uno de los puntos clave que relata en el libro. ¿Qué le debe usted a Chomsky?

A Chomsky le debo mucho. Y creo que antes de escribir La bolita de papel no era tan consciente de ello. La lengua es algo muy decisivo para una persona. Hacer cosas con la lengua sin andar con el miedo de equivocarte. La gramática generativa y transformacional de Chomsky tuvo algo de eso. Fue como una gran revolución en el mundo de la lingüística porque se pasó de una visión más normativa a una manera más libre y creativa de entender la lengua.

Chomsky decía que cada persona que ha nacido en un país posee su lengua y tiene su gramática interiorizada de manera intuitiva. ¡Esa declaración fue un cambio tan brutal! Es como una democratización del lenguaje, de no pensar que hay jerarquías: los que saben más o los que saben menos. La lengua yo siempre la comparo con una casa. Todos estos muebles son míos por lo tanto yo puedo hacer con ellos lo que quiera.

Pero quizás no todo el mundo pensaba lo mismo de Chomsky. ¿Nos puede relatar mejor su experiencia en la Facultad de Letras de La Habana cuando llega una lingüista soviética “marxista” tal como la define usted en su libro?

Cuando empezaban los años 70, tuvo lugar el fracaso de la cifra de los 10 millones de toneladas de caña de azúcar. Cuba se había puesto una meta muy alta y fracasó. Entonces se decidió seguir el modelo económico soviético.  Esa decisión fue, desgraciadamente para Cuba, un gran desastre. Creo que no ser capaces de innovar en ese terreno es de las peores cosas que les pudo haber pasado a Cuba y a muchos otros países. El Che no quería eso pero Cuba se fue por la vía del modelo soviético, del centralismo extremo, del control sobre todas las cosas. En Cuba había que seguir lo que decía el comité central y la ideología marxista concebida de manera dogmática. Yo me considero marxista pero de otra manera.

En este contexto llegó a la facultad donde yo estaba enseñando una lingüista soviética. Hasta ese momento yo tenía un gran reconocimiento. De alguna manera introduje la gramática generativa y transformacional. Era algo que la gente no conocía y todo el mundo, tanto profesores como alumnos, quería saber de Chomsky. Hasta que llegó la lingüista soviética. Digamos que ideológicamente ella era como la autoridad. Si ella decía algo contra Chomsky eso iba a misa, era la versión oficial.

¿Y allí cambió todo?

Chomsky habló de los universales del lenguaje y dijo que para aprender una lengua podía haber una capacidad innata en el ser humano, que si no se desarrollaba antes de cierta edad, como se ve en los niños lobos, luego podía resultar imposible acceder al lenguaje de forma satisfactoria. Para la lingüista recién llegada la idea chomskyiana de lo innato no era posible porque desde un punto de vista “marxista” todo partía de lo social por lo tanto el pensamiento de Chomsky era como minimizar esa parte. Lo social opuesto a lo genético; lo adquirido opuesto a lo innato. No era ideológicamente una persona fiable y tampoco su teoría lingüística que fue puesta en cuestión. Así las cosas me encontré de repente que Chomsky ya no interesaba por la cual cosa llegué yo también a ser sospechosa. Empezaron a buscarme problemas hasta que no me renovaron el contrato. Fue una forma de echarme de la Universidad. Ese fue uno de los peores capítulos que viví en Cuba.

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En un capítulo de su libro usted hace referencia a Lacan cuando habla del amor, por ejemplo. ¿El psicoanálisis tuvo algún papel en su historia de vida?

En mi familia hay mucha tradición de psicoanálisis pero yo nunca pasé por esa experiencia. He leído bastante y siempre me ha interesado. La relación que mi libro pueda tener con este tema quizás sea a través de la palabra. Entre el psicoanálisis y la escritura habría cierta similitud: ser escuchado, comprendido. Creo que habría muchos puentes en ese aspecto.

Supongo que en mi caso quiero escribir porque es una manera que me escuchen. Creo que lo decía Vila Matas que cuando uno escribe lo hace porque está enfermo, porque hay algo que no va bien. Es por eso que la poesía amorosa, por ejemplo, casi siempre es de desamor. Si eres feliz y te va muy bien no escribes poemas. Casi siempre escribes cuando algo anda mal así que sí creo que hay alguna relación con el psicoanálisis.

Escribir es como una vía de expresión que de alguna manera hace que te cures. Escribir es como revelarte a ti mismo quien eres. Quizás ahí habría un enlace con el psicoanálisis. No tanto por la teoría psicoanalítica, que la conozco poco, sino por el hecho de revelar algo de lo subjetivo.

¿Qué nos ha querido contar con La bolita de papel?

Alguien me dijo que era un libro de autoayuda. Yo creo que en cada parte del libro busco algo que, de alguna manera, empuje hacia la vida, que dé un impulso vital. Que me lo dé primero a mí misma pero quizás también a alguien que lo pueda leer. Creo que mis textos reflejan el deseo de buscar e inventar un poco nuestra realidad, en vez de soportarla y sufrirla. Es la búsqueda de cómo hacer para inventar esta realidad, para darle un vuelco.

En mi escritura no es que quiera contar algo que sea tan importante, no creo que haya nada tan importante en lo que cuento. Creo simplemente que se trata de hacer que nuestra realidad se convierta en otra cosa. Quizás sea eso lo que quiera transmitir: que podemos, a pequeña o a gran escala, transformar nuestra realidad.

L’autisme, estació d’enllaç?

 

Imatge del projecte “Echolilia” del fotògraf britànic Thimothy Archibald.
Imatge del projecte “Echolilia” del fotògraf britànic Thimothy Archibald.

El dia 8 de juliol de 2013 el diari La Vanguardia, de la mà de la periodista Ana Macpherson, va publicar un article sota el títol ‘Empujón al autismo’ (veure article sencer). L’autora s’oblida de la pluralitat d’abordatges existent pel tractament de l’autisme i construeix un article exclusivament des de l’òptica cognitivo-conductual. Desde La Casa de la Paraula volem recordar que a Catalunya, a més del citat a l’article, hi ha centres com Carrilet, Balmes, Bellaire, Alba, Orienta, Baula, etc. dedicats al tractament de nens i nenes autistes que atenen la particularitat de cada infant sense idees preconcebudes.  Centres amb una trajectòria d’anys i amb un treball clínic i humà d’alta qualitat.

Desde La Casa de la Paraula volem donar espai i veu a totes les reaccions davant l’article sorgides de diversos col·lectius i professionals. Aquí en teniu el recull.

  • Article sencer publicat a La Vanguardia signat per Ana Macpherson: Empenta a l’autisme. Dos hospitals uneixen forces per avançar en el diagnòstic del transtorn de l’espectre autista i en la formació de professionals.
  • Carta al director d’Iván Ruiz Acero (President de l’Associació TEAdir): «Reportajes como este, que publica su diario, corren el riesgo de crear una alarma social en este colectivo anunciando nuevos recursos para el diagnóstico, el tratamiento y la formación de profesionales, e infravalorando los recursos ya existentes y las orientaciones clínicas diversas en las que se han formado sus profesionales».
  • Carta al director signada pel Fòrum de Salut Mental: «Ens resulta incomprensible com es pot afirmar en l’article que s’ha d’homogeneïtzar el tractament de les persones amb autisme, quan en el Pla d’Atenció Integral a les persones TEA consensuat per les tres conselleries (Sanitat, Benestar Social i Ensenyament) i amb el grup d’experts que van participar en l’elaboració d’aquest pla, es diu explícitament que cap orientació o mètode de tractament té major fiabilitat i validesa per sobre dels altres».
  • Una fotografia de l’autisme: Carta al director de Magne Fdez-Marban, antic director del Centre Ocupacional per a Autistes ARPA de Castelldefels i ex President de l’Associació Rehabilitació de Psicòtics i Autistes: «Com a lector habitual del vostre diari m’agradaria que, en futures ocasions, en aquest i d’altres temes, el treball continuat, científicament valuós, i amb una forta base ètica no quedés amagat per la darrera novetat o suposada novetat a la que,  si l’examinéssim detingudament, li trobaríem arrels més antigues, si em permeteu, que l’anar a peu».

Tanquem aquest recull recordant aquest post amb una llista de 10 llibres que podeu trobar a la llibreria Xoroi i que parlen sobre l’autisme. Tots ells ofereixen un enfocament des de la psicoanàlisi; compilen casos i experiències o es dirigeixen a educadors, professionals de la salut mental o pares de nens i nenes autistes.

La bombolla de l’autisme?

El Pla d’atenció integral a les persones amb trastorns de l’espectre autista (TEA)
El Pla d’atenció integral a les persones amb trastorns de l’espectre autista (TEA)

El director general de Planificació i Recerca en Salut del Departament de Salut, Carles Constante; la directora general d’Educació Infantil i Primària del Departament d’Ensenyament, Alba Espot, i la directora general de l’Institut Català d’Assistència i Serveis Socials del Departament de Benestar Social i Família, Carmela Fortuny, han presentat conjuntament el 17 de juliol el Pla d’Atenció Integral a les persones amb Transtorn de l’Espectre Autista (TEA) i a les seves famílies a les instal·lacions de la conselleria a la Casa Provincial de Maternitat i Expòsits.

Poc hi podem afegir:  la presència d’uns quaranta professionals i familiars més alguns periodistes. Les presentadores han volgut destacar que el pla s’ha consensuat amb tot el sector, que no suposa un augment de la despesa i que permetrà fer estudis longitudinals i desenvolupar sistemes de bones pràctiques amb la col·laboració de les universitats, concretament la Ramon Llull, tot plegat amb criteris de cientificitat. L’oient ha quedat impressionat pel substancial augment dels casos diagnosticats: del 1.3% al 7.16% en deu anys. Els professionals, en el torn de preguntes, han demanat de no confondre cientificitat amb bones pràctiques i han recordat que aquest pla es possible gràcies al treball i l’esforç de moltes institucions que treballen de fa anys amb l’autisme.

Com que són temps d’estalvi el pressupost ha donat per gravar l’acte però no per convidar els assistents a un refrigeri. En acabar, portes enfora, entre els equilibrats edificis de la Maternitat, alguns assistents no podien deixar de demanar-se en què consistia la nova manera de diagnosticar, d’altres comentaven l’absència, clamorosa, de la industria farmacéutica, tan present en els TDAH.

Mirarem de saber-ne més i de traslladar la informació als nostres lectors tan aviat la tinguem. Podeu llegir la nota de premsa oficial de l’acte en aquest enllaç.

També us adjuntem el document resum de presentació del Pla.

Inicio en la Filmoteca de Catalunya del ciclo: «Fantasmagories del desig. Cinema / Psicoanálisis»

fantasmagories del desig-1

Cinema / psicoanàlisi

FANTASMAGORIES DEL DESIG

Filmoteca de Catalunya

 

23 de gener de 2014:  The addiction (1995), Abel Ferrara

Presenta: Juan Bellido, psiquiatre, psicoanalista.

 

27 de febrer de 2014: Felicia’s Journey (1999), Atom Egoyan

Presenta: Mercè Coll, teòrica del cinema.

 

març de 2014: The Woman in the window (1944), Fritz Lang

Presenta: Manuel Baldiz, psiquiatre, psicoanalista.

 

abril de 2014: Sanxia Haoren (Naturaleza muerta, 2006), Jia Zhangke

Presenta: Nora Catelli, assagista, prof. Teoria de la Literatura.

 

maig de 2014: Ensayo de un crimen (1955), Luis Buñuel

Presenta: Josep Maria Català, assagista, catedràtic de Comunicació Audiovisual.

 

juny de 2014: The Misfits (1961), John Huston

Presenta: Eduardo Braier, psicòleg, psicoanalista.

 

Horari de projeccions:  18:30 h.

 

coordinen: Mercè Coll i Salvador Foraster

organitza:

lloc:

http://www.filmoteca.cat/web/programacio/cicles/fantasmagories-del-desig

Plaça de Salvador Seguí, 1, 08001 Barcelona

Niños desatentos, niños hiperactivos. TDA, TDA-H?

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Niños desatentos, niños hiperactivos, ¿TDA, TDAH?

Desatención e hiperactividad son fenómenos conocidos de la infancia, pero en estos inicios del siglo XXI parecen haber tomado dimensiones epidémicas. Desde los discursos imperantes en psiquiatría y en salud comunitaria se considera que no se llegan a diagnosticar ni una tercera parte de los casos. Y desde esos mismos discursos, la terapéutica incluye la prescripción de psicofármacos. Es decir, que hay que diagnosticar más y medicar mucho más.
Desde otros marcos teóricos y otras conceptualizaciones se plantean formas de abordaje que no incluyen necesariamente la medicación, y se hacen otros diagnósticos y otros tratamientos psicoterapéuticos.
El formato en el que se desarrollará la exposición será el del diálogo, planteándolo en términos claros y en un lenguaje accesible al público en general. La psicóloga y psicoanalista Beatriz Janin dialogará su colega Joe Knobel, ambos con un largo recorrido y experiencia en el tratamiento y en el desarrollo conceptual de las problemáticas ligadas a la infancia. Desde su experiencia en la clínica con niños, analizarán esta problemática tanto en sus aspectos comunitarios como en su dimensión clínica.
Espai Freud les invita a participar en estas reflexiones y consideraciones sobre una problemática presente en todos los que trabajamos en el campo de la infancia. Una invitación que incluye a padres y madres, y a toda la ciudadanía que se sienta concernida por el tema.

Catherine Millot, psicoanalista: “Es preciso haber asumido una soledad fundamental para poder encontrarse con los otros”.

Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.
Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.

¡Oh, Soledad! es uno de esos libros que retan a las clasificaciones. Es difícil decidir en el estante de qué género se podría incluir. No es un libro de relatos, tampoco una novela y mucho menos una autobiografía, aunque una pizca de cada una de estas categorías espolvorean sus líneas. La psicoanalista y escritora francesa Catherine Millot nos propone un viaje en el tiempo y el espacio. Sus referencias constantes a Roland Barthes o Jacques Lacan, con quien la autora se analizó durante ocho años, trasladan al lector a la hoy añorada Francia de los 70. Pero el viaje de la también profesora del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII no se detiene en la ciudad de la luz y pasea también por Budapest o Finlandia donde Millot residió de muy joven con su familia. Entre otros destinos el libro recorre la Patagonia argentina retratada por el naturalista y escritor William Henry Hudson, los horizontes pictóricos de Caspar David Friedrich o las historias extraordinarias de Edgard Allan Poe. 

En una época de ruido ensordecedor y conexiones hipertrofiadas este volumen de la colección La Palabra Extrema de Ned Ediciones es casi un regalo. Una oda al silencio y al vacío de la página en blanco para convertirla después en pura contemplación. Desde La Casa de la Paraula conversamos con Catherine Millot, invitada por el Institut Français de Barcelona, sobre la soledad y su diversidad de matices.

Usted cuenta que cuando tenía alrededor de 17 años se decía a sí misma que quería devenir psicoanalista y escritora. ¿Le gustan los destinos solitarios?

¿Así, ser psicoanalista es solitario? Creo que no es solitario de la misma forma que lo sería el escritor, quien en efecto, está solo cuando escribe. El psicoanalista de todas formas recibe visitas. Entonces quizás más bien diría que un psicoanalista es solitario en el sentido de que no se trata de una relación simétrica, de intercambio recíproco. En la relación analítica hay una no reciprocidad. De modo que es una posición solitaria hasta cierto punto.

Yo también me he dedicado a la enseñanza durante mucho tiempo y esa es también una situación en la que se tiene relación con otros, pero es una posición en la que de algún modo se está completamente solo. Solo ante los demás. Así que, en efecto, debe ser que la soledad está inscrita en mi en todas sus formas.

¿En qué se relacionarían la soledad del analista: solo frente a su analizante; y la soledad del escritor: solo frente a la hoja en blanco?

No sé si se puede, en el caso del psicoanalista, hablar exactamente de soledad porque la soledad frente al paciente no es lo más importante. Con el paciente lo que es preciso es acoger su palabra. Lo que caracteriza la posición del analista es que él no dice nada y si no dice nada es para poder acoger mejor la palabra del otro. Es todo lo contrario de lo que ocurre en la relación humana ordinaria donde alguien habla y luego el otro dice: “¡ah, pues yo también!” o bien “yo tampoco”. En esos casos se corta en cierto modo la palabra del otro. En psicoanálisis también se corta la palabra del otro pero no de la misma forma. Por otra parte, para mí, la página en blanco o la escritura tienen una relación con el análisis. Cuando escribo estoy más bien en una posición de analizante y dejo que surja lo que se me ocurre. De alguna manera cuando escribo practico la asociación libre. Esto se nota bastante en mi último libro [¡Oh, soledad!] en el que doy libre curso a las asociaciones.

Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.
Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.

¿Qué diría que nos enseña Freud de la soledad originaria?

¿Freud habla en estos términos?. No sé si Freud decía esto. En cualquier caso quizá está relacionado con el término freudiano Hilflosigkeit. Un término, en efecto, vinculado con la experiencia originaria de lo que Lacan llamaba “sin recurso”. Lacan traducía el término alemán Hilflosigkeit con la expresión francesa estar sin recursos, es decir, no poder apelar al otro. Esto se traduce en francés también con el término détresse. Seria como una sensación de desamparo en el niño en el momento en el que la madre no responde a su llamada. El niño cuando es muy pequeño atraviesa esta experiencia y aquí tenemos, en efecto, una experiencia originaria de la soledad en el sentido de ser abandonado.

Lacan cita en uno de sus seminarios esta frase: “El inconsciente, es que en suma uno habla solo. Uno habla solo porque uno no dice jamás sino una sola y misma cosa – salvo si uno se abre a dialogar con un psicoanalista”. ¿Qué relación mantienen la soledad y el inconsciente?

Pues no sé muy bien porque pero no me acuerdo en absoluto de esta frase de Lacan. No me dice nada. Es cierto que uno dice siempre lo mismo. Es lo que se puede decir de lo que uno hace en el diván, hablar siempre alrededor de las mismas cosas. El trabajo del análisis es dar vueltas y rodearlas cada vez de más cerca con respecto a un punto. ¿Lo que diría Lacan entonces es que se está solo salvo que uno vaya a un analista? Lo encuentro un poco curioso. El análisis sería el único lugar donde uno no está solo, donde uno es escuchado. En todo caso sí es cierto que en un análisis uno es escuchado y en ese sentido no está solo.

Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.
Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.

Leyendo ¡Oh, soledad! pensé en el libro de Pierre Rey Una temporada con Lacan. Para mí ese relato es una suerte de paradoja. Cómo alguien que llega a la consulta de un analista, porque no puede continuar escribiendo, concluye publicando un libro sobre su análisis. ¿La soledad de la escritura tiene algo de liberador?

Una temporada con Lacan quizá sea el mejor libro de Pierre Rey. Para mí en todo caso, a diferencia de él, más que acabar mi análisis y escribir puedo decir que proseguí mi análisis a través de libros que he escrito. Interrumpí mi análisis en la realidad pero proseguí mi análisis a través de la escritura de modo que si eso es una liberación del psicoanálisis, ¡tardó mucho!. Quizá para mí esa liberación coincidiría más bien con el hecho de dejar de escribir, también.

Usted se analizó con Jacques Lacan. ¿Cómo era el Lacan analista?

En los comienzos de mi análisis con él lo que advertí es que las intervenciones de Lacan eran un poco como en el judo. Es como si él utilizara lo que uno decía para darle la vuelta y al mismo tiempo hacer que uno se separara de alguna posición en la que estaba anclado. Estuve en análisis con Lacan durante ocho años. Después de su muerte retomé un análisis con otro analista con quien también estuve mucho tiempo. Mucho tiempo después lo que me quedó es que el análisis con Lacan había sido el más importante. Para empezar fue un análisis terapéutico. Hubo un gran cambio terapéutico. Otra característica del análisis con Lacan es que es algo que te pone al desnudo y por otra parte eso se producía de una forma bastante dura. Era un poco como ser despellejado. Creo que hice un segundo análisis para recuperarme del primero, para darme cuenta luego que la verdadera función del análisis, su lado más decisivo, el filo de mi análisis había tenido lugar con Lacan.

Marcel Proust, Clarice Lispector, Salvador Espriu, Natsume Soseki… Todos ellos tienen en común que en su pasión por la lectura y la escritura la cama fue un lugar importante. En su libro usted escribe: “La cama puede ser el lugar a partir del cual se despliega la relación con el mundo”. ¿Por qué?

Digo esto quizás a partir de una mujer de la alta burguesía napolitana a quien conocí y tuve ocasión de visitar. Era la madre de una amiga, una escritora de libros de cocina, motivo por el cual era muy conocida y estaba vinculada con el mundo entero. La mujer no salía de su casa, no salía de su habitación. Tenía a su alrededor una especie de parapeto de mesas, estaba rodeada, con todas sus carpetas. A pesar de que en aquella época no había internet su relación con el mundo y con sus lectores partía de la correspondencia o del teléfono. Su relación con el mundo partía de ese lugar donde se encontraba. También cuando yo trabajo en la cama tengo el teléfono y ahora internet, es decir, estoy conectada con el mundo, en efecto, desde la cama. Esto es durante una parte del día, la otra parte estoy con mis pacientes, de modo que a pesar de todo salgo de mi cama para recibir a mis pacientes.

Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.
Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.

¿La cama no es únicamente un lugar de desconexión, pues?

En cierto modo es cierto que ahí uno puede recibir mensajes o tener conectada la televisión, aunque hace cuatro años que no veo la televisión, estoy separada de eso. En cualquier caso a lo que aspiro es ciertamente a no estar conectada. Cuando era joven tuve muchas dificultades para hacerme a la idea de lo que era trabajar. Me puse a trabajar muy tarde, no me refiero a los estudios, sino al trabajo remunerado, al hecho de tener un oficio. Finalmente tuve que encontrar algo hecho a medida para mí.

En su obra más que de una única soledad usted habla de soledades. La soledad es una estrategia paradójica: sirve para evitar el riesgo que implica el encuentro pero a la vez genera sufrimiento. ¿Estaría de acuerdo?

No tengo la impresión de que hable de eso en mi libro. Es cierto que sí habría una soledad para protegerse de la relación con los demás, eso existe. Pero hay una soledad que más bien está abierta. Esa es una soledad que está también abierta a la dimensión de la contemplación, a una relación con el mundo y por tanto incluye también la posibilidad del encuentro.

Pero la soledad tiene una dimensión también de sufrimiento. ¿No muestra una visión de la soledad demasiado romántica en su libro?

La soledad como sufrimiento existe pero no he destacado, precisamente, esta dimensión de la soledad que tiene más que ver con la soledad angustiante vinculada con el abandono. Lo que he querido mostrar en mi libro es que había soledades positivas que eran el suelo, la base, a partir de la cual se puede uno encontrar con el otro. En cierto modo es preciso haber asumido una soledad fundamental para poder encontrarse con los otros.

La soledad en nuestro tiempo contemporáneo parece casi un imposible. Vivimos una época en la que aparentemente estamos hiperconectados. Siempre hay alguien al otro lado. ¿De qué manera eso nos aleja cada vez más de nuestra subjetividad?

Sí, efectivamente, tratar de estar conectado en todo momento es un efecto de la angustia de la soledad. En mi opinión esto es muy nocivo precisamente porque te separa de una dimensión esencial de la vida que consiste en una relación contigo mismo en la soledad. Para mí, eso es algo fundamental.

“La elección de la soledad ha tenido siempre dos caras: la celda o el desierto”, escribe. ¿La soledad es una elección?

En la historia de la religión cristiana hay toda una cultura del aislamiento voluntario. Y este aislamiento voluntario ha adquirido dos formas. Por un lado adquirió la forma monástica, cada uno solo en su celda pero en una comunidad; y por otra parte adquirió la forma del anacoreta, es decir, el que se retira y que está solo en el desierto frente a un espacio grande. En este caso se trata de la relación de la soledad con el infinito. En relación a esto, en mi libro tomé dos ejemplos. Por un lado Roland Barthes que se situaría del lado del monje que aspiraba a un tipo de vida comunitaria de este tipo pero que nunca llegó a realizar aunque le hubiera gustado. Barthes pasaba una parte del día encerrado en su despacho, es la idea de la clausura. Luego está William Henry Hudson que por su parte no sería exactamente el anacoreta – porque el anacoreta está fijo en un punto del desierto- sino más bien una especie de errante. En su caso fue errante durante mucho tiempo, recorrió toda una parte de Argentina como un vagabundo pero lo que le gustaba era el desierto.

¡Entran ganas de viajar leyendo su libro!

¡Es verdad!

«La soledad más deliciosa y más apacible es aquélla en la que el otro está presente y no nos pide nada». ¿Sería esta una soledad más relacionada con la confianza, la comodidad o la familiaridad?

Sí, esto es algo que Winnicott mostró muy bien. En relación con la presencia materna el niño al mismo tiempo tiene su espacio. Él habla mucho de los espacios transicionales. El niño tiene su propio espacio, su espacio de juego y al mismo tiempo permanece en el espacio materno. Esto tiene que ver con esa dimensión primitiva, se puede decir que es así como se construye la capacidad para estar solo, a partir de esta relación con la madre: cuando la madre está ocupada en otras cosas y te deja en paz.

¿Tiene algún libro a la vista?

Ahora leo. Estoy en un momento de lectura. Nunca sé cuando voy a escribir. Después de un libro nunca sé si voy a escribir algún otro. Así que no lo sé. Leyendo le doy vueltas a algo. Necesito espacio entre los libros que escribo.

Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.
Catherine Millot, psicoanalista y escritora. Entrevista realizada en el Institut Français de Barcelona. Fotos: Manuel J. Mora.

Fernando Colina, psiquiatra: “¿Luchar contra el estigma? El mayor estigma lo provoca la psiquiatría haciendo diagnósticos”

  • Publicado por Marta Berenguer. Autor de las fotografías: Albert Roig.

Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.
Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.

Podríamos decir que Fernando Colina no es un psiquiatra al uso. Más bien es un alienista que tras años de clínica y de escucha atenta y respetuosa defiende el derecho radical a estar loco. En el primer capítulo de su libro ‘Sobre la locura’ ya podemos tomar las principales coordenadas de su posición ética y su singular manera de entender la psiquiatría. Colina defiende el arte de no intervenir “como una pericia contemplativa que proviene de la capacidad de estar en silencio, de no hacer nada, (…) sin que ello signifique estar cruzado de brazos sino comprometido profundamente en el esfuerzo”.  

‘Sobre la locura’ es uno de esos libros imposibles de leer lápiz en mano. Hay tantas frases que subrayar que es mejor no ensuciar el papel. Con una prosa impecable y una claridad meridiana el psiquiatra vallisoletano cose en su ensayo las relaciones que la locura mantiene con temas tan diversos como el secreto, la ternura, el amor o la inmortalidad. Quizá no serán esas las primeras palabras que vienen a la cabeza cuando se piensa en la llamada sinrazón. Es por eso que si algo consigue su libro es mostrarnos que es posible oponerse a las tendencias más conservadoras de la psiquiatría y arrancar de raíz muchos de los prejuicios que la ensombrecen. Desde La Casa de la Paraula hemos querido conversar con Fernando Colina sobre su última publicación y de otras ideas inspiradoras que relucen en su obra ensayística. 

¿Dónde ha aprendido usted a escribir así? ¿Así de bien, me refiero?

Para empezar yo creo que escribo mal porque no escribo natural sino forzándome mucho. Con el paso de los años he aprendido a corregirme. Ahora las frases me salen más limpias, menos rebuscadas, siempre y cuando tenga una frase corta. Para la frase larga soy bastante malo. Hay autores y escritores que escriben largo muy bonito. Para mí la escritura es algo que intento cuidar mucho. Me parece que si el contenido no está bien escrito no me sirve. En ‘Sobre la locura’ he hecho un esfuerzo especial porque como el libro era muy breve y conciso requería de cierta claridad. Como referencias he tomado la obra de Plutarco y también el Manifiesto Comunista del que siempre se ha dicho que su gran ineficacia, entre otras cosas, era porque estaba espléndidamente escrito, y es verdad. Pensé: como voy a escribir un panfleto voy a tomar ese modelo de tono (risas). Cuando escribo me gusta tomar como referencia algún autor. Si es frase muy corta Azorín, si es frase más rimbombante Ortega y Gasset, por ejemplo. Pero yo no soy un escritor natural. ¡Me cuesta muchísimo!. Escritor es el que escribe literatura.

¿Qué relación mantienen la escritura y la locura?

Realmente hay muchos enfermos que inmediatamente escriben. La escritura tiene muchas virtudes: una de ellas es la propiamente narrativa porque te ayuda a describir los hechos. Los psiquiatras muchas veces, siguiendo la línea lacaniana o la de Clérambault, interpretamos que lo que le ha pasado al loco es que se le ha interrumpido el lenguaje. Si tenemos en cuenta que el lenguaje es un instrumento lineal, discursivo, diacrónico, vemos que para un loco es muy difícil transmitir longitudinalmente las experiencias instantáneas que está teniendo. Esa transmisión no la hace verbalmente ya que le cuesta mucho hablar, sobre todo si hay otro. Muchas veces crea neologismos que son palabras escuetas. Estos se encuentran fuera de una sintaxis y de una frase pero el psicótico les da mucho significado y a lo mejor en esa palabra hay muchísimo contenido. El loco escribiendo consigue pasar el lenguaje a un medio más longitudinal, más cotidiano, más neurótico, más normal si se quiere.

Respecto a los neologismos José María Álvarez en el libro ‘Estudios sobre la psicosis’ comenta que se trata de palabras que sólo entiende quien las crea, no son palabras compartidas con otros locos.

Sí, se sobreentiende que lo que le ha pasado al psicótico es que se le ha roto el mundo del lenguaje. Su mundo no está revestido como el que tenemos nosotros en el que normalmente todo está envuelto en palabras. El loco, precisamente por esa ruptura, tiene que echar mano urgentemente a un mecanismo auxiliar. En la construcción y el encuentro de palabras nuevas, a las que da un significado muy distinto, personal y que no se puede transmitir, encuentra una ayuda un tanto artificial y un poco forzada. El problema del delirio es que para el psicótico es una herramienta muy buena pero no ayuda a hablar con él porque siempre es un lenguaje singular, propio. Por eso es importante intentar hablar con él procurando no interpretar el delirio, metiéndote un poco alrededor.

Fernando Colina, psiquiatra. Entrevista realizada en Casa Fuster. Autor de las fotografías: Albert Roig.
Fernando Colina, psiquiatra. Entrevista realizada en Casa Fuster. Autor de las fotografías: Albert Roig.

Usted es médico especialista en psiquiatría pero tiene entre tus referencias obras de la cultura, de la filosofía, del psicoanálisis. ¿Qué cree que enseña la cultura clásica al psicopatólogo actual?

Actualmente tener referencias diversas es algo muy raro debido a que probablemente se lea menos y la formación es muy distinta. Ahora la formación del psiquiatra es muy médica. Se viene con una carrera, se ha hecho el MIR, se tiene una especialidad y muchas veces muchos estudiantes acaban en psiquiatría un poco de rebote porque están más pendientes del sitio que quieren elegir que de la especialidad propiamente dicha. La búsqueda vocacional, si es que eso significa algo, se va perdiendo poco a poco. Hay poca gente que se presente al MIR ya con la idea específica de hacer psiquiatría y además con una corriente determinada en un sitio concreto. Existe algún caso pero no son la mayoría. En mi época, en cambio, la psiquiatría estaba dentro de la política, de la sociología, de la filosofía. Nosotros constituimos un grupo de psiquiatras con el que durante tres o cuatro años participamos en un seminario sobre Hegel con el filósofo Gómez Pin. Hoy eso sería completamente impensable. Y alguien se puede preguntar: ¿para qué sirve el pensamiento de Hegel, uno de los pensadores más abstractos y metafísicos, para el conocimiento de la psiquiatría? La lectura filosófica estaba permanentemente presente en la psiquiatría, eso era así hace tiempo atrás, pero ahora ha desaparecido. Siempre he tenido amigos muy cultos en el campo de la historia, de la filosofía, del psicoanálisis. Gracias a la conversación con ellos y a mis hábitos de lectura quizá podríamos decir que a lo mejor, globalmente, tengo un conocimiento superior a la media. O por lo menos puedo decir que ese conocimiento me permite saber un poco de qué están hablando los profesionales o los especialistas en campos de la filosofía o del lenguaje.

¿Para ser psicoanalista o psiquiatra uno debe aprender a divorciarse de la normalidad?

En ‘Sobre la locura’ comento que existen dos locuras. Los primeros terapeutas de psicóticos siempre dijeron que hay que ser inconsecuente con los enfermos psicóticos porque cuando deliran tienen una lógica que se basa un poco en estar haciendo saltos como hace el caballo. Supongamos que estás hablando con un loco que te está afirmando que él no está enfermo y que además es el director del centro, que tu no eres nada. Le dices: “Vamos a tomar la medicación que estás mal”. Y tu podrías pensar: “ahora me va a decir que no”.  Pero inmediatamente dice: “Sí, que estoy muy nervioso, vamos a tomarla”. ¿Cómo se entiende esta respuesta de aceptar tomarse la medicación si hace un momento te acaba de decir que él no está enfermo, que él es el médico? Esa manera de plantear la cuestión sería una tentación para hacerle ver su contradicción pero es absurdo querer entrar por ahí porque precisamente él necesita esa contradicción mucho más aguda que la nuestra para mantenerse en un relativo equilibrio. Por eso comento en el libro que a su vez tienes tu que “enloquecer”, volverte un poco ilógico para no intervenir de entrada. La primera tentación ante un loco es interpretarle y hacerle ver que es inconsecuente pero ese no es el camino. En esos casos hay que dejarle hablar y acostumbrarse a hacer saltos de este tipo.

¿Ardua tarea esa?

No, cuando has pasado mucho tiempo con ellos y has hablado con muchos sale natural. De la misma manera que si te voy conociendo a ti iré entreviendo aspectos y vivencias tuyas, temas que te gustan o no te gustan. Con el paso del tiempo seré mucho más ágil en tratar de molestarte -si lo que quiero es molestarte- o de agradarte si lo que quiero es eso. Con los enfermos vas viendo que pasa una cosa parecida. De repente ves que hay lugares donde no puedes entrar. A partir de ahí, según vas conociendo a cada uno, ves que es distinto, vas metiendo menos la pata y por tanto el contacto se vuelve más natural. Quizá sea un contacto que no lleve a un gran discurso pero cuando un enfermo muy grave se te acerca y te dice: “¡Oye Colina!”, es que ya ha habido un contacto. Hay que tener en cuenta que los psicóticos te están observando y midiendo todo el tiempo para comprobar que su proximidad a ti no es hiriente ni agresiva. La dificultad es que muchas veces no sabes como es esa intimidad singular de cada uno y vas a ciegas.

Marta Berenguer y Fernando Colina
Fernando Colina, psiquiatra. Entrevista realizada en Casa Fuster. Autor de las fotografías: Albert Roig.

En ‘Sobre la locura’ habla de este tema en el capítulo ‘Sobre la distancia’. Me vino a la memoria el dilema del erizo de Schopenhauer. ¿Cuál es la distancia adecuada en la relación terapéutica con los psicóticos?

Eso nunca se sabe pero es un problema. En el libro empiezo este capítulo con una imagen un poco taurina. Los taurinos, los buenos toreros que se sienten artistas, saben que para lidiar un toro cada animal tiene su distancia. Lo primero que hacen entonces es medirle, recogerle, hacer unos pases, tomar un conocimiento de cómo embiste y por donde. Qué terrenos y territorios de la plaza le gustan más para tratar de llevarlos a ellos. A algunos toros hay que torearlos de cerca y a otros de lejos. Ese es un buen torero lidiador, no un pega pases. Creo que la metáfora taurina vale un poco también para los enfermos pero en general para la vida, donde nos pasa algo parecido. Con los enfermos también tienes que ir mirando y midiendo. Hay locos a los que te puedes acercar mucho físicamente y otros con los que conviene mantener una distancia, cosa que va variando también dependiendo de los momentos. Cuando te cruzas con un psicótico en el pasillo que se encuentra en un cuadro agudo ya sabes que en algunas ocasiones hay que dar un paso y dejar un poco de espacio porque sino se puede sentir muy violento. A otros no pasa nada por darles una palmada en la espalda pero siempre hay que tener cuidado. A veces un gesto que se da con amabilidad, cordialidad y simpatía se puede interpretar de maneras muy distintas por un loco. Esta sería la distancia física pero existe también la distancia interior que todavía es más complicada porque ahí se juntan dos cosas: una es el grado de interés que tu estás teniendo, otra tiene más que ver con el deseo. El enfermo nota mucho tu interés y ese matiz de la distancia. Esa es una distancia más bien intelectual o de pensamiento, más de empatía o de contacto y luego sobre esa se dibuja otra que es la del deseo: ¿cuánto te quiero yo a ti? Ahí podríamos hablar de varias medidas desde la que nace de ese interés que tienes ante esa persona para ayudarle, del que además te cae bien, del que además es atractivo, del que además te puedes identificar por alguna cosa. Los locos saben captar muy bien todos esos matices. El encuentro con un loco es muy al descubierto por eso cuando escuchas un enfermo, en cierto modo, acabas buscando lugares de identificación y de captación. Sin decir nada parece como que te descubres y te descubren. Hay gente que te la puedes acercar mucho interiormente y otra no.

¿La posición hombre o mujer como se vive en el caso de una psicosis? ¿Qué papel tiene la feminidad en la locura?

El autor que mejor ha desarrollado este tema es Lacan. Los lacanianos dicen que en la psicosis hay un empuje a la mujer, como una búsqueda o un temor a una identificación femenina. En los psicóticos varones una idea que les pasa mucho por la cabeza es el sentimiento de homosexualidad o el insulto de que los han llamado homosexuales pero tiene más que ver con un problema de identidad. La diferencia sexual forma parte de la identidad de cada uno. En el caso del psicótico, como parece que esa identidad está rota, ese quiebre ocurre también en la identificación de cual es su elección sexual, suponiendo que eso sea obligatorio y no la bisexualidad. Todas esas teorías nacen antes de toda la nueva y complicada generación de múltiples identidades sexuales y toda la polémica entorno a la teoría queer.

El complejo de Edipo, por ejemplo, es una teoría que encaja muy bien en el hombre pero no tanto en la mujer. Todas estas teorizaciones encajan muy bien en el enfermo varón pero no tan bien en la mujer. ¿Cuál es el empuje a la mujer de la mujer? Eso ya es un poco distinto. Este tema se matiza también diciendo que en el delirio psicótico existe un goce permanente. Es por eso que muchas veces se dice que no sufren tanto como pensamos. El goce del loco, más que ser propio del principio de placer, más propio de los neuróticos, está siempre en una especie de omnipotencia. Ese es el otro goce sobre el que Lacan teoriza entorno al goce femenino.

Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.
Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.

En una entrevista usted dice: “Todos los malestares psicológicos pueden referirse, en última instancia, a dos ejes que englobarían la tristeza y la desconfianza, entendidas como categorías muy amplias”. ¿Qué quiere decir?

Hay dos maneras de entender todas las enfermedades y en general al hombre. O hacer muchas clasificaciones y buscar diferenciaciones y discontinuidades múltiples, como hace el DSM-IV, o buscar espectros o ejes. Cuando tu quieres entender a alguien teniendo en cuenta una profesión o una clasificación, y más todavía desde el punto de vista psicopatológico, hay que tener en cuenta primero la búsqueda de lo que tienen de común y lo que tienen de distinto. Sócrates lo cuenta muy bien en una frase que siempre cito del Fedro de Platón: “Si yo encuentro a alguien que busca la unidad y la multiplicidad le sigo como a un Dios”. El DSM-IV busca cantidad de multiplicidades y de discontinuidades, puede encontrar 400, pero no busca lo que tienen en común. Es más, cuando lo busca, como en el caso del trastorno bipolar, de repente encuentra trastornos bipolares por todas partes: desde que el paciente tiene una pequeña depresión a que tiene una psicosis maniaco-depresiva. En esa tipología de clasificación se ha buscado lo común pero no ha buscado lo distinto. Mi propuesta es que existen siempre dos ejes fundamentales: uno es la melancolía y el otro la paranoia; la tristeza se relaciona con el primer eje, la desconfianza con el segundo. Realmente todo el sufrimiento humano se puede recorrer a través de estos dos ejes. Después es evidente que se entrecruzan y hay que ir diferenciando. La desconfianza que tiene un paranoico es distinta de la desconfianza que tenemos nosotros en el trato cotidiano pero sin una desconfianza, un recelo, un secreto o una intimidad no eres persona ni sabes vivir. No puedes tener esa ingenuidad permanente ni puedes ser transparente continuamente para todo, entonces estás invadido. Esa desconfianza se hace máxima en un esquizofrénico o en un paranoico: el paranoico porque se cree que le persiguen y el esquizofrénico porque le quitan los pensamientos, le han puesto un aparato y le están imponiendo ideas ajenas. Con la tristeza hay una preocupación máxima, desde la tristeza de una depresión, la tristeza de una pérdida hasta la tristeza máxima de un melancólico. Pero luego se ve muchas veces que en el caso de un esquizofrénico por debajo hay una especie de melancolía profunda, hay un vacío, un desierto, no hay nada y aunque la manifestación de esa locura sea una manifestación muy irracional, muy delirante, en el fondo hay una soledad absoluta y plena como la que muestra cualquier otro melancólico. Quizá incluso más que otros melancólicos porque hay psicóticos maníaco depresivos que pueden llegar a tener una familia, unos hijos, una convivencia en sus fases buenas, mientras que el esquizofrénico no lo va a tener o no lo tiene casi nunca y si lo tiene es muy rudimentario. En mi propuesta de los dos ejes planteo que primero hay que ir a buscar lo que hay de común para después empezar a trazar diferencias.

Freud en una entrevista en 1926, ante una pregunta del periodista George Sylverster que le interroga sobre el interés de los americanos sobre el psicoanálisis, le suelta una frase que me parece muy lucida: “Creen comprender algo de psicoanálisis porque juegan con su argot”. ¿Ese sería una de las críticas que se le pueden hacer al psicoanálisis?

Creo que sí, sobre todo el de algunas ramas. Un problema del psicoanálisis actual es que las escuelas, algunas más que otras, se cierran mucho. Al cerrarse no admiten ningún tipo de disidencia y al no admitir eso no hay originalidad, hay que repetir sistemáticamente lo que orgánicamente les está permitido decir sino inmediatamente se los excluye como posibles rivales con cierta originalidad. Según te vas cerrando más el lenguaje se vuelve cada vez más complicado. Entender el lacanismo, en muchos casos, es prácticamente un ejercicio previo de lenguaje. Primero tienes que aprender a hablar en Lacan y luego puedes ver cómo se puede traducir eso en la vida cotidiana de la clínica. Se trata de un lenguaje muy enrevesado que muchas veces parece que en lugar de explicar cosas de la realidad de los enfermos se explican para sí mismos las distintas elaboraciones y diferenciaciones del lenguaje. Solo para ponernos de acuerdo en qué es la represión, la forclusión, la escisión o la supresión te puedes pasar las dos primeras horas y al final sólo estás hablando de terminología y no de cómo encuentras la represión en la clínica delante de una persona. De repente todo ese instrumento conceptual se convierte en el protagonista, absorbe la realidad y se convierte en algo muy endogámico, algo demasiado interno que agota el pensamiento. El propio Lacan fue una esponja de conocimientos de la cultura de la época, los absorbe de todos los lados, los engloba y formula su teoría a partir de saberes muy distintos. En cambio ahora entras en una escuela e intentas introducir conocimientos nuevos y te miran con cierto recelo como si estuvieras adulterando un conocimiento que tiene una pureza. Creo que estos son los males de las escuelas. También ayuda bien poco que la corriente psicoanalítica haya querido entrar en las instituciones como a enseñar. Un lenguaje tan complicado, sofisticado y tan ajeno a los hábitos del psiquiatra o del psicólogo de las instituciones, genera cierta distancia. El psiquiatra y el médico no se van a dejar enseñar así como así. A menudo se choca con la posición corporativa propia del médico que es quien cree tener el poder y la conversación con un psicoanalista dura dos días.

Fernando Colina
Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.

En una entrevista que le hace su colega José María Álvarez usted destaca que alguien que se dedique al mundo de la psique humana, o se sitúa teniendo en cuenta el pensamiento de Freud o se decanta por la vía biologicista o cognitivo-conductual. ¿Es así de tajante?

Creo que sí. Pero lo es en todos los campos. También ocurre en el de la filosofía o en el de la sociología. Se detecta inmediatamente aquél lector que ha incorporado el lenguaje psicoanalítico, no que lo utilice sino si ha leído o no a Freud, si ha incorporado su lenguaje en su sistema, si conoce todas las posibilidades del conocimiento de la persona y del sujeto que implica leer a Freud. Y no sólo en el ámbito psiquiátrico, también en el campo más epistemológico y del conocimiento. La psiquiatría, como siempre, está dividida en dos: una de sus ramas es más biológica, la otra es más hermenéutica, humanista o subjetiva. Una mira al cerebro y otra mira al sentido de las cosas y de la vida. Una mira la conducta y las neuronas y la otra mira al deseo y a la palabra para ver qué le pasa a la persona y lo que cuenta. A la segunda le interesa más lo biográfico que lo biológico.

Para marcar cómo se separan unos y otros la referencia freudiana es siempre muy útil. La psiquiatría biológica actual no es que desprecie a Freud, ¡es que directamente le hace desaparecer!. Cuando una corriente de conocimiento sencillamente ya ni le cita es algo muy sintomático. Ellos captan inmediatamente quien es el enemigo. El enemigo del trastorno bipolar y de los defensores del trastorno bipolar es que hay que leer ‘Duelo y Melancolía’ de Freud. Esas catorce páginas memorables sobre la tristeza humana y cómo entenderla no las conoce hoy en día casi ningún psiquiatra que termina sus estudios ni tan siquiera los tutores que le han enseñado. Sería absurdo pensar que un estudiante de filosofía no haya estudiado la obra de Platón, ¿verdad? Igual de absurdo es estar estudiando psiquiatría y no leer a Freud. ¿Cómo no vas a leer a Freud? Serás Freudiano, serás lo que quieras pero sino tienes esa herramienta mínima de cultura es como decir que no sabes quien es Kraepelin. Pues si estás estudiando psiquiatría y no sabes quien es Kraepelin eres un inculto o peor que un inculto: ¡tienes un desinterés máximo!

Freud es siempre el que marca la diferencia. Freud es un materialista, es un ateo y a la vez un científico que de repente descubre la subjetividad. Esta es la contradicción: siendo un materialista y científico, según está indagando descubre, precisamente, lo que más parece que se aparta de ese mundo. Foucault decía que el psicoanálisis está en un territorio intermedio entre las ciencias positivas y las ciencias humanas, es la articulación entre estos dos saberes. Este valor de articulación también serviría para responder a esto de que existe un valor de separación. Es con respecto a esto que te tienes que orientar. Si yo oigo a alguien que me viene hablando de cognitivismo de que es ecléctico y que hay una concepción global, bio psico sociológica de la enfermedad mental inmediatamente pienso: he aquí un biologicista o un cognitivo-conductual. No hay ninguna posición neutral ante esto. El que es neutral está en el campo del positivismo. No hay ninguna posibilidad de decir: tengo en cuenta todas las corrientes y las aúno. No, llega un momento en el que tienes que coger uno de los dos caminos. Después, claro está, en el camino que elijas hay muchísimas ramificaciones no tienes porque ser un dogmático ni ocultarte el otro camino pero está claro que ante eso uno tiene que tomar una inclinación u otra.

En su libro ‘Sobre la locura’ tiene un capítulo ‘Sobre la teoría’ en el que dice: “Conviene guiarse siempre por la convicción de que por mucho que sepamos de las psicosis sabremos muy poco sobre el psicótico que tenemos delante”. ¿Hace falta humildad para saber escuchar?

A un psicótico nunca lo acabas de entender. Por un lado hay que tener en cuenta el conocimiento, todas las teorizaciones y las comprensiones posibles, ver qué han pensado los demás sobre estas cuestiones. A partir de ahí es importante elegir un modelo propio para entender lo que te están diciendo. Sin un modelo, delante de un enfermo estás desnudo y no hay nada que hacer, siempre acabaras por un territorio extraño. Por otro lado, igual que en psicoanálisis se dice que tratas a tu psicoanalista como si tuviera un supuesto saber, delante de un psicótico hay que aceptar que no es el terapeuta el que encarna el supuesto saber sino que este lo tiene el loco y tienes que aceptar estar en una posición casi de enfermo, de analizante. El que sabe, aunque supuestamente ese saber se acompañe de una gran ignorancia porque está delirando, es el que tienes delante. Es él quien te va indicando y quien te dice: “¡no has entendido nada colega!”. Cuando te pregunta qué has entendido tienes que tener mucho cuidado antes de decirle: sí, lo he entendido. Cuando dices a un psicótico que lo has entendido es como si le dieras la puntilla. Lo cual no quiere decir que también le digas que no entiendes absolutamente nada sino que con cada persona tienes que tener un poco de cuidado y si te pregunta si le entiendes quizás antes de contestar que le entiendes perfectamente es mejor hacer una aproximación: me parece que te voy entendiendo; si sigues explicando un poco más a lo mejor lo completo un poco. Tienes que brindarle a él la posibilidad del saber. Luego puedes corregir, meter tus ideas y conducirle un poco hacia donde quieras, o devaluar un poco esa idea o hacerla compatible con otras pero no le puedes desautorizar en ese conocimiento. Al fin y al cabo tiene ese conocimiento porque él es quien te va guiando. Muchas veces se dice que con la psicosis maniaco-depresiva, la melancolía, la tristeza, se puede empatizar mejor porque todos hemos conocido o tenemos una experiencia de tristeza. A lo mejor te sorprende que una persona pueda llegar a ese extremo pero lo que te está diciendo lo englobas enseguida en una tristeza mayúscula. Cuando estás con una persona que de repente te dice que está oyendo voces y que le han puesto un aparato en la cabeza, en cambio, no tienes ninguna experiencia propia desde donde puedas partir para la comprensión de eso y hacer una comparación más simpática entre dos personas. En ese caso partes de nada y en ese partir de nada solo puedes tener el conocimiento anterior a ti de lo que leas y veas de lo que dice la gente y sobre todo de lo que te dice cada enfermo. Sus palabras son la mejor guía. Si en lugar de tomarle a él como guía se parte de una posición más autoritaria: “usted dice esto, yo soy el médico, le digo que esto es una alucinación y se tiene que tomar unas pastillas” pues ya vas mal. Allí estamos hablando de un poder frente a otro poder, un saber frente a otro saber y por tanto se ha roto la relación.

Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.
Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.

Freud definía la salud como “la capacidad de amar y trabajar”. ¿Cómo viven el amor los locos?

Mal. El problema es que el amor es una experiencia alejada de sus posibilidades. Retomando el tema de los ejes o una concepción más kleiniana, vamos a suponer, que de alguna forma todos estamos locos. Todos pasamos por una fase esquizoparanoide, de locura o de falta de identidad durante la infancia y progresivamente nos vamos haciendo neuróticos. El deseo empieza a funcionar dentro de la estructura neurótica: el deseo siempre es el deseo del otro. En la seducción, por ejemplo, yo busco que tú me desees, yo te deseo a ti, buscamos deseos comunes. Entramos en una rueda de un deseo tras otro que no termina nunca, nada más que con la muerte. Después de un deseo viene otro y de vez en cuando tienes desfallecimientos y estás triste, estás aburrido. Otras veces estás entusiasmado y te enamoras. Ese mundo de deseo está excluido de la psicosis. Un psicótico, pues, es una persona que en ese aspecto no tiene iniciativa, está inhibido, está arrinconado y no hace nada si no le dices nada.

¿Un loco no tiene deseo?

Si entendemos el deseo como deseo del otro, no. Claro está que tiene apetencias y deseos. Le pueden apetecer cantidad de cosas pero generalmente son apetencias inmediatas, con poca demora. Al deseo le pasa como al lenguaje: tiene que ser diacrónico. No puedes querer todas las cosas a la vez ni instantáneamente. En el caso de los locos es muy difícil que estén pensando en el mañana. Si quiere ir a una excursión, es como los niños, quiere ir ¡ya!. Su deseo tiene que ser de forma inmediata.

¿Entonces la concepción del tiempo, pasado, presente, futuro, cómo la viven?

De los locos se dice que viven en el instante, viven en una especie de presencia inmediata. Otros se quejan de que el tiempo se ha paralizado y se ha quedado detenido en un lugar. Lo que no hacen es hacer la diacronía de la que hablaba. Dentro de esa diacronía uno puede tener deseos materiales, sociales, intelectuales o de cualquier tipo pero el problema del psicótico es cuando alguien llega y le dice que le quiere. Ahí es donde fallan completamente porque la aproximación, el deseo del otro, no lo entienden, se convierte en un enigma y algo muy invasivo, muy paranoico. En ese aspecto se pueden volver muy desconfiados y atacar por eso se dice que hay que tener cuidado cuando le dices a un psicótico que le entiendes. Con las manifestaciones de afecto ocurre lo mismo, pueden ser muy mal interpretadas como acusaciones, como persecuciones o como intromisiones a su interioridad. Si tu ves a un esquizofrénico que viene cogido de la mano de su novio o de su novia y se están besando o teniendo manifestaciones de ternura algo no encaja. Un esquizofrénico por principio tiende a ser más bien una persona que tiende más a la soledad. Cuando tiene relaciones son muy distantes, muy raras de un equilibrio extraño y con personas muy particulares, claro.

¿Cómo afrontar el trabajo en el caso de un sujeto psicótico sin caer en una posición asistencialista o infantilizadora?

Ese es siempre el problema. Las unidades de rehabilitación funcionan generalmente bien porque les preparan bastantes actividades. La actividad para ellos es como una especie de precursor del deseo. Tener deseo de hacer algo, sean cosas materiales, mecánicas o de movimiento, ya es un paso adelante. El problema es que a veces a los locos se les tiene desde las ocho de la mañana haciendo cosas de una manera hasta estajanovista y exagerada. El loco también necesita períodos y ratos de soledad. En los lugares en los que esto se entiende bien también dan espacio y se les ofrecen esos lugares, rincones donde puedan estar su rato de soledad. Una soledad que, de alguna manera, necesitan para recomponerse y pensar en ellos mismos, sus manías, para desahogar sus impulsos verbales o lo que sea.

A veces en los manicomios un enfermo se retrae, se queda apartado en un rincón, inhibido, sin hacer absolutamente nada, como absorbido por su propio pensamiento. El siguiente paso sería el trabajo remunerado. El deseo necesita un premio pero aquí es donde la asistencia española y muchas otras fallan por múltiples razones. El tema del trabajo remunerado, más en un clima de paro como hay ahora, es muy difícil de plantear en las instituciones.

Por otro lado también existen sitios maravillosos donde de repente te demuestran que están todos los enfermos trabajando. Quizá sea un trabajo un poco rudimentario, un trabajo sencillo que tiene algo creativo que les entretiene, les hace tener un rendimiento y  sobre todo lo que es fundamental, una remuneración. Nosotros en Valladolid teníamos un centro ocupacional en el psiquiátrico. El día de la normalidad era el día que recibían la nómina. De repente, enfermos que no hablaban o tenían poco trato, estaban allí esperando que les pagaran. El día que no iban y se les descontaba ese dinero de la nómina, inmediatamente, planteaban un recurso verbal acerca de porque se les había descontado ese dinero esos días si su ausencia era porque había estado enfermo y no había podido ir. De repente te encontrabas en un mostrador a gente que normalmente no discute, no habla o se pone a parte, defendiendo lo suyo, su salario, como un obrero. Pero esos lugares donde ocurre eso casi no existen.

Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.
Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.

Dice usted en su libro ‘Melancolía y paranoia’: “La tristeza es el eco del deseo, su llanto, su sollozo”. ¿El deseo tiene algo de dolor?

Sí, siempre. ¿Estamos metidos en duelos continuos, no? Los lacanianos dicen que a la pérdida hay que convertirla en falta. Realmente, es una expresión que está muy bien, es muy gráfica. Estamos siempre perdiendo cosas, amigos, ideales, posibilidades, personas. Continuamente tenemos deseos insatisfechos. Si a esa pérdida no la conviertes en falta te quedas paralizado, triste. Es evidente que se necesita un tiempo para recuperar el deseo y tener otro. Pero otras veces te quedas morbosamente y patológicamente triste porque no consigues enlazar esa pérdida con otro deseo. En Duelo y melancolía Freud resuelve un duelo porque después de un tiempo de duelo digamos normal, fisiológico y natural, de repente dice: hay que matar al muerto, es decir, convertir la pérdida en falta. Pasado un tiempo alguien que ha perdido un ser querido poco a poco empieza a notar que le faltan otras cosas y empieza a buscar a otra persona. Si está buscando a otra persona es que ya ha convertido la pérdida en falta y el deseo vuelve a estar en marcha. El problema que hay ahora es que no se deja hacer el duelo de nada. La exigencia de la sociedad del deseo es que este tiene que ser siempre tan activo que no te deja tiempo para el aburrimiento o la decepción. Si tienes decepciones sobre las cosas resulta que eres un infeliz y entonces la sociedad te exige que eso no puede ser y que salgas a comprar inmediatamente. Eso obliga a que el deseo tenga una aceleración que no corresponde probablemente a la naturaleza del hombre. Antes si se te moría alguien tenías un periodo de luto, de luto obligatorio, te añadían incluso un ropaje negro para ayudarte a hacer el duelo. Evidentemente que eso también se puede interpretar desde el punto de vista social pero lo positivo que tenía es que esa persona no necesitaba demostrar que no tenía ganas de ir a una fiesta. A veces ese duelo era tan largo que todo el mundo estaba deseando que terminara porque ya no aguantaba más ir vestido de negro. Actualmente la gente va a una consulta y te dice que está muy triste y deprimida. Al final cuando se va a lo mejor te confiesa que se ha muerto su padre hace cuatro días y que ya lleva cuatro días así y que ¿cómo puede estar así?

¡Cuatro días y unos cuantos más!

¡Claro! Pero es que tiene que ser así. Hay que hacer un duelo elaborado. Ahora toda satisfacción se acompaña inmediatamente de un decaimiento porque hay que volver a poner en marcha de nuevo otro deseo. Los pensadores clásicos lo decían perfectamente. Aristóteles, por ejemplo, decía: después del coito todo animal está triste. ¡Lo sabían! Puede parecer una exageración pero ten cuidado porque cuando obtengas una satisfacción, de repente hasta que vuelvas a tener la siguiente, hasta que vuelvas a tener apetencia tienes un periodo como de desinterés, de apatía, de: ¿ya no me quieres? ¿ya no te atraigo?

Ahora esa tristeza natural está muy mal vista, en algunos casos se le llama depresión y quienes la sufren quieren un tratamiento inmediato. Existe una maldición gitana que dice: ¡Ojalá se cumplan todos tus deseos!. Es una frase que capta muy bien este tema, viene a decir que vas a ser un desgraciado porque te vas a quedar sin deseos. Si no se tienen deseos se pasa a una posición de melancolía, ya no tienes nada que desear, lo has conseguido todo. Ya no puedes transformar nada que vas a perder en una falta, ya no tienes falta. Si no tienes falta no tienes deseo.

¿Qué le ha pasado al psicótico? El psicótico es aquél que como no ha perdido esa pérdida, no la ha sentido nunca, no tiene nada que perder, no sabe qué hacer y está perdido en el mundo porque todas las experiencias amorosas, empezando por las originales, han sido un fracaso. No hay loco sin un problema mal planteado con su familia. Como eso no ha sido bien resuelto se lanza al mundo sin conseguir armar un deseo detrás de otro.

Como dicen en Radio Nikosia: las etiquetas son para la ropa. ¿Las etiquetas acaban por esconder la realidad?

Totalmente. Todas los psiquiatras se pasan el día diciendo que hay que luchar contra el estigma cuando el mayor estigma lo provoca la psiquiatría haciendo diagnósticos. Quizás sea imposible no hacer diagnósticos. Lo que sí que se puede intentar es no abusar de ellos. Para entendernos, el diagnóstico es sencillamente algo que entre profesionales nos sirve para poder hacer una valoración o para poder hablar entre nosotros pero no tiene mayores implicaciones. Este tema ha transformado la cultura y son los mismos pacientes y las familias las que te preguntan: “¿Qué es lo que tiene? ¡Dígame cuál es el diagnóstico!”. En estos casos hay que ir con cuidado porque si sales por peteneras y empiezas a decir que el diagnóstico es lo de menos, inmediatamente, puedes quedar calificado como un mal profesional. No porque te valoren más o menos sino porque pierden confianza y esto puede tener un efecto negativo. En esos casos te las tienes que valer: “mira, eso que le pasa se llama de esta manera pero tampoco hay que darle tanta importancia a esa etiqueta porque ese es el efecto del poder que a uno siempre lo han sancionado”. Toda la cultura anti psiquiátrica de Franco Basaglia habla de eso: tratar al enfermo más allá de la enfermedad. Me da lo mismo si existe o no un diagnóstico porque el mejor diagnóstico es el nombre y apellido de un DNI, es que este señor se llama Carlos Molero y tiene este problema. A partir de aquí voy a intentar entender qué es lo que le pasa y sobre todo voy a tratar de ayudarlo. ¿Qué necesita? ¿Tiene casa? ¿Tiene con quien vivir? ¿Necesita apoyo? ¿Cuándo se pone nervioso? ¿En estas circunstancias? Empeñarnos en definir qué es lo que tiene no es tan importante.

Cuando llevas mucho tiempo con un enfermo y te preguntan qué es lo que tiene, en el caso de un enfermo nuevo lo puedes decir rápido pero en el de un enfermo antiguo te quedas un poco parado. ¿Qué tiene Mauricio? Te puedo contar como es el amigo. ¡No! Pero ¿cómo le diagnosticarías? ¿Pero qué nos dice el diagnóstico de Mauricio? ¿Qué adelantas con que yo te diga que es un obsesivo? Le has puesto la etiqueta pero eso no te dice nada de Mauricio. De obsesivos hay millones. Cada uno tiene su manifestación. Eso se acaba transformando en largas discusiones en reuniones profesionales donde todo el mundo debate sobre si un paciente tiene esto o tiene lo otro. ¿Qué importa? Claro que importa dentro de un orden. No es lo mismo estar con un toxicómano que estar con una persona que tenga Alzheimer pero si ya nos movemos en un territorio en el que más o menos sabemos que se ha descartado que no tenga nada orgánico y que es un enfermo muy grave que pueda estar por un lado muy neurótico pero de pronto dice cosas muy locas ya nos entendemos. Yo hago el diagnóstico cuando me lo exige la burocracia institucional pero mientras tanto ya me despreocupo un poco de eso. Estoy más por entrever qué cosas más curiosas tiene este hombre y qué equilibrios ha hecho. De entrada procuro borrar la etiqueta. La gran marginación de los enfermos ahora es toda esta gran multitud de diagnósticos, infinitos y de nombres con los que se les quiere bautizar. De eso la psiquiatría no sabe prescindir es muy difícil porque hay que hacer una tarea de diagnóstico y, al mismo tiempo, otra de deconstrucción posterior. Esas labores de deconstrucción son muy complicadas porque la gente se tiene que legitimar, tener un rol en la sociedad y con eso te desenvuelves en un hospital general. Fíjate, te llaman en urgencias para que el que sabe hacer un diagnóstico me diga lo que tiene. Si no haces el diagnóstico no te vuelven a llamar e incluso te pueden decir que no estás trabajando adecuadamente. Es un sistema contra el que es muy difícil luchar. Al final lo importante es saber los males que generas aunque no los pueda remediar. Solo con saber que estás generando un mal con eso la posición ya cambia y tu actitud subjetiva también. Pero si ni siquiera admites que ese es el problema este no se modifica y se intensifica todavía más.

¿La Otra psiquiatría se orienta más en el trato con el loco que en su tratamiento?

Sí, el tratamiento empieza con el trato. Todos podemos estar de acuerdo que en un momento de alteración, de crisis, de descompensación en el que en ocasiones hay que hacer incluso un control físico de la persona, el trato sencillamente es respetuoso y lo menos opresivo posible. Pero a partir de ahí cualquier acercamiento a una persona se tiene que hacer antes con un trato que con un tratamiento. Esa idea de que un medicamento es eficaz según quien lo de y cómo ha desaparecido. Ahora estos temas vienen regulados: “esta dosis es la que es terapéutica, la otra dosis no. Además le voy a hacer un estudio de niveles plasmáticos para ver si ese nivel está…”. ¡Menuda tontería! Cuando alguien está enfermo quizás se pueden establecer criterios así, como es el caso de medir los niveles plasmáticos, pero para una esquizofrenia que le estoy dando medicación es absurdo porque dependerá de cual sea el efecto de la medicina y también de otros factores: cómo es el entorno, como se lo estás dando, etc.

Hablando de la Otra psiquiatría a finales de mayo organizaron una jornada muy interesante en Valladolid sobre La Maldad. ¿Porqué se tiende a relacionar la maldad o a alguien que mata o delinque sin ningún miramiento con alguien que no está en su sano juicio? ¿Qué relación tiene este pensamiento con la locura?

Porque esos son los prejuicios que existen. En los medios de comunicación aparecen noticias del tipo: “un rumano, o un palestino ha matado a tal persona no sé dónde”; nunca nos dicen: “un blanco, natural de Muntaner, ha matado a tal persona y es un capitalista”. No lo dicen así, ¿verdad?. Cuando en la prensa se habla de enfermos mentales lo que desconcierta a nivel social, a pesar que en realidad sean mucho menos violentos que la media, es que muchas veces no entiendes cual es la motivación de sus actos. Si un banquero te roba ya sabes qué es lo que busca, si alguien te asalta en la calle tienes claro que lo ha hecho para robarte. Pero cuando hay un asesinato del tipo psicótico o de una violencia propia de un psicótico lo que aparece en primer lugar es el desconcierto, eso inquieta mucho y entonces se generaliza inmediatamente a todos los casos. Sin embargo en el fondo la maldad no es un problema mental. La maldad está en la sociedad y en aquello que Hannah Arendt ya situó entorno a la banalidad del mal. En el caso de los enfermos, como ocurre con todas las personas en general, existen personas extraordinarias y también gente muy mala. Hay psicóticos que piensas: “menudo canalla”. Pero de la misma manera que puedes pensarlo entre terapeutas o entre médicos. Sin lugar a dudas la maldad no es algo específico del enfermo mental.

Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.
Fernando Colina, psiquiatra. Autor de las fotografías: Albert Roig.

Miquel Bassols, psicoanalista: “El psicoanálisis continuará siendo polémico, una piedra en el zapato del mundo contemporáneo”.

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