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Psicoanálisis y actualidad, de Ricard Millieri

Este artículo de Ricard Millieri surge de la labor de un grupo de trabajo llamado “Subjetividad, PsicoanálisIs y Postmodernidad”. Muy posiblemente publiquemos algún otro artículo de este mismo grupo.

PSICOANÁLISIS Y ACTUALIDAD

Ricard Millieri

 El significante crisis parece presidir la actualidad. Crisis económica,  social,  de valores,  política y de la justicia. La ética, la solidaridad, el humanismo, el compañerismo y la honradez están también en crisis.

Naturalmente el psicoanálisis no está por fuera de esta crisis global. Ni por encima, ni más allá. Está concernido e interrogado.

Concernido porque también padece su propia crisis. Interrogado porque desde el psicoanálisis  se puede y se debe arrojar algo de luz sobre las causas y consecuencias de todo este desastre.

Entonces estamos en una situación bifurcada en dos grandes campos: el de la crisis interna propia del psicoanálisis y el de la necesidad de dar respuesta al significante crisis y ponerlo a trabajar.

Diríamos que el psicoanálisis parte de premisas y axiomas que hoy resultan prácticamente inaceptables en el contexto de las circunstancias actuales. No se pueden plantear cuatro o cinco sesiones semanales, no se pueden asumir económicamente por el gran público, las tarifas que habían regido hasta ahora y, por último,  es impropio del tiempo en que vivimos que se planteen tratamientos de años.

Es preciso que reconozcamos que estamos en otra época y no podemos pretender seguir abordando los análisis de la misma forma que hace cien años. La realidad de la demanda actual y las condiciones sociales y culturales son radicalmente distintas de las de hace tan solo treinta años. Las condiciones en las que hay que ejercer la práctica clínica se han transformado y complicado mucho respecto a las inercias que venimos arrastrando desde la creación del psicoanálisis.

Las circunstancias actuales actúan como algo  que se impone y que nos obliga a posicionarnos, actualizando con creatividad, con rigor teórico y sin miedo, tanto los dispositivos del psicoanálisis como las teorías.

El psicoanálisis desde sus inicios siempre ha estado presente en la primera fila de la cultura. Y sigue estando presente pero ha perdido la primera fila, situándose muy por detrás. Sigue ocupando un lugar en la filosofía, en la sociología, en la antropología, en el teatro, en la literatura y en el arte en general, pero no un lugar con la importancia que le correspondería.

Muchos y complejos son los factores que han influido en esta debilitación de su influencia social y cultural. Los grandes intereses económicos, la torpeza de muchas burocracias estatales que no aciertan a adaptar sus rígidas estructuras permitiendo que el psicoanálisis pueda integrarse con carta de ciudadanía normal. Y por nuestra parte, el anclaje de la teoría psicoanalítica y de sus dispositivos prácticos a esquemas tradicionales y anticuados.

También la enorme carga de verdad, de querer saber, que comporta el psicoanálisis, en un mundo que está preconizando todo lo contrario: el no querer saber, el aturdimiento, la creencia de que todo es posible en manos de la ciencia, la técnica y el estado, y que el consumo conduce a la ansiada felicidad.

Ya hemos dicho que la crisis bien puede ser el significante principal de nuestro tiempo.  Por lo menos uno de ellos. Crisis económica, social, cultural, decíamos, crisis de valores éticos… En definitiva, percibimos la impresión de que todo está en crisis. ¿Cómo no va a alzarse la depresión como un monstruo que hace signo de nuestra desorientación, de nuestra impotencia y de nuestro sentimiento de fracaso?

El consumismo exagerado como promesa de felicidad, la confusión de los verbos ser y tener al conjugarse como sinónimos: se es lo que se tiene y no se es, si no se tiene. La desculturización progresiva de la juventud con niveles de desconocimiento francamente alarmantes, la generalización de las dificultades para poder simbolizar –todo son pearcings y “tatus”-el culto a la imagen y a todo lo imaginario, la progresiva substitución de la realidad real por las realidades virtuales y, si seguimos a Charles Melman o a Milmaniene, [1] la alarmante psicotización  y la perversión creciente de los individuos.

Creo que todos podemos acordar que estamos asistiendo a un cambio cultural casi sin precedentes y resulta pertinente preguntarse si tal cambio no está poniendo en duda la eficacia y utilidad del psicoanálisis; si no lo está poniendo en una situación crítica, en una crisis.

¿Es el psicoanálisis adecuado a las nuevas circunstancias sociales y a las nuevas características clínicas? ¿Todavía se muestra útil y eficaz? ¿Posee un corpus teórico capaz de convivir con los actuales avances científicos?

Estas son algunas de las grandes interrogaciones que se abren en el campo del psicoanálisis y las respuestas no son precisamente fáciles.

Lacan en el Seminario 17 “El reverso del psicoanálisis” empieza a definir un nuevo discurso que no opera como los anteriores, que son: el discurso del amo, el universitario, el histérico y el psicoanalítico. Es distinto, lo definirá definitivamente en la Conferencia de Milán, como una deformación del discurso del amo. Se trata del discurso que él llama Discurso Capitalista. No voy a entrar aquí a escribir los matemas de cada discurso, me limitaré únicamente a señalar que de él se desprende como consecuencia de discurso, el imperativo ¡goza!  Se produce, se pretende producir, mejor dicho, un goce. Al menos esto es lo que se ofrece. Se promete el Nirvana a golpe de consumo. Consume y sé feliz sería el eslogan. Y por encima de todo, no sufras, no padezcas, que no sientas ninguna incomodidad.

El capitalismo se apoya en la ciencia y en la técnica para producir objetos de goce.

En el discurso del amo se trata de formar esclavos obedientes que sepan lo que el amo espera de ellos. Ya Hegel explicaba que el esclavo debía saberse esclavo para que el amo pudiera serlo y, en definitiva, ninguno de los dos era nadie sin el otro.

El discurso capitalista es la perversión del discurso del amo. El capital se reproduce a sí mismo; capital produce más capital, y esta es la perversión.

En el discurso del amo hay que ser alguien para poder tener algo, mientras que en el discurso capitalista hay que tener algo para poder ser alguien.

Se es alguien para un otro. El significante sujeto sólo tiene significación para otro significante. Sin el Otro no somos. Si todo lo que eres es por lo que tienes, se produce una inconsistencia de ese otro. Hay autores que justifican esta inconsistencia creciente del Otro en la actualidad[2], por el retroceso y la dilución de la figura del padre y de su

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[1] Charles Melman fue responsable de enseñanzas en la Escuela Freudiana de París y fundador de la Asociación Freudiana Internacional. Tiene numerosas publicaciones.

José E. Milmaniene, “El lugar del sujeto”, Buenos Aires 2007, Editorial Biblos

[2] Charles Melman y MIlmaniene, entre otros.