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José Ramón Ubieto, psicoanalista: “El tiempo hiperactivo anula el tiempo para comprender y con él la creación y el pensamiento”

Cada día se diagnostican en España más casos de lo que se ha venido a llamar TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad). En las aulas de primaria un porcentaje elevado de alumnos es medicado debido a esa y otras etiquetas diagnósticas. Pero ¿qué hay detrás de ese acrónimo?. ¿Existen evidencias científicas o genéticas que permitan diagnosticar el TDAH.? ¿Por qué ahora algunos de los creadores del término hiperactividad admiten que se trata de una enfermedad ficticia o que ha habido un exceso diagnóstico?. José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y Psicoanalista es autor del libro TDAH. Hablar con el cuerpo que la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona presentó hace unos días en el Palau Robert. En su obra distingue, en primer lugar, el trastorno del síntoma y pone la importancia en la subjetividad de los niños en todo el proceso de comprender el TDAH. En una época donde la prisa impera, ese tiempo para comprender parece haber pasado a un segundo plano. Ubieto nos da un toque de atención para entender el malestar que expresan los cuerpos de estos niños agitados por la subjetividad de la época.

Déficit de atención, hiperactividad, impulsividad y algunas palabras más se agrupan hoy en un cajón de sastre de cuatro letras. ¿A qué alude el acrónimo TDAH?

Históricamente siempre se ha constatado que hay un grupo de chicos que no quieren aprender, que por diferentes razones no pueden aprender, transformándose así en un síntoma de la voluntad educativa. Durante el siglo XIX encontramos, con términos propios de la época, los primeros cuadros diagnósticos en los que se toma ya algo de la conducta de estos niños como defectos mórbidos. Vemos pues que hay algo allí que se opone a la voluntad educativa. Este tema fue evolucionando y tomando diferentes fórmulas hasta que en un momento determinado se empezó a pensar en una hipótesis de un daño cerebral. Más adelante, en los años 50-60 se empieza a considerar la hipótesis neurobiológica y es entonces cuando aparece el nombre de hiperactividad y se constituye como un nombre contemporáneo para aquello que, en realidad, siempre había estado tratado como un déficit en relación a lo que era la educación. Hoy nos encontramos ese diagnóstico forjado a partir de ahí, a partir de cómo ir nombrando ese resto, ese imposible de la educación misma.

¿Existen evidencias biológicas o genéticas que permitan diagnosticar el TDAH?

En estos momentos, aunque para algunos eso parece un poco menos conocido, no hay ningún marcador biológico ni genético que de cuenta que el TDAH esté relacionado con lo que sería una enfermedad. Una enfermedad es, precisamente, algo que debería tener marcadores biológicos pero no existe ni una analítica, ni ninguna prueba genética que nos permita decir eso respecto al TDAH. Lo único que hay son sospechas no confirmadas de posibles factores neurobiológicos o genéticos.

¿En su experiencia en la clínica ha detectado dos niños diagnosticados de hiperactividad iguales?

No, porque no hay dos niños iguales. Si sólo observamos conductas, lo que sí podemos ver que hay son fenómenos que se pueden describir como similares: niños que interrumpen al profesor cuando se les está dando la instrucción, niños despistados que no pueden captar toda una secuencia de una pauta educativa, niños impulsivos, etc. Desde el punto de vista fenomenológico sí se podría decir que hay dos niños similares pero desde el punto de vista de cómo pensar el lugar que esos actos y conductas ocupan dentro de lo que es el psiquismo de un niño no hay nunca dos niños iguales.

¿Entonces por qué casi todos esos niños reciben el mismo tratamiento farmacológico?

Porque hay esta hipótesis de que se trataría de una conducta que tendría una explicación de tipo neurobiológico y que no habría nadie detrás. Según esta hipótesis no habría un sujeto que pudiera responder de esos actos. De esos actos más bien responderían sus déficits. Si se considera que más que de un sujeto se trataría de un déficit en los neurotransmisores, entonces, según esa creencia, es posible un fármaco que incida en esos déficits de un neurotransmisor. Los psicoanalistas partimos de una idea bien diferente, tenemos en cuenta el síntoma y la subjetividad.

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En el mundo contemporáneo parece que cada vez más se imponga la biología a la biografía de una persona. ¿Ubicar estos diagnósticos únicamente en base a trastornos de conducta, a un simple desequilibrio químico o a un cerebro que no funciona bien, tiene riesgos?

Tiene muchos riesgos. El primero es el riesgo de reducir al sujeto a la categoría. Eso implica varias cosas. La primera y la más importante es que lo singular del sujeto queda fuera, pues la categoría implica cierta homogeneidad. Todos los detalles, todas aquellas cosas que harían a un sujeto singular ya no entran, se quedan limadas por el efecto envolvente de la categoría. La segunda cosa que implica esa categorización es que tiene una consecuencia en el plano ético: la desresponsabilización del sujeto. Ya no se trata de que uno tenga que responder de eso sino que es la clasificación, y todo lo que ello implica, quien responde por él.

Leon Eisenberg, el inventor del término hyperkinetic, dijo a sus 87 años, poco antes de morir, que el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia. Hace poco Allen Frances, un psiquiatra americano y uno de los creadores del DSM, el manual donde se recogen los diagnósticos de las enfermedades mentales, critica ferozmente la psiquiatrización de la vida. ¿Qué vienen a decirnos esta suerte de confesiones de última hora?

En todos estos casos vemos siempre que más que algo del orden del rigor científico, de lo que se trata es de un consenso entre profesionales. Muchos de ellos son universitarios o clínicos que consensúan unos acuerdos que pasan a convertirse en evidencias científicas cuando en realidad se trata sólo de eso, de consensos. Creo que estas confesiones nos hablan de la falta de solidez respecto a lo que sería una psicopatología infantil. Una falta de solidez que viene a ser sustituida por el consenso. El consenso lo que permite es que haya cierta fiabilidad en cuanto a que se pueden establecer unas pautas que sean acordadas por mucha gente pero, en cambio, la validez de ese constructo, de esa definición y de ese cuadro psicopatológico, es muy escasa. Cuando además, como en el caso de la infancia, se ha producido una medicalización abusiva, lo que se viene a constatar es que ha habido un abuso que ha provocado un efecto reactivo incluso por parte de aquellos que lo promovían. Keith Conners, por ejemplo, en su blog ADHD World habla él mismo de epidemia cuando ha sido precisamente él, a partir de sus cuestionarios y todas sus aportaciones, uno de los que más ha contribuido al desarrollo de la hiperactividad. Con estas confesiones, Conners, Frances o Eisenberg vienen a mostrar que son conscientes de que han contribuido a generar esa epidemia y que, de algún modo, se les ha ido de las manos.

¿Se tiende a confundir trastorno con síntoma? Y en tal caso ¿cuál sería la diferencia?

Sí. Digamos que el trastorno sería algo que debe eliminarse por definición porque indica que hay algo deficitario. Hay algo que, en si mismo, requiere de su extirpación. En cambio el síntoma, para nosotros, sería algo que más bien requiere una interpretación. No sería algo que deberíamos eliminar sino algo que debemos considerar como una manifestación del sujeto y que, por tanto, lo tenemos que tomar como un índice, como una solución, como “una formación de compromiso del sujeto”, como decía Freud. Los psicoanalistas confiamos en el síntoma. A través del síntoma vamos a poder localizar al sujeto. El trastorno, tal como se piensa en los manuales y en la psiquiatría biologicista, más bien es algo considerado como un error, un déficit, algo que conviene eliminar. Dos visiones bien diferentes.

La medicación se presenta cada vez más de manera cronificada. ¿Se puede hacer un buen uso de la medicalización de la infancia?

Sí. En realidad, la etiqueta diagnóstica hay que tomarla también como un instrumento. Freud tenía una clínica. La clínica estructural de Freud es una clínica de la clasificación también: neurosis, psicosis y perversión. Hay que entender que la clasificación diagnóstica, la medicación, las redes de atención, son todo ese instrumental que tenemos y al cual no debemos renunciar, ni del cual tampoco debemos desdecirnos demasiado. La estrategia que nos conviene, más bien seria cómo descompletar esas fórmulas para que no absorban al sujeto dentro de ellas. La medicación en la infancia o en la edad adulta no es un problema en sí mismo. En muchas ocasiones sólo la medicación permite a un niño poder mantener una conversación con un profesional, un psicoanalista o un psicólogo y por tanto la medicación es una herramienta que podemos utilizar. El problema es que cuando perdemos de vista cuál es la finalidad del uso de esta medicación, ésta se convierte en un fin en sí mismo y es entonces cuando perdemos de vista lo que es más importante: la subjetividad. La medicación es imprescindible en muchos casos. A veces también tiene sus funciones en los niños hiperactivos. En cualquier caso, un buen uso de la medicación implica saber qué efectos subjetivos tiene para cada sujeto, para cada niño. La medicación a veces puede tener un efecto de serenidad o de calma. Para otros niños la medicación puede ser pensada como un castigo o como el reconocimiento de que han hecho algo que no debían. Para otros, la medicación tiene un efecto de destruir su capacidad, su imaginación, los deja un poco atontados o desvitalizados. Así pues, hay que ver cada caso. La medicación, a parte de los efectos de la bioquímica, tiene un efecto distinto para cada niño.

En España hay aulas de primaria en las que ya existe un alto porcentaje de niños medicados. ¿Qué importancia tiene la escuela y la educación en este tema?

En los últimos años, la escuela se ha visto desbordada por toda una serie de transformaciones sociales, familiares, así como por toda una serie de cambios que tienen que ver también con el estatuto del saber y con la degradación de la palabra. Todo eso ha afectado el sistema educativo y ha producido que hayan emergido algunos problemas conductuales. A eso hay que sumarle la presión de los propios padres que muchas veces exigen a sus hijos determinados resultados. Encontramos también ciertas posiciones de determinados sectores profesionales a favor de la industria farmacéutica. Todo ello ha contribuido a que la educación haya delegado parte de sus funciones en otro sistema: el sistema de salud. La educación se ha visto colonizada en parte por la psiquiatría y por la propia psicología. En este sentido se ha vuelto vulnerable porque ha perdido capacidad de respuesta. En muchos aspectos como el TDAH, el acoso escolar u otros temas, vemos que las estrategias educativas son fundamentales para abordar todos estos problemas. Creo que más bien en la actualidad el lema debería ser: primero la educación. Pensemos primero qué estrategias educativas se pueden hacer para poder ayudar a estos chicos en sus aprendizajes y a partir de aquí veamos qué parte de imposible hay en la educación para buscar, desde ahí, otras soluciones, otras estrategias terapéuticas, médicas. etc.

¿Cómo se puede hacer para que el sufrimiento del niño incluya a todas las partes: niños, padres y profesionales?

La primera cuestión es partir de un supuesto ético fundamental para nosotros y es que los sujetos eligen, también los sujetos infantiles. Es en el momento que eligen que se les puede pedir que respondan de eso que han elegido. Eso quiere decir que para nosotros los niños son sujetos de pleno derecho. Como sujeto de la palabra tenemos que partir de la idea de que tenemos que sostener con ellos una conversación alrededor de sus malestares y de las cuestiones que les hacen sufrir. Pero además tenemos que tener en cuenta que no sólo debemos tratar al niño. Debemos tratar también al Otro del niño porque en el trabajo con ellos es muy importante tomar en cuenta que ese Otro, sean los padres o los adultos que les rodean, tiene un peso importante. De los padres es muy importante tomar en cuenta el saber que tienen sobre lo que les pasa a sus hijos. Los propios padres tienen sus teorías y sus creencias acerca de ello. Nosotros tenemos que partir de eso que ellos plantean para hacerles hablar y entrever cómo se pueden dialectizar algunas ideas que pueden ser muy fijas.

¿Ideas fijas?

A veces, por ejemplo, escuchamos a padres que dicen: “lo que le pasa a mi hijo es herencia, esto ya le ocurría al abuelo”. Esas palabras se convierten en una especie de certeza de destino, de que eso es así y es inamovible. Se trata de poder hacer hablar a esos padres sobre esa certeza de destino para que vaya diluyéndose, perdiendo peso, y puedan plantearse así otras hipótesis para que su hijo pueda también plantear su síntoma como propio y no como heredado de los otros. En relación a otros profesionales hay que ver en cada caso cuáles son los factores que entran en juego. Es importante poder compartir la idea que nos podemos hacer de un sujeto porque cuando hay varios aspectos en juego la visión de uno es absolutamente parcial. En muchas ocasiones el docente puede no tomar en cuenta realidades y situaciones familiares que pueden ser muy problemáticas para un niño.

Presentación del libro de José Ramón Ubieto 'TDAH. Hablando con el cuerpo' organizada por la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona en el Palau Robert.
Presentación del libro de José Ramón Ubieto ‘TDAH. Hablando con el cuerpo’ organizada por la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona en el Palau Robert. Imagen: BCFB.

 

¿De esa idea parte su propuesta de trabajo en red?

En realidad el modelo que yo planteo sobre el trabajo en red es un modelo muy clásico, muy antiguo y muy poco original. Trabajo en red es cómo organizamos una conversación interdisciplinar entre aquellos profesionales que están interviniendo sobre un niño, sobre una familia o sobre un adulto. En ese trabajo hay dos finalidades: por un lado, orientarnos en la dirección de ese tratamiento, saber hacia dónde vamos, saber cuáles son los puntos cruciales que se ponen en juego, tener una idea del caso, construir el caso;  por otro lado, ayudar a que cada uno sostenga su acto sin que la angustia o las situaciones de extrema vulnerabilidad en las que alguna vez se encuentran algunos profesionales, los bloqueen.

¿Nos puede poner algún ejemplo?

Hay situaciones que observamos en la clínica de lo social donde la precariedad por situación de violencia o maltrato precipita, a veces, actuaciones profesionales como puede ser retirar la custodia de un niño. El trabajo en red lo que permite es que al compartir esa situación con otros profesionales, uno no tenga que precipitarse porque tiene un apoyo. Esa conversación le ayuda a formarse una idea del caso sin tener que hacer un pasaje al acto profesional.

Una frase de Lacan encabeza su libro: “Yo hablo con mi cuerpo, y eso sin saberlo. Digo pues siempre más de lo que sé”. ¿De qué habla el cuerpo de los niños hiperactivos o desatentos?

Nosotros partimos de la idea de que venimos a un mundo de lenguaje y que lo primero que nos recibe en la vida son dichos familiares que escuchamos. Esos dichos familiares nunca nos dejan indiferentes. Son dichos que penetran en el cuerpo, repercuten y afectan nuestro cuerpo y al principio lo hacen sin que nosotros podamos añadirles una significación. No podemos tener una idea precisa de lo que eso significa pero sí que eso forma parte ya de nuestra biografía. A partir de ahí, vamos a ir añadiendo otros significantes para tratar de hacer un relato. Hablar con el cuerpo quiere decir darse cuenta que esos dichos, que han formado parte de nuestra introducción al mundo, han ido dando forma a lo que sería todo nuestro funcionamiento pulsional. Ha habido una articulación, un empalme entre las palabras y el cuerpo que ha ido dando forma a todo nuestro funcionamiento en relación a los objetos: el objeto de la demanda, el objeto oral, el objeto anal, el objeto mirada, etc. Hablar con el cuerpo quiere decir también poner en juego ese funcionamiento de la articulación entre la palabra y el cuerpo. Estos niños agitados nos hablan de cómo ellos toman posición en relación al otro. Puede ser una posición de fijación a una demanda, puede ser de rechazo, puede ser de desatención, puede ser de prisa, puede ser de urgencia. En fin, cada uno de estos niños toma posición, se presenta con el cuerpo al otro y le habla. Le habla en el sentido de que trata así la demanda del otro.

¿Un lenguaje que a menudo molesta al otro?

Es un lenguaje que perturba, de algún modo, lo que sería el ritmo programado de los aprendizajes porque es una manera de no responder del todo a la demanda del otro. En la demanda que se formula en relación a los aprendizajes, el sujeto puede reservar una posición de desafío, de provocación o de rechazo. Esa posición introduce un elemento que no figura en el programa. No está en el guión. Y eso, claro está, perturba de algún modo.

La hiperactividad parece que no únicamente afecta a la infancia sino que se empiezan a detectar casos en adultos. Visité una página que cita en su libro Everydayhealth en la que en pocos minutos y con tan sólo seis preguntas aseguran descubrir si usted es TDAH. ¿Debemos preocuparnos?

Es una consecuencia lógica de la idea de reducir el sujeto a un atomismo psíquico. Se trata de esta ilusión que plantean algunas neurociencias. De igual modo que la física es una ciencia prestigiosa porque ha logrado reducir la materia a partículas subatómicas –y así predecir-, la pseudociencia charlatana, revestida de neurociencia, mantiene que nosotros podríamos también tomar al sujeto y reducirlo a un atomismo psíquico. Ese atomismo psíquico implicaría identificar partículas elementales en el cerebro. Si se parte de esa idea es lógico pensar que hay una continuidad entre el niño y el adulto y que cuando uno tiene un déficit en algún neurotransmisor lo tiene a los 5, a los 10, a los 20, o a los 30 años, por lo tanto, va a necesitar medicación y tratamiento durante el resto de su vida.

¿El tiempo hiperactivo es un síntoma de nuestro tiempo?

Más que un síntoma, el tiempo hiperactivo nos plantea cómo pensamos nosotros el tiempo en la actualidad. Se trata de un tiempo de la discontinuidad, un tiempo de lo fragmentario, un tiempo de lo instantáneo, de lo inmediato. Nos encontramos con una noción del tiempo muy diferente a la noción del tiempo de la modernidad, momento en el que se estableció el reloj como instrumento de cálculo del tiempo en relación a la industria. La industria necesitaba calcular los tiempos de producción. Ahora hemos sobrepasado ya esa época y el tiempo y el espacio como coordenadas de la modernidad han perdido fuerza. Hay una reflexión de Martin Heidegger muy interesante que ya en el año 1946 en un texto (‘La pregunta por la cosa’) se pregunta sobre qué pasaría si un día se pudiese tener conocimiento de algo que, al mismo tiempo, ocurriera en Tokio y con el rey de Francia. Antes de la aparición de internet, Heiddegger ya se hacia esta pregunta: ¿qué pasaría si ese tiempo de repente se convirtiera en un tiempo de un presentismo absoluto? Utiliza esta reflexión para preguntarse por la dimensión ética del tiempo, sobre cuál es la finalidad del tiempo. Creo que ahora el tiempo es hiperactivo porque refleja la voluntad de no perder nada. La idea de multitasking se convertiría en una especie de borramiento de la pérdida, eliminaría la castración porque el tiempo dejaría de producir el efecto de nuestra caducidad, totalmente ilusoria. Además, introduce otro elemento muy importante y es que el pensamiento y la creación necesitan del intervalo. El tiempo hiperactivo lo que anula es el intervalo porque a una tarea le sucede otra. El problema del tiempo hiperactivo es que al anular la espera como una función psicológica importante, lo que Lacan define como el tiempo para comprender, anula también la creación y el pensamiento. De esta manera queda la metonimia de la información, que es lo que sucede ahora.

¿Vivimos en una época en la que hemos perdido la capacidad de saber esperar?

Exacto. El tiempo hiperactivo lo que vendría es a reciclar cualquier pérdida para mantener la ilusión de que la castración no aparecería. El eslogan de la época seria: nothing is imposible, no hay nada que sea imposible. Pero no hay que olvidar que el vacío sería la condición, la falta constitutiva, para el deseo.

María José Muñoz y Juan Bauzá: “Nuestra experiencia, la del psicoanálisis, pasa por una lectura y una escritura”

María José Muñoz y Juan Bauzá, ambos psicoanalistas en Barcelona, acaban de publicar su Introducción a conceptos lacanianos. Estructura y estructuras en psicoanálisis II. Símbolo, significante y letra, continuación del primer volumen publicado en 2010. Para celebrarlo, los hemos entrevistado para La Casa de la Paraula.

Por Miquel À. Riera

Buenos días, lleváis más de diez años realizando un seminario de trabajo sobre Freud y Lacan y fruto de eso es el presente libro y su antecedente, ¿qué motivó y qué motiva tal empresa?

María José Muñoz (MJM): Motivó quizás, aunque suene un poco pedante dentro del mundo del psicoanálisis, una especie de retorno a Lacan. Hacer un tipo de lectura que no se había hecho en la medida en que Lacan estaba vivo o bien, en los años ochenta, en que todos los que transmitían Lacan habían estado con Lacan. Entonces se estableció un tipo de lectura donde se comenzaba por cualquier seminario y eso, por una parte estuvo bien porque se tiene que comenzar por algún sitio en una obra que era desconocida sobre todo en España, pero dejaba fuera lo que sería una lectura cronológica que permitiera ver desde dónde partía Lacan, no solamente con Freud, sino incluso con su pasado psiquiátrico. Como base fundamental había una pregunta que venía de que a Lacan se le había colocado y se lo sigue colocando dentro de la línea del estructuralismo. Entonces, teníamos una orientación que era la de tratar de establecer bien lo que en psicoanálisis llamamos una estructura. Y además darle su vertiente clínica, que sería las estructuras clínicas. Poder diferenciar entre lo que sería el estructuralismo y, por otra parte, la estructura del sujeto y las estructuras defensivas freudianas. Este fue el inicio.

Juan Bauzá (JB): Hay una cosa que dice precisamente Lacan en la última conferencia que da en Venezuela que es que “Yo soy un freudiano y si quieren les toca a ustedes ser lacanianos”. Lacan propuso un retorno a Freud porque consideraba que había habido toda una desviación de lo que Freud proponía y del carácter subversivo del sujeto en relación al psicoanálisis y yo creo que, precisamente, después de la muerte de Lacan se plantea la cuestión de lo que podríamos llamar un retorno a Lacan. ¿En qué sentido? Yo pienso que porque se ha hecho una lectura, podríamos decir, muy imaginaria de Lacan. ¿Qué quiero decir con esto? Que no se ha tenido en cuenta lo que a mi entender es el eje fundamental de lo que conduce su enseñanza y su obra que justamente es la estructura y las estructuras en psicoanálisis; constituye la noción de estructura. Pero claro, esa estructura, y por eso se ha dicho que Lacan era estructuralista, y yo también lo creo así, no es una estructura simplemente en el sentido podríamos decir “filosófico” de estructura, sino que también una estructura que da mucha importancia a la lógica y a la matemática. ¿Por qué? Porque parte, dentro de la estructura lingüística, de la noción de la lógica del significante que comporta necesariamente una ampliación, una modificación de la lógica para que incluya al sujeto, el sujeto que de alguna manera es el sujeto excluido de la ciencia. Se parte de una re-inclusión. Esta re-inclusión comporta tener muy en cuenta lo que es, no sólo la estructura lingüística, sino también la estructura matemática, en el sentido de la matemática moderna. Y la idea de hacer este seminario era precisamente, la idea de ese retorno a Lacan con ese hilo conductor, que sería la importancia que tiene, por una parte, la estructura lógico-matemática y, por otra parte, la re-inclusión en ella de eso excluido: la noción de sujeto.

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Costó siglos ver operaciones matemáticas que hoy en día son evidentes para un niño de nueve años. ¿Podría ser esto algo parecido a lo que decís?

MJM: Justamente el otro día, hablábamos de la fobia que tienen muchísimas personas a las matemáticas. A la lógica también, pero sobre todo a las matemáticas. Yo creo que no se ha entendido, en general en la sociedad, y no se ha transmitido que las matemáticas son un lenguaje más. Y dentro de ese lenguaje intenta atraparse algo que, Lacan mismo lo va a decir, que es capaz de conectar con lo real y que permite un cierto entrenamiento de lo que tendría que ver con la cuestión de la verdad del sujeto, es decir, una verdad que no es LA verdad sino que se tiene que trabajar. En este sentido el ser humano necesita trabajar esta cuestión de la verdad y el sistema lógico-matemático permite ese acercamiento a la verdad que lo acerca a lo real y que lo acerca a la conexión entre un sistema simbólico y un real. Entre una discontinuidad y una continuidad, que es lo real. Entonces yo creo que sí hay una resistencia porque el plano imaginario siempre está pensando que hay algo que se puede atrapar de forma directa y no con una labor.

JB: La fobia, en este sentido, es una estructura defensiva y daría cuenta de una resistencia. Y hay que tener en cuenta que lo que fundamenta buena parte de la ciencia es precisamente la lógica matemática. Ésta es lo que introduce la racionalidad científica, y ¿qué quiero decir con esto? Que es aquello que pretende atrapar lo real. ¿Cuál es el problema? Que precisamente eso real, podríamos decir, que es lo que al contrastarse con lo imaginario del sujeto, que estaría bastante condicionado y determinado por el deseo y el narcisismo, ese sujeto al confrontarse con ese real se va a topar con algo que es el suporte material de algo que podría ser una satisfacción y es necesario pero a la vez, se puede topar precisamente con aquello que impide o imposibilita esa satisfacción inmediata que estaría vinculada con el principio del placer. En ese sentido, habría una resistencia por parte del sujeto e incluso por parte de quienes pueden estar trabajando en psicoterapia o en psicoanálisis porque justamente ese real confronta al sujeto con una imposibilidad de satisfacción del deseo en su totalidad, de una forma absoluta.

Por otro lado, distinguís en el libro, siguiendo a Lacan, el campo de la exactitud del registro de la verdad.

MJM: Ahí hay uno de los ejes fundamentales de este libro: el hilo que Lacan establece en ese momento entre lo que sería un sistema simbólico que por una parte está muy pegado, y por eso toma la etología, diría yo, como base a lo que sería el signo y, por tanto, a lo imaginario. Entonces, en ese sentido va a aparecer en Lacan un sistema simbólico que es como un automático, como una especie de código que se parece a lo que sería el código de los animales. ¿Qué quiere decir? Que ese campo de la exactitud, Lacan en esos momentos lo está hablando como el campo donde se encuentra el sujeto en un código: de la sociedad, familiar, etc., y ahí lo que se juega es la exactitud del propio sistema. Es una especie de automático; lo automático del sistema. Entonces, en ese momento, para él de lo que se trataría es que eso que, en La carta robada por ejemplo, los protagonistas creyendo ser los actores de la acción, en realidad están sujetos a los lugares que la estructura determina. Entonces son como una especie de signos donde en cada casilla va a venir ocupada por uno de los personajes. Y esas casillas son fijas y los personajes van a ir pasando por esas casillas porque es como una especie de automatismo. Ahí estamos hablando del lado de la exactitud en ese sentido de que es automático, que es una estructura quien determina eso. Sin embargo, en la segunda vuelta, cuando intenta dar cuenta de esa segunda vuelta, de ese saber dentro de lo simbólico humano, allí lo que va a estar en juego va a ser la búsqueda de la verdad, y la búsqueda de la verdad la instituye en esos momentos, en un sistema, la parole en contraposición a mot -que estaría del lado de la exactitud. La palabra como la liberadora ¿por qué? Porque en esos momentos justamente, lo que conlleva la pregunta sobre la verdad, es decir, hacer de la verdad una causa, es el sistema de equívoco del significante. Si podemos decir que hay una cara de signo del significante, que está del lado de ese imaginario pegado más al código animal, será la pregunta por la verdad, el hecho de que el sujeto de alguna manera tenga que preguntarse sobre si lo que se dice es verdadero o no es verdadero, lo que está colocado en la segunda vuelta. Esa segunda vuelta la diferencia como la que buscaría el reconocimiento, la verdad en el otro. No sé si te contesto, más o menos. Por ejemplo en las formaciones del inconsciente: él va a poner que de entrada con lo que se encuentra el sujeto es con un código y una serie de mensajes. Y es la cadena de los significantes lo que le permite poder preguntarse por la verdad, en la medida en que el significante implica el equívoco, la mentira… eso conlleva preguntarse por la verdad. No va a ser así más adelante, donde justamente va a poner de entrada, el significante como la posibilidad de un efecto de sentido que lleva en sí mismo el efecto del equívoco.

JB: Esto es, se podría decir, como la contraposición entre lo que es un sistema formal, por ejemplo, cuando coges un libro y tienes un texto con letras y cómo la verdad se plantea a partir de que se introduce en ese sistema formal el sujeto de la enunciación. Y el problema es transformar lo que son simplemente letras, una sintaxis, o la idea de mot en francés, que sería una palabra vacía. Introducir allí la significación vinculada al sujeto y en esa significación la cuestión de la verdad del sujeto que antes del momento en que planteamos la existencia de lo inconsciente habría un doble registro: estaría por una parte aquello en lo que el sujeto habla y con lo que se identifica a través del yo, de la consciencia; y aquello que dice en ese decir sin que sea consciente de eso que dice y que, incluso en un momento dado, en un lapsus por ejemplo, puede llegar a decir algo que no tenía la intención de decir. Esto introduce precisamente lo que estaría vinculado con la verdad de ese sujeto.

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Tratáis de demostrar, también, cómo Lacan diluye dicotomías como forma-contenido, relato-estructura, etc. ¿Qué me decís de otras dicotomías como ciencias-humanidades o matemática-poesía?

MJM: ¿Ciencias y humanidades? Me parece totalmente absurdo. Es decir, siempre me ha parecido absurdo. Porque las ciencias o las humanidades, o lo que se consideran las disciplinas humanitarias no dejan de ser un producto de los seres humanos. Eso no quiere decir que en cada una de ellas no pueda haber una peculiaridad. Pero lo que está claro es que son todas ciencias humanas, ahí no hay diferencia entre ciencias humanas y “ciencias”. Por otro lado es verdad que el objeto del que trata la ciencia se le supone un objeto inanimado, que no es un sujeto y entonces, que en todo caso, tendría que considerarse esa diferencia como objeto. Pero está claro que el que lee ya es un sujeto, tanto los científicos como otros. Es un sujeto y por lo tanto está sujeto a eso mismo, a ese sistema simbólico del que se parte. Sistema simbólico que además tiene una historia, es decir, tiene todo un saber acumulado y que eso determina también lo que se puede abordar y no abordar. Pero en la medida en que es leído por un sujeto, el investigador o el que sea, entra en lo que sería lo humano. No sé si me acabo de aclarar. Esto por una parte, respecto a la poesía: yo creo que hay algo fundamental en la poesía. Creo que es una función, sobre todo hablando de las figuras retóricas, metafóricas y metonímicas y todo lo que tiene que ver con los tropos. Lacan cuando habla de la metáfora o la metonimia, las resuelve en una fórmula matemática. No es en acto, aunque se pueda poner en acto en un análisis, sino que obedece a una estructura la que, justamente, da cuenta por ejemplo de lo que sería la función de sustitución de lo metonímico del deseo. El pasaje de esto metonímico del deseo a lo que sería la vertiente de la represión bajo la barra, es decir, la utiliza como una función matemática de sustitución. Yo creo que dentro de la poesía no es así. Una metáfora no es una función de sustitución. Sino que te efectúa un tipo de sustitución. Y está en acto. Lacan siempre ha dicho que la función de la metáfora no es una metáfora; es una función matemática donde pueden venir a ocupar esos lugares cosas que están ya fijadas dentro de la propia teoría. Y una metáfora poética creo que no pasa por allí. Se efectúa pero no pasa por allí.

JB: Yo hay una cosa que cuando comencé a leer a Lacan me apasionó y es precisamente esa incorporación que hace de la literatura, la filosofía por una parte y, por otra parte, de la matemática, de la lógica, de la lingüística y para mí esto comporta una superación precisamente de esa división entre ciencia y humanidades. Esta división a mi entender tiene que ver justamente con la contraposición clásica entre objeto y sujeto. Que podría simbolizarse como una esfera, es decir: por una parte, tendrías lo que está en el interior de la esfera, que sería el sujeto y lo que está en el exterior que sería el objeto. Lacan hace una ruptura con esa topología y pasaría a un tipo de estructura como puede ser el plano proyectivo o la botella de Klein, donde no hay exterior y el interior se confunde y, a partir de allí, si las ciencias pretenderían ser las ciencias de los objetos exteriores; y por otra parte, las humanidades son lo que llamaríamos ciencias del sujeto, es decir, que incluirían al sujeto. ¿Cuál es el problema? Que, a partir de esa ruptura de Lacan, lo que aparece como ciencias supuestamente del objeto están marcadas por el sujeto, que Lacan lo va a definir como el sujeto de la ciencia, no son exteriores a ese sujeto, están vinculadas y eso requiere incorporar la importancia que puede tener el lenguaje, la letra, en las ciencias normales. Y, por otra parte, en cuanto a lo que serían las humanidades, que serían la ciencia del sujeto, a la vez, vamos a decir que la precisión y la cientificidad de esas humanidades es justamente lo que debe introducir toda una serie de recursos formales que producen las ciencias lógico-matemáticas. Eso justamente permite esa marca que puede tener, por una parte, el objeto del sujeto; y, por otra parte, el sujeto del objeto.

¿Cuáles creéis que son los vínculos actuales entre psicoanálisis y ciencia?

MJM: A ver, es que yo creo que ahí habría que diferenciar en cuanto a lo que sería lo que se considera la ciencia en términos de positivo de Popper y demás, y lo que sería la base lógica que sostiene a esos sistemas. Entonces, lo que sería la base lógica que sostiene esos sistemas ha sido trabajada y reformulada pero no incluidas dentro de lo que se sigue considerando la ciencia que tiene su máximo modelo en las ciencias experimentales. Hay en común la base lógica, que es el rigor que se pretende para cualquier tipo de abordaje de la realidad, de los sujetos, etc. Entonces tienen en común eso, pero generalmente lo que se suele mantener como lo que diferencia, por ejemplo, al psicoanálisis es el hecho de lo experimental y no el hecho de la lógica que subyace. Entonces, desde ese punto de vista se sigue pensando, desde esa división que se sigue haciendo, las ciencias serían el modelo experimental y ahí el psicoanálisis quedaría totalmente fuera. Pero si se considera desde las bases de la lógica que sustentan un sistema teórico, el psicoanálisis es, en ese trabajo que ha hecho Lacan y que está haciendo Vappereau -o el que intentamos nosotros y el que yo creo que hay que hacer-, es el del rigor lógico-matemático que permite poder dar cuenta de la validez del sistema y de la consistencia del sistema. Ahí también me parece que es por lo que insistimos de lo lógico-matemático. Por otra parte, yo creo que una de las cosas que se tienden a olvidar es que, a ver, o que hay un prejuicio, pues es cierto que Lacan hace muchas críticas tanto a la ciencia como a las matemáticas o la lógica, pero a la vez, lo va cogiendo. ¿Qué quiere decir? Que él está cogiendo ese modelo de rigurosidad y por otra parte está intentado que en ese modelo, que Juan decía que se deja fuera al sujeto, esa lógica, introduzca al sujeto. Entonces Lacan está todo el tiempo intentando, con la lógica, el rigor de lo lógico, que sustente ese rigor e incluya al sujeto. Para eso para lo que siguiendo muy estrictamente porque la gente dice que no, que es una lógica más o menos vaga para que pueda incluir al sujeto. Yo creo que no, que es la lógica clásica sólo que teniendo en cuenta las dimensiones de los efectos del inconsciente. Es decir, como aparece, etc. Eso tiene su lógica, y ya Freud en La interpretación de los sueños intenta dar cuenta de la lógica que subyace, que no es una lógica clásica en el sentido de la consciente. NO y sí. NO porque está en contraposición a lo que él conocía de la lógica clásica pero ojo porque la lógica clásica ha cambiado muchísimo. Sobre todo con la vertiente en la que se ha introducido la matemática. Hoy tenemos la lógica matemática. Entonces, esa lógica matemática permite introducir lo que los lógicos dejan fuera a la vez en que, en la medida en que siguen investigando están dando herramientas para poderla hacer. Ese es el reto que nos parece que los psicoanalistas tenemos: la de poder dar cuenta de la rigurosidad lógica, en una lógica clásica, pero sabiendo que esta lógica clásica ha ido modernizándose y que en estos momentos hay muchísimas herramientas para poder dar cuenta de lo que podríamos llamar fenómenos de la clínica psicoanalítica, es decir, que introduzca al sujeto barrado.

JB: El tema de ciencia y psicoanálisis es un tema fundamental pienso. Y hay un escrito que es el que cierra precisamente los escritos que es La ciencia y la verdad y que justamente ese escrito es el único que Lacan va a leer en su seminario en lo que sería el principio del seminario del objeto del psicoanálisis, es decir, dónde se pregunta por cuál sería el objeto del psicoanálisis. Entonces en este sentido este escrito es un texto a mi entender fundamental en relación al tema ciencia y psicoanálisis y hay varias cosas que dice, pero dos de ellas quiero destacarlas: primero, cuando se critica y se suele destacar del psicoanálisis que no es una ciencia. Justamente Lacan va a introducir que el psicoanálisis no sólo no es una ciencia sino que es un paso-de-ciencia, es decir, que en ese sentido, por un parte no se podría identificar con lo que sería la ciencia o, vamos a decir, la ciencia clásica que estaría fundamentada en una teoría de la ciencia que puede ser la teoría de la ciencia del positivismo lógico o simplemente el positivismo a secas. Y, por otra parte, es un paso-de-ciencia en el sentido de que introduce dentro del mero formalismo científico eso que va a llamar el objeto a, causa del deseo, y va a decir finalmente el objeto del psicoanálisis no es el objeto a, curiosamente, sino que va a decir el objeto del psicoanálisis es la función del objeto a. Y en ese sentido es fundamental para que la ciencia precisamente no tenga los efectos destructivos que ha tenido y sigue teniendo justamente esa introducción del sujeto y de la función del objeto a causa del deseo.

Sin embargo, antes que nada el psicoanálisis es una experiencia y una praxis. ¿Cómo se combinaría esta estructura teórica con este hecho?

JB: El problema es que, con lo que decía María José en relación a las ciencias experimentales, es que se sigue pensando en términos de que primero es la experiencia y después sobre la abstracción de esa experiencia que se construye la ciencia. Es decir, que no se tiene en cuenta lo que Lacan va a introducir que es la idea de primacía del significante. Si antes, se puede ver con los niños, uno no introduce toda la cuestión del lenguaje es imposible un ordenamiento, de lo real y del mundo, que permita justamente hacer ciencia. Y en este sentido es tan fundamental la introducción del lenguaje que es lo que va, en toda la cuestión de las personas que nacen sordomudas por ejemplo, todo lo que va de lo que podría ser una minusvalía o un retraso mental, donde no va a ser sino a partir del momento en que precisamente se introduce el lenguaje que empieza la mejora. En este sentido es lo que se descuida: que una praxis de algún modo no es posible si antes no ha habido un lenguaje que de alguna manera la permita. Algo que es del orden de una serie de recursos simbólicos que se introducen en un momento determinado. Esto supone un corte en todo saber científico y permite ver las cosas de otra manera, por ejemplo, todo el corte que supone el paso del sistema de Ptolomeo al sistema de Copérnico. Es decir, más bien la experiencia vendría a confirmar o a la falsear lo que ha sido un proceso puramente teórico.

MJM: De todas formas, una de las cosas que me parece que Lacan intenta subrayar y que cuando habla de causa material está apuntado, es que nuestra experiencia, la del psicoanálisis, pasa por una lectura y una escritura. Nos movemos dentro del discurso del analizante y de lo que en ese discurso se puede leer desde lo imaginario o desde ciertas herramientas que uno ha tomado desde lo que es el psicoanálisis y trabaja desde ahí. Si tienes unas herramientas que te permiten saber que no sólo hay determinadas conexiones de pensamientos, como dentro de la psicología, sino que además hay unas estructuras, unas operaciones que se han dado en el sujeto, y que, por ejemplo, en la estructura del fantasma van a ser fijas y que esa fijeza es lo que está dando toda una serie de declinaciones en síntomas. Eso permite poder operar desde esas operaciones y con ellas en la singularidad de ese sujeto. El pensamiento y las operaciones están dentro de un discurso que puede pasar por actos, experiencias pero que en todo caso están relatadas como discurso que es un poco lo que Lacan con el relato de Allan Poe intenta dar cuenta. En un relato se pueden encontrar las estructuras de las que está hablando el psicoanálisis.

JB: Precisamente esto se puede ver en las exposiciones clínicas que siempre están muy infiltradas de lo que sería la teoría y que en ese sentido es fundamental lo que sería la lectura y la escritura y el relato. Y que precisamente, en el caso de la psicosis, por ejemplo, al tener un fallo en lo que Lacan llama la metáfora paterna, el psicótico no se da cuenta de que está leyendo. Hay un rechazo de la lectura que está haciendo de la realidad. Al negar esa lectura, ésta aparece como la realidad.

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Una cuestión de lectura y escritura. ¿Creéis que sabemos leer?

JB: Yo creo que hay un analfabetismo del sujeto. Y que precisamente cuando Lacan dice que de lo que se trata en un análisis es del bien-decir o sea, de alguna manera lo que el sujeto debería aprender en un análisis, es curioso decirlo, es a leer y a escribir y a hablar. Algo tan elemental y básico como eso. ¿Qué supone eso? Supone que él pueda introducir en eso al sujeto de la enunciación -y darse cuenta también de ello.

MJM: Yo creo que el problema fundamental es ese y una de las cosas que siempre digo y comento con profesores es que se da una educación donde lo que se busca es la fijeza de signos. Muy poco lo que sería el sistema simbólico que el ser humano tiene. Nuestro segundo libro apunta fundamentalmente a esto. Nos seguimos comportando como si fuésemos “animalots”. Creyendo que lo que vemos enfrente es lo que es, que no estamos regidos por un sistema simbólico que tamiza y que realmente determina la percepción. En ese sentido, las palabras se convierten en objetos. La posibilidad precisamente de ver que son significantes, de ver que están abiertos a muchas significaciones -a pesar de estar acotadas puesto que no todas son válidas en un momento histórico determinado- lo cierto es que los seguimos viendo como signos y no como significantes. En ese sentido leemos fatal. Como si fuéramos animales que lo que perciben es lo que es.

JB: En este lo que es del orden de la lettre, que es del orden de la lectura, se confunde con l’être, con el ser. Por eso va a ser tan importante la obra de Heidegger que precisamente va a distinguir lo que es el ente como un efecto del lenguaje de lo que es el ser. Y en ese sentido se produce una división del sujeto y aparece toda la problemática de lo que él va a llamar del Dasein, es decir, de un ente que, justamente no tiene una comunicación directa con el ser porque está mediatizado por el lenguaje, es un ser abierto y sufriente al ser, en relación con el ser.

Finalmente, ¿qué balance hacéis del psicoanálisis en el siglo XXI, más 100 años después de su nacimiento?

MJM: A ver, como propuesta sigue siendo válido y absolutamente necesario. Como momento en el que se encuentra, creo que hay mucho trabajo por hacer para precisamente darle el rigor que necesita en estos momentos. No se puede ir con teorías antropológicas o míticas para responder a qué es el psicoanálisis. De eso los psicoanalistas deben ser conscientes que, en un momento en que los jóvenes han tenido una formación y exigen cierto rigor en aquello que afrontan, hay que estar a la altura. Sí es verdad que hay ataques desde muchos tópicos acerca del psicoanálisis, pero se sigue respondiendo desde los tópicos. Es hora de ir respondiendo desde el rigor que tiene la teoría psicoanalítica. Ese fue el esfuerzo máximo de Lacan al darnos herramientas fundamentales que están todavía sin desplegar o trabajar a fondo. En ese sentido, veo un momento actual con mucha potencialidad pero en general no es un momento muy brillante del psicoanálisis. Creo que, en parte, cuando el estado hace ofensivas para meter al psicoanálisis en las psicoterapias, hay una parte de la responsabilidad del psicoanálisis al no saber responder desde el rigor sino desde el retraimiento a posiciones de “que siempre ha habido una resistencia al psicoanálisis”. Es verdad pero como toda resistencia tiene su aspecto regresivo y progresivo. Aquí lo progresivo sería trabajar en cómo argumentar y fundamentar lo que se está trabajando y por qué es diferente a otras disciplinas.

JB: Efectivamente el psicoanálisis lleva más de 100 años. Este año se va a cumplir el centenario de la Introducción al narcisismo de Freud. Yo pienso que estamos en los comienzos y que queda muchísimo trabajo por hacer y que ese trabajo es delicado porque es un trabajo por hacer en un sistema social o mundial que más bien iría en contra de aquello de lo que se trataría. En vez de estar al servició del sujeto, sería un sistema donde los sujetos siguen estando como objetos de una serie de personas, de grupos dominantes y eso es un problema. Si el psicoanálisis me parece actualmente una de las cosas, si se respeta su estatuto, más importantes y subversivas en cuanto a una posibilidad de cambio y, si eso no se produce, yo pienso que va a haber un deterioro cada vez mayor del mundo y del ser humano. Este deterioro es precisamente el efecto destructivo que produce esa desconsideración el sujeto, tanto hacia el sujeto como hacia fuera del sujeto -ahí tienes todos los problemas de tipo ecológico e incluso de aumento de enfermedades a pesar de que a la vez se producen avances médicos. Puede llegar un momento en que todo esto se vaya de las manos y si se consigue la eliminación del sujeto, para mí, es el principio del fin. O todo lo contrario: si justamente el sujeto es lo que es reivindicado, aunque sea en estos momentos por parte de pequeños grupos, por parte del psicoanálisis, esto es lo que tal vez va a permitir, y lo veo complicado y difícil, más bien en ese sentido soy pesimista –como Freud y Lacan- , es lo que permitiría salvar de algún modo el mundo de su autodestrucción. Por otra parte hay otro tema, y con esto voy a terminar. Es la cuestión de la institucionalización. El problema de los psicoanalistas es el seguir atrapados entre el deseo de reconocimiento, siempre precario, y el reconocimiento del deseo. O sea, el deseo de reconocimiento es lo que lleva a esperar y a pedir al Estado y a la Ley, para que el analista pueda estar tranquilo, la institucionalización y la legalización cuando justamente de lo que se trata, si se reconoce el deseo, de resistir y justamente no pasar por ahí. Pues eso supone la destrucción del psicoanálisis y del psicoanalista. El deseo de reconocimiento de ese Otro es lo que puede llevar a una alienación hacia esa demanda del Otro que lleve a una negación del sujeto que interesa y que sólo es posible a partir de un cuestionamiento de esa demanda del Otro, de esa alienación y de ese reconocimiento.

Santiago Castellanos, psicoanalista: “La medicina aborda el cuerpo como si se tratara de una máquina sin tener en cuenta la subjetividad”

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<li>Publicado por <a title=»Marta Berenguer» href=»http://about.me/martaberenguer» target=»_blank»>Marta Berenguer</a>. Autor de las fotografías: <a title=»Albert Roig» href=»http://iamroig.com/» target=»_blank»>Albert Roig</a>.</li>
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<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-4.jpg»><img class=»size-large wp-image-1191″ alt=»Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-4-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<i>¿Qué es el cuerpo para el psicoanálisis? ¿Cómo se entiende la enfermedad desde esta práctica? ¿Enfermedad y sufrimiento pueden estar anudados? </i><a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/llibreria/psicoanalisis/11687-el-dolor-y-los-lenguajes-del-cuerpo.html»><b><i>‘El dolor y los lenguajes del cuerpo’</i></b></a><b><i> </i></b><i>es<b> </b>un libro que supone, de algún modo, el testigo que significó para el psicoanalista y médico <b>Santiago Castellanos</b> pasar del discurso de la medicina al discurso psicoanalítico. La medicina, como los propios sujetos, a menudo también se cruza con impasses, con imposibles, con interrogantes que no tienen respuesta. Esa frontera quizá fue la que impulsó a Santiago Castellanos, gracias también a su propia experiencia analítica, a encontrar un espacio para que la medicina dialogara con el psicoanálisis. Un lugar que encontró por la vía de la fenomenología del dolor y más en concreto por una enfermedad que se ha bautizado como “fibromialgia”. Lo que en realidad habita debajo de esa palabra es una complejidad que Santiago Castellanos ha investigado desde la clínica. Tras años de tratar y escuchar a pacientes que padecen de fibromialgia su experiencia se transforma en una cartografía para auscultar de cerca los interrogantes del “síndrome de fatiga crónica”. Desde <b>La Casa de la Paraula</b> hemos querido conversar con él acerca de su libro y de cómo medicina y psicoanálisis se dan la mano. </i>

<b>La medicina y el psicoanálisis tienen discursos diferentes sobre qué es el cuerpo. ¿Cómo entiende el cuerpo el psicoanálisis?</b>

Sí, es un tema que se aborda en el libro. El paradigma vigente hoy día en la medicina y el discurso de la ciencia sigue siendo el del cuerpo como una máquina. En esto hay una diferencia muy importante en relación al psicoanálisis porque en el modelo de la medicina, que surge a partir del siglo XVII con el discurso de la ciencia, el problema que se plantea, y que en el tratamiento de los casos de fibromialgia se pone muy en evidencia, es que se excluye la subjetividad. Para el psicoanálisis el cuerpo es producto del encuentro del organismo con el lenguaje. Lo propio del ser humano no es el cuerpo en el sentido de lo viviente, del órgano o de los aparatos que lo constituyen, sino que el cuerpo está afectado por el lenguaje. Ese cuerpo sintomático con el que tanto la medicina como el psicoanálisis operan no se trata solamente de órganos, de funcionamientos neurofisiológicos, hormonales o bioquímicos sino de la incidencia de la palabra en ese organismo y en ese cuerpo. Todo esto divide mucho las aguas y lo hace particularmente en el caso del tratamiento del dolor. La medicina define el dolor como una experiencia subjetiva, una experiencia sensorial que va más allá incluso de si hay lesión o no que justifique el dolor. Es un hecho de la clínica que pueda haber dolor sin que aparentemente exista una causa orgánica conocida. A pesar de ello la medicina insiste en seguir abordando el cuerpo del dolor como si de una máquina se tratara sin tener en cuenta la subjetividad.

<b>La mirada se ha convertido en un amo de nuestra época. También para la medicina donde la imagen parece que casi quiera atravesar el cuerpo como si fuera una transparencia para saber qué le pasa a un sujeto. Este tema lo trata muy bien Gérard Wajcman en ‘El ojo absoluto’. ¿Qué puede decirnos al respecto? </b>

Sí, es muy relevante lo que dices. Hoy en día el desarrollo de la tecnología ha avanzado mucho, ha alcanzado varios niveles y hay que reconocer lo positivo que esto potencialmente puede tener para la ciencia, para el tratamiento, para determinadas enfermedades. Sin embargo, efectivamente, por mucho que la tecnología avance lo que no puede atrapar en una imagen es ese lugar de la subjetividad. Todos los intentos de la tecnología médica para querer atrapar algo de la subjetividad en determinadas enfermedades o padecimientos se encuentran con un imposible. Es por ello que en mi trabajo de investigación sobre la fibromialgia, una enfermedad que se caracteriza por el dolor como tal, describo como esta dolencia se escapa a la lógica de la ciencia, a este intento de atraparlo todo. En el libro se cuestiona este mismo discurso y este es el punto crucial donde la mirada de la ciencia fracasa.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-11.jpg»><img class=» wp-image-1192 » alt=»Entrevista con el psicoanalista Santiago Castellanos en la sede de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-11-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Entrevista con el psicoanalista Santiago Castellanos en la sede de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<b>Hay una frase suya en el libro ‘El dolor y los lenguajes del cuerpo’: “No hay enfermedades sino pacientes”. ¿Por qué eligió estas palabras? </b>

Es una frase planteada desde la lógica que comentaba antes. Puedo hablar de esta frase ahora siendo médico pero también desde el lado del discurso psicoanalítico. Aunque no necesariamente hay que ser psicoanalista para decir esto, lo tengo más claro ahora que lo podía tener hace 30 o 40 años cuando me inicié en el ejercicio de la medicina. Todavía hay sectores de la medicina que piensan que hay enfermedad pero que para cada paciente es diferente. En estos ambientes es donde los psicoanalistas podemos estar de acuerdo en defender esa función clásica del médico como aquél que escucha, acoge al paciente, lo interpreta y lo aloja, algo que tiende a perderse. Para tratar de buscar una cierta alianza con los sectores de la medicina, tenemos organizada una red que se llama Psicoanálisis y medicina. La misma enfermedad puede ser experimentada por cada uno de una manera completamente distinta y los mismos tratamientos, los mismos fármacos, incluso en enfermedades que son claramente orgánicas también tienen efectos distintos. Esto es un hecho de la clínica que se tiende a perder cada vez más. Una de las razones es por la aparición de los protocolos de uso generalizado que se sostienen en “todos los pacientes tomados por igual”, a todos con el mismo protocolo. Esta es la rigidez en la que opera hoy día el discurso de la medicina pero hay médicos, hay sectores de la medicina que se resisten, se dividen, se dan cuenta que esto no funciona así.

<b>¿Cómo ha sido su recorrido? ¿Cómo llega un médico a ser psicoanalista?</b>

Yo tenía una vocación por la medicina desde la más tierna infancia, desde muy niño. Después de haber realizado un análisis largo puedo decir que, entre otras cosas, esto estaba en la lógica de curar al padre. No solamente me hice médico por eso pero una de las razones que alimentaba este deseo de curar era, en realidad, el deseo de curar al padre. En un momento de mi vida me encontré con determinados problemas de la vida amorosa por los cuales inicié un análisis y a partir de allí hago todo un recorrido. Mi aproximación al psicoanálisis viene por los enredos de la vida amorosa. Rápidamente me intereso por esta práctica porque junto con la medicina son dos discursos que aún siendo diferentes se mueven en una frontera común: el tratamiento del cuerpo y sus enfermedades. Mi propio recorrido analítico se prolonga durante algo más de veinte años y finalmente me conduce al ejercicio de la práctica del psicoanálisis. Estuve un tiempo navegando entre dos discursos: el de la medicina y el del psicoanálisis. Ahora puedo decir que desde el discurso del psicoanálisis trato de hacer algo también hacia el discurso de la medicina. Ya no navego por dos discursos. Finalmente trato de buscar entre sectores de la medicina conexiones y diálogos con el psicoanálisis.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-24.jpg»><img class=»size-large wp-image-1193″ alt=»Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-24-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<b>¿El deseo de curar más bien propio de la medicina y el deseo del analista son compatibles? </b>

Sí, efectivamente el psicoanálisis tiene efectos terapéuticos. No es que el psicoanálisis no quiera curar. Es una orientación que tiene una cura con efectos terapéuticos pero la experiencia de un análisis va más allá de la cura. Así pues, más que compatibilizar o no una cosa con la otra, puedo decir que es durante el recorrido de mi propio análisis donde este deseo de curar como tal se orienta de otra manera, en la lógica del discurso analítico. Lacan dice que más que del deseo de curar se trata de ir al encuentro con el propio síntoma y de que el analizante pueda hacer algo con eso. Para mí en particular cuando en un momento dado, tras diez años de análisis y formación, me autorizo en la práctica del psicoanálisis eso era fuente de angustia. Estaba especialmente preocupado en realizar esta práctica por la cura de los pacientes porque navegaba todavía entre dos discursos. Eran los impasses de mi propio análisis que finalmente a lo largo del tiempo de alguna manera se resuelven. El deseo del analista es otra cosa.

<b>¿De qué se trata? ¿Da cuenta de ello en sus testimonios de pase de analizante a analista?</b>

He venido a Barcelona a hacer un testimonio de pase. En el psicoanálisis de orientación lacaniana, cuando alguien considera que ha finalizado su análisis y lo da por terminado, hay un procedimiento en la misma Escuela donde el analizante da cuenta de este análisis a unas personas que lo escuchan, los pasadores, y después existe un cártel del pase que escucha ese análisis y lo da por concluido o no. El pase es un testimonio singular de cómo se resolvió la experiencia neurótica de cada uno y de cada una, una forma para que el psicoanálisis pueda extraer de ese testimonio alguna enseñanza para su práctica. Es el procedimiento por el cual la Escuela autoriza de alguna forma el pasaje de analizante a analista. En el psicoanálisis de orientación lacaniana hay un fin de análisis. No hay una promesa de felicidad para resolver la neurosis pero hay un recorrido lo suficientemente largo como para que se pueda hablar de un fin de análisis y esto se pueda conversar con el conjunto de la comunidad psicoanalítica.

<b>¿Y qué puede aprender el psicoanálisis de su experiencia analítica? </b>

Como lo podría resumir…

<b>Veinte años de análisis en una respuesta breve, entiendo que es difícil. </b>

Veinte años de análisis es un tiempo largo y en un análisis tan largo suceden muchas cosas pero podría decir que inicié mi primer análisis en un momento de mi vida en el que estaba muy embrollado por la vida amorosa. No podía separarme de una relación que me producía sufrimiento, dolor y era fuente de malestar. La pregunta era: ¿Por qué no podía separarme? Realmente estaba en un momento de mi vida donde las cosas me iban bien en general pero en el amor me iba muy mal. El sentido común me decía que aparentemente tenía que resolver el tema de alguna forma pero no podía hacerlo. ¿Por qué? ¿Qué quería decir ese síntoma de no querer separarse? Finalmente me di cuenta de que en esta dificultad para la separación había una satisfacción en juego de mi parte. Había un funcionamiento, había un goce, no era casual. De este síntoma yo obtenía una satisfacción. Podemos decir que es una satisfacción paradójica: es fuente de malestar y de sufrimiento pero también de satisfacción. En esa relación había, lo que en psicoanálisis llamamos, un modo de goce particular en juego. En mi vida había en ese aspecto un punto mortificante que se pudo resolver en el análisis sino en su totalidad, porque siempre hay restos sintomáticos, sí lo suficiente como para darlo por finalizado y poder vivir el amor en una lógica un poco diferente. Una lógica en la que uno se embrolla y se desembrolla pero de otra manera como para poder resolverlo y hacer algo diferente con mi vida.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-7.jpg»><img class=» wp-image-1199 » alt=»‘El dolor y los lenguajes del cuerpo’ de Santiago Castellanos, psicoanalista. Entrevista realizada en la sede de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-7-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> ‘El dolor y los lenguajes del cuerpo’ de Santiago Castellanos, psicoanalista. Entrevista realizada en la sede de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<b>Volviendo al tema del libro…</b>

No es casual que yo hiciera un libro sobre el dolor. El dolor fue un tema de investigación en el campo médico. Primero me dediqué a los cuidados paliativos, estuve interesado en el tema del dolor. Tiempo después en el psicoanálisis estuve interesado también en el campo del dolor y en el de la fibromialgia en particular. Fue un trabajo de investigación en el que estuve seis o siete años largos. En el transcurso del análisis pude darme cuenta que me había interesado por el tema del dolor ajeno como una metáfora de tratar el dolor propio. Este dolor propio que también se manifestaba en el amor y en otros aspectos de mi vida está vinculado a lo que es la constitución de mi neurosis, de mi novela familiar. El libro lo escribo en un momento en el que yo estaba en plena investigación de esta cuestión desde el punto de vista analítico. Era ya el tramo final de mi análisis. Todo este trabajo se condensa, de alguna manera, en este libro. Tiempo después, en el testimonio del pase de mi fin de análisis, doy una vuelta más a ese libro donde ya el dolor queda como un resto que sigue estando. Hay algo del dolor en mi vida que sigue estando presente pero que ya no opera en la misma lógica que antes de iniciar el análisis. En lugar de escribir una tesis decido presentarme al dispositivo del pase.

<b>“El dolor es todo aquello que el paciente dice que lo es”. ¿Nos comenta esta frase de Sternbach? </b>

Existe una discusión sobre este tema porque no hay en medicina un “dolorimétro”, un aparato para medir el dolor.

<b>¡Menos mal!</b>

¡Menos mal!. El dolor es una experiencia sensorial, una experiencia sensitiva. Pío Baroja en 1895 publica una tesis sobre el dolor que es muy interesante. En este trabajo habla de cenestesia, de lo que el cuerpo experimenta como tal, como el dolor, más allá de si hay lesiones o si hay causas orgánicas. Podríamos decir que, por un lado está el dolor puramente orgánico, cuando uno se fractura algo por ejemplo; y por otro también está la experiencia subjetiva del dolor que a veces se experimenta directamente en el cuerpo, no en el campo de los afectos, sino como si se tratara de un cortocircuito y pasara al cuerpo. Esta frase de Sterbanch es una respuesta a sectores de la medicina que tratan de objetivar el dolor y si a alguien por ejemplo le duele la rodilla, se hace una radiografía y no hay lesiones entonces se pone sobre la mesa la versión de que el dolor es imaginario. Esto en el mismo campo médico se establece de otra manera. Pío Baroja habla de la cenestesia del dolor. Como decía también Shopenhauer el dolor nos hace sentir vivos, nos despierta. Es una visión un poco trágica de la vida pero es una experiencia que se experimenta en el cuerpo, no es imaginaria, es real. Otra cuestión es cómo se puede tratar todo esto.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-28.jpg»><img class=»size-large wp-image-1195″ alt=»Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-28-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<b>¿Qué factores psicológicos o contextuales influyen en la experiencia dolorosa?</b>

Quizá no se trata exactamente de factores psicológicos. Si hablamos del dolor de la fibromialgia podríamos decir que hay algo en la vida del sujeto que en un determinado momento sucede y que desestabiliza completamente la homeostasis del cuerpo. Esa desestabilización es experimentada como un síntoma bajo la forma del dolor. Un dolor particular, un dolor generalizado. No es un dolor focalizado en una parte del cuerpo. El síntoma elemental de la fibromialgia es el síntoma cardinal, que tiene la característica que es más bien un dolor generalizado que ocurre en el cuerpo, en las extremidades y esto es lo particular de la fibromialgia. Hay algo de esta experiencia del dolor que se manifiesta de una manera invasiva e invalidante hasta el punto de que estas pacientes tienen una afectación muy importante de lo corporal. Después en cada caso es distinto: ¿cuál es la circunstancia que desequilibra su homeostasis?; ¿por qué existen esos desequilibrios que antes no estaban?; ¿en qué condiciones aparecen?; ¿de qué se trata?; ¿se trata de un caso de neurosis, de un caso de psicosis?. Cada paciente es diferente.

Lo que he podido comprobar en la clínica es que en los casos de fibromialgia siempre hay un factor emocional en juego. Hay algo en la vida del sujeto que acontece, marca un antes y un después y esto es posible poder hablarlo, tratarlo. Eso no quiere decir que ese factor emocional sea la causa de la enfermedad. Yo no me atrevería a decir que la causa de la fibromialgia es un problema emocional, la medicina tampoco puede decir que la causa de la fibromialgia es un problema de tipo físico u orgánico porque no hay ninguna causa conocida o establecida. Lo que sí puedo decir con rotundidad es que el factor emocional o de la subjetividad es determinante. Hasta el punto de que en alguno de los casos que recojo en el libro se puede comprobar que es posible una curación del padecimiento en un tratamiento con la palabra.<b> </b>Que sea posible la curación del padecimiento no quiere decir que la causalidad sea estrictamente emocional. Evidentemente hay un terreno a explorar: la relación entre el cuerpo, el organismo, el lenguaje, etc.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-17.jpg»><img class=» wp-image-1196″ alt=»Entrevista Santiago Castellano-17″ src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-17-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Entrevista al psicoanalista Santiago Castellanos. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<b>En el libro también cuenta que Freud trató en 1895 en su clínica a una paciente, Isabel R., que hoy sería diagnosticada de fibromialgia. ¿Muchos médicos que han firmado ese diagnóstico a sus pacientes quizá se sorprenderían?</b>

Yo creo que sí, se sorprenderían. Efectivamente el caso de Freud es un caso de neurosis, de una mujer de estructura histérica que por los síntomas que presenta podría considerarse como un caso de fibromialgia de la actualidad. En el texto de Freud este es un caso muy detallado en el que se explica muy claramente como él procede en el tratamiento del síntoma y lo considera como un síntoma de conversión. Viene a decir que la paciente, para evitar un dolor de tipo moral, desplaza este síntoma al cuerpo y aparece allí en forma de dolor. El psicoanálisis puede interpretar el sentido de este dolor y resolverlo. Casos como los que cuenta Freud me los he encontrado en la clínica. Habría otros casos diferentes que no son tan sencillos, no se ubican del lado de la neurosis de conversión o la neurosis histérica. Precisamente lo que planteo en el libro es la tesis, y esta es la novedad, de que la fibromialgia se puede pensar como un fenómeno transclínico. Se puede dar en casos de neurosis pero también en las psicosis o en todos aquellos pacientes que no pueden ser encasillados en una estructura subjetiva concreta. El trabajo es un poco más complejo.

<b>Teniendo en cuenta que ya Freud en 1895 trató con una mujer que hoy podría ser diagnosticada de fibromialgia esto demuestra que evidentemente detrás de esta palabra hay algo más. ¿Pero por qué ahora hay tantos casos? </b>

Efectivamente hay un millón de casos registrados en este país y es evidente que ha tomado un carácter “epidémico” entre comillas. La fibromialgia es un diagnóstico médico no analítico pero para seguir con ese significante que viene de la medicina realmente ha tomado unas dimensiones enormes. Ocurre también con otros trastornos como la anorexia, el trastorno bipolar, las depresiones, los trastornos obsesivos compulsivos, los trastornos de atención y de hiperactividad, o finalmente el autismo. Creo que la fibromialgia también hay que ubicarla en esta lógica. Cuando una mujer -digo una mujer porque la mayoría de las pacientes son mujeres- consulta al médico por una serie de síntomas cuya causa no es conocida, si esos síntomas toman un carácter un poco desbordante en la lógica de la clínica médica clásica y además aparece el tema del dolor, no es muy difícil que termine encasillada o diagnosticada como una mujer con fibromialgia. Podemos pensar la fibromialgia y el dolor como una forma de lenguaje del cuerpo. El cuerpo habla a través del dolor, crea un cortocircuito cuando la subjetividad no puede hacerlo. Es decir cuando algo del lado de la subjetividad, de las emociones o de los afectos, no puede ser tramitado simbólicamente, el cuerpo manifiesta los síntomas directamente.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-20.jpg»><img class=»size-large wp-image-1197″ alt=»Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-20-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<b>En los casos clínicos que cuenta en su libro se entrevé que el dolor crónico, la fibromialgia se anuda en gran parte a las vivencias amorosas de las pacientes. ¿Qué papel juega el deseo en estos casos? </b>

La dificultad con el deseo es uno de los elementos que yo me he encontrado en la clínica. Inicialmente en mi investigación consideré que la fibromialgia era la manifestación sintomática, bajo la forma del dolor, de una problemática del deseo y del amor en las mujeres. Por un lado me encontraba con la modalidad de la relación estrago con su <i>partenaire</i>. Esto lo encontré y llegué a formular la hipótesis que este era el problema central. Participé en grupos con mujeres durante un tiempo. Se reunían siete u ocho mujeres cada quince días y al final todas terminaban hablando de la sexualidad o de las distintas dificultades del deseo con su <i>partenaire</i>, con su marido. Finalmente tuve que dejar de organizar los grupos porque no se llegaba a ningún lado. Cuando en un grupo se empieza a hablar de la sexualidad se acaba por no decir nada porque no se habla verdaderamente de lo que a cada mujer le pasa. Eso es algo que, probablemente, sea completamente distinto a lo que digan en grupo. El tema del deseo es importante en la clínica de casos de fibromialgia, pero no el único. También me encontré casos en los que aparecían cuestiones que se vinculaban con la relación de estrago con la madre. Hay una gran complejidad en la clínica y hay que considerar cada caso en su singularidad.

<b>Sobre este tema hay un caso que cuenta en el libro muy revelador.  </b>

Es el caso más corto que recuerdo porque se resuelve el síntoma en muy poco tiempo. Cuando ella puede resolver algo de la encrucijada en la que estaba respecto a su madre, prácticamente se resuelve el síntoma. Pero a lo largo de mi experiencia clínica también me encontré con un caso de melancolía, del lado de la psicosis. Y entonces me cuestioné y descarté la hipótesis de que todo gira alrededor del deseo. Descubrí que la clínica de la fibromialgia estaba más en el campo de mujeres y que era un fenómeno transclínico. En el caso de la melancolía, por ejemplo, la estructura de la psicosis está particularmente presente. El dolor de existir, propio de la melancolía, toma una forma casi delirante pero no en la modalidad del delirio de auto injuria, que podría ser el más propio de la melancolía, sino de la vivencia del cuerpo como algo muerto, como algo del lado de lo mortificante. Se podían escuchar relatos como: “me duele hasta la carne” o “me duelen las cejas de los ojos”. Hay algunos relatos de pacientes que hablan de cómo se experimenta el cuerpo que podrían ser delirios de tipo cenestésico muy difíciles de etiquetar en el campo de la psicosis que requieren de una clínica más fina y prolongada donde uno puede observar que hay una estructura que es algo distinto de la neurosis. Esto supuso un cambio muy grande en la manera de abordar el tema. Se supone que una de las cosas que hay que verificar en cada paciente desde el principio es la modalidad particular de su estructura porque la orientación de la cura es completamente distinta.  Hay pues que tomarse un tiempo. No se puede dar nada por supuesto, siempre es una cuestión a verificar.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-25.jpg»><img class=»size-large wp-image-1202″ alt=»Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-25-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Santiago Castellanos, psicoanalista. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<b>¿La precipitación es enemiga de la clínica?</b>

Sí. No solamente hay que tener en cuenta de qué modalidad de estructura se trata para una orientación de la cura sino también la función que tiene el diagnóstico de “fibromialgia” para esa paciente. En algunas pacientes esta posibilidad de identificarse con el padecimiento: “soy fibromiálgica” es algo que hay que respetar porque tiene una función de anudamiento en su estructura y, en los casos de pacientes con estructura de psicosis, eso no se puede mover mientras no se busque otra solución. En los casos de neurosis cuando alguien dice “soy fibromiálgica” puede ser completamente diferente. Se trata más bien de una identificación demasiado sólida de la que hay que intentar salir para poder trabajar analíticamente lo que hay detrás de esa identificación. En otros casos es más bien lo opuesto, esa identificación hay que respetarla. Actualmente, por ejemplo, hay un gran debate sobre la posibilidad de que a estas mujeres se les reconozca la incapacidad por invalidez. En general los tribunales médicos valoran a todas las mujeres por igual y en base a ello tienden a no reconocer su incapacidad porque no distinguen a cada mujer. Pero en muchos casos hay que reconocer esta incapacidad porque es una enfermedad muy seria, muy grave, que puede colocar a una mujer en un estado realmente difícil donde no puede trabajar, donde no puede llevar una vida y hay que sostenerla, hay que apoyarla, tiene el derecho a poder recibir las prestaciones que cualquier ciudadano tiene cuando se trata de otro tipo de enfermedades. Sin embargo se les niega automáticamente. Hay mujeres que se pueden tratar y curar. El psicoanálisis puede abordar esta clínica del diagnóstico diferenciado, esta es su particularidad.

<b>¿Por qué dice que la medicina se encuentra en un impasse en relación a la comprensión del padecimiento de la fibromialgia?</b>

Porque todos los intentos que ha habido del lado de la medicina de buscar una causalidad genética, neuroendocrina o de otro tipo, son intentos que se encuentran con un imposible. Hay mucho dinero en juego en esto. Se han invertido cantidades ingentes de dinero en la investigación de este padecimiento sobre todo en el campo de la genética y ahí hay un impasse.

<b>¿Cómo pueden dialogar medicina y psicoanálisis? </b>

Los síntomas corporales de la fibromialgia son tan masivos que exigen la colaboración de las dos disciplinas. Desde la atención a estas pacientes es de donde surgió en mi centro de trabajo un proyecto para intentar que los médicos me derivaran a las pacientes diagnosticadas de fibromialgia. A partir de ahí, mantenía una discusión sobre lo que había que hacer y lo que no había que hacer con ellas. Porque no olvidemos que no se trata solo del problema del dolor. Hay síntomas digestivos, síntomas respiratorios, síntomas neurológicos, trastornos del sueño, tienen que tomar medicación, hay que ayudarlas a dormir… Es decir hay un trabajo que entra en el campo de la medicina también. Pero la medicina es un campo que se queda corto. En el libro describo, precisamente, esta experiencia de colaboración y de alianza que inventamos entre psicoanálisis y medicina. Hoy día cualquier protocolo que desde el campo de la medicina trate la fibromialgia incluye el tratamiento psicológico como algo complementario al médico. En general se recomiendan las terapias cognitivo-conductuales, las que están de moda, y ahí hay una diferencia muy grande entre lo que se postula desde una orientación psicoanalítica y desde las terapias cognitivo-conductuales. Estas últimas básicamente lo que vienen a decir es la necesidad de hacer un tratamiento psicológico para encontrar una vía de adaptación al dolor. En el impasse donde la medicina ya no puede responder para tratar el dolor, la función del psicólogo cognitivo-conductual es que el paciente acepte esta especie de destino irremediable. En la experiencia que iniciamos con la orientación psicoanalítica se trata de otra cosa, no tanto de adaptarse al dolor, sino de tratar de buscar en el relato de las pacientes el síntoma qué hay detrás, tratar de movilizarlo, tratar de curarlo. Hay casos que se curan, que se resuelven, en los que el síntoma pasa a ser otra cosa. Pero todo hay que decirlo: el psicoanálisis no tiene tampoco una respuesta para todo, hay casos muy graves donde de lo que se trata no es tanto de resolver el síntoma sino de poder hacer otra cosa con eso y conseguir un alivio suficiente.

<b>Supongo que a veces también entra en juego la resistencia del propio sujeto. Un análisis a veces es como abrir una caja de Pandora. </b>

Por supuesto. Esto es una elección de cada paciente. Uno puede decidir instalarse cómodamente en un síntoma que le produce, como decía Freud, algún beneficio secundario. Freud lo llamaba el beneficio secundario de la enfermedad porque se termina convirtiendo en una forma de vivir la vida en relación al otro que le da un lugar. Pero tengo que decir también que eso es excepcional en los casos que yo me he encontrado. La fibromialgia es un síntoma tan severo y que produce tal grado de incapacidad y dificultad con la vida que gran parte de las mujeres buscan encontrar una salida. La buscan primero en el campo de la medicina y dan muchas vueltas hasta llegar al psicoanálisis pero cuando llegan quizá sea para ellas una vía para salir de allí. Obviamente también hay casos en los que a veces la propia vida resuelve el tema. Uno se desestabiliza, entra en esto y también a veces sale de la vía del dolor por sus propios medios pero cuando esto se instala, en general, buscan una salida. Y el psicoanálisis tiene mucho que decir al respecto.

<a href=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-8.jpg»><img class=» wp-image-1194 » alt=»Entrevista al psicoanalista Santiago Castellanos en la sede de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Autor de las fotografías: Albert Roig.» src=»https://www.lacasadelaparaula.com/wp-content/uploads/2014/03/Entrevista-Santiago-Castellano-8-1024×682.jpg» width=»640″ height=»426″ /></a> Entrevista al psicoanalista Santiago Castellanos en la sede de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Autor de las fotografías: Albert Roig.

<em><strong>Santiago Castellanos</strong> es psicoanalista y médico. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP-España) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).</em>

Sobre la oportunidad. Héctor García

togunaToguna (Casa de la Palabra) en Mali

Texto escrito por Héctor García y leído por él mismo en la Asamblea de la Asociación Cultural Amigos de la Librería Xoroi:

SOBRE LA OPORTUNIDAD’,

O ‘PORQUÉ ES EL MOMENTO DE APOSTAR POR UNA “CASA DE LA PARAULA”’.

La crisis no puede ser una excusa para ceder en el deseo. Es, si se quiere, una primera lectura que el psicoanálisis puede transmitir a la contemporaneidad indignada, escandalizada ante lo inmoral de la corrupción y del desvarío especulativo del nuevo capitalismo.

La crisis, es el instante en que la angustia social puede acontecer. Ha acontecido, está en las calles. Es quizás también, para el psicoanálisis, la invitación a un acto. El tiempo parece exigir una toma de decisión, política, que puede oscilar entre polos extremos. Desde la no implicación, la neutralidad, la estricta referencia al marco del consultorio y a los colegas próximos; hasta tomar parte activa en las manifestaciones de reproche, ira y reclamo de cambio de sistema geopolítico y económico.

Lateralmente a esta coyuntura, surge un proyecto. ‘La casa de la paraula’, cuyo deseo de existencia bien real encarna Salvador Foraster. Es una apuesta que no necesita ubicarse en ninguno de estos dos polos. El psicoanálisis, a lo largo de su historia, jamás ha sido un movimiento de protesta. Tampoco es una invitación a la soledad, ni al aislamiento. Es una praxis, una clínica, una episteme, una ética.

‘La casa de la paraula’ será, pensamos, un espacio vivo, y un aliado del psicoanálisis en Barcelona. Abrirá muy pronto sus puertas a muchos sin olvidar su pasado: la librería Xoroi, aquello que nos convoca a todos hoy aquí.

‘La casa de la paraula’ existe hoy mismo. Existirá con o sin el apoyo de cada uno. Existirá porque la anima un deseo decidido. Pero también porque será un proyecto sostenible económicamente. Su propósito es uno, y claro: acercar a Barcelona el pensamiento y la praxis nacidos de la agudeza y la valentía de Sigmund Freud, en estos tiempos en que se recupera a Marx, y muy acertadamente. En ambos hay una verdad que el presente no puede ahogar.

La invención freudiana cambió el discurso del siglo XX. Su valor de transgresión resulta, en el siglo XXI, más necesario aún.

Pero este nuevo emplazamiento no tendrá sólo el propósito de ser la casa de la palabra del psicoanálisis. No será una fortaleza, tampoco un gueto intelectual.

El psicoanálisis es hijo no de su tiempo, pues por hablar corre más deprisa que el pensamiento; nace de la subversión de la buena fe. Si piensa la contemporaneidad, la piensa con otros discursos; más aún: con otros nombres propios. Es hora de dialogar con aquellos que se reclaman de Heidegger, de Foucault, de Nietzsche, de Webber, de Popper. Pero porqué no, también, con los que se reclaman de la física cuántica, de la biología molecular, de la epigenética, de la modelización neuronal computerizada, de la filosofía analítica. Será una forma de enriquecer el discurso analítico, pero también de contrastar lo que decimos, argumentándolo delante de sujetos formados y no intransigentes.

El psicoanálisis reveló al mundo que en lo que concierne al encuentro con el cuerpo de otro, no todo es posible. También que, en la vida social, hay sujetos que pierden el paso. Y puso sobre la mesa que nadie está a salvo de eso. Por suerte, hay síntoma. No somos ovejas. Es el acto de separación de la inercia, la propia y la de la época, lo que nos orienta. El psicoanálisis lee en el malestar. Ahí, revela la singularidad de cada cual para enfrentarse con lo que la contingencia y las elecciones le han deparado, sin eximirle jamás de su responsabilidad, sin adoctrinarle. Por ello, la política entre psicoanalistas es complicada, y las rupturas en la historia del psicoanálisis son norma y no excepción.

Salvador Foraster ha sabido llevarse bien con las diferentes comunidades psicoanalíticas de esta ciudad. Tiene mérito. Un numeroso colectivo de psicoanalistas acudió en su ayuda en momentos difíciles para Xoroi, hace bien poco. Fue un gesto importante para que Xoroi pudiera continuar con sus actividades. Pero pensamos que es posible dar otro paso. Que no consiste en dar o pedir auxilio. Consiste, más bien, en entrar en la contemporaneidad de forma precisa, orientada, pero sin amilanarse. Apostando por una idea que está siendo muy bien recibida por los interlocutores que la han escuchado.

‘La casa de la paraula’ será un lugar que contribuirá a que el decir psicoanalítico arraigue en Barcelona en este nuevo siglo. Quiere apostar en acto por la vida del discurso freudiano, pues no  ha llegado el día de enterrarlo, de silenciarlo. Es el momento justo para que colectivos nuevos, asamblearios, reivindicativos o no, con ganas de hacer política, o perdidos en la barbarie contemporánea, descubran que hay un más allá de su queja. Es decir, que se puede leer algo en lo que dicen. Entre líneas: su libido. ¿Acaso no situamos, aquellos que hemos pasado por la experiencia analítica, que algo se está moviendo en la sociedad? ‘La casa de la Paraula’ pretende esbozar un interlocutor diferente. Cauto, capaz de leer de forma impensada lo que está pasando.

La nueva Xoroi estará en pleno centro de Barcelona. Existirá en un local más luminoso, más grande, más elegante. Tendrá espacio para cafetería, con su propia editorial, con sala para conferencias, con un espacio en la red funcional y activo. Generará, en definitiva, nuevas transferencias, y desempolvará las antiguas. Xoroi está y estará más cerca del colegio de psicólogos. Buscará interlocutores en la universidad, en la política de la ciudad, en la vida intelectual. Podrá amar y armar al psicoanálisis desde un lugar distinto.

Será también un espacio para debatir, entre psicoanalistas pero especialmente con otros colectivos y sujetos, de forma civilizada, respetando las diferencias. Desde un lugar externo a todas las escuelas y asociaciones de psicoanálisis, ‘La casa de la Paraula’ será un lapso para oxigenar a cada grupo analítico, sirviendo de mediador con los debates actuales. Será también una herramienta para combatir los ataques al psicoanálisis, que no por necios son menos virulentos. Sería una lástima dejar pasar una oportunidad así. ‘La casa de la Paraula’ está en marcha, y tiene vocación, contactos y confianza para ser un ágora en la polis.

Es, realmente, un proyecto tan sólido como ilusionante. Por supuesto, a algunos les parecerá incauto, poco razonable, o que precisaría de un período de bonanza económica. Al contrario: es momento de aprovechar la oportunidad que se presenta.

El riesgo que permite el psicoanálisis es el de aventurarse, siempre que uno sepa algo del deseo que motiva la partida. ‘La casa de la Paraula’ nace de un deseo decidido; pero además ha calculado la trayectoria. Contamos con todos los amigos de Xoroi. Pronto, seremos muchos más.

Héctor García

Vocalía de La Casa de la Paraula

Associació Cultural Amics de la Llibreria Xoroi